Cadejo blanco

  • Dirección: Justin Lerner
  • Guion: Justin Lerner
  • Intérpretes: Karen Martínez, Rudy Rodriguez, Pamela Martínez, Brandon López, Juan Pablo Olyslager, René Guirola Patzán
  • Género: Thriller
  • País: Guatemala
  • 125 minutos
  • Estreno el 16 de septiembre

«Tras la desaparición de su hermana, Sarita, una chica de clase trabajadora de Ciudad de Guatemala, viaja a la ciudad costera de Puerto Barrios para hacerse amiga de Andrés, el peligroso exnovio de su hermana, e infiltrarse en su pandilla, convencida de que tiene algo que ver. Con una determinación inquebrantable por descubrir la verdad, Sarita se involucra cada vez más con Andrés y el mundo implacable de su pandilla.»

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

Para las culturas mesoamericanas, el cadejo es una criatura mitológica semejante a un lobo o un perro salvaje, que se aparece a quien viaja al fin de la noche impulsado por el alcohol, la desesperación o el extrañamiento. Si el cadejo es negro, quien se topa con él corre peligro. Si el cadejo es blanco, se trata de un espíritu protector.

En la coproducción entre México, Guatemala y Estados Unidos que nos ocupa, un cadejo negro hace acto alegórico de aparición apenas la protagonista, Sarita (Karen Martínez), ha emprendido la búsqueda de su hermana Bea (Pamela Martínez), desaparecida en siniestras circunstancias ligadas a los miembros de una mara. Y lo cierto es que el viaje de Sarita en pos de Bea desde la ciudad de Guatemala hasta una pequeña localidad costera del país —un viaje que llevará a la joven a iniciarse en la mara y participar en delitos de sangre—, está marcado por oscuros augurios, por una sensación de peligro constante.

Sarita se ha internado en un mundo cuya violencia explícita contra las mujeres no hace otra cosa que poner en evidencia la amenaza emocional, económica, estructural, que pende subrepticiamente sobre ellas en la cotidianidad. Por ese motivo, la entrada en escena ya en los últimos minutos de un cadejo blanco certifica el carácter indómito de la joven y su voluntad inquebrantable de supervivencia pero, también, la idea de que un desenlace reparador, que haga justicia a su aventura, sería una ilusión.

La Sarita que vuelve a casa ya no puede volver a casa. Su aventura iniciática le ha obligado a deconstruir el maquillaje de su feminidad en el día a día, a sumergirse en un abismo moral, a comprender las razones de quienes no atienden a razones, y a sublimar sus frustraciones como hermana mayor y responsable; hasta el punto de que, en su búsqueda de Bea, acaba por detectarse un anhelo de emular su carácter.

Cadejo blanco se imbrica así en toda una tendencia del cine contemporáneo —y el latinoamericano en particular— que ha apostado por revisionar géneros populares y aspectos agrios de la realidad desde perspectivas feministas y próximas al realismo mágico. Si, a pesar de ello y todos los argumentos apuntados, la película está lejos de resultar memorable, se debe a la poco inspirada puesta en escena del estadounidense Justin Lerner, guionista y director de trayectoria errática.

Salvo en escenas como la del asesinato en la peluquería, Lerner se limita a enunciar el relato a golpe de planos / contraplanos y una continuidad mecánica. Si a eso le añadimos una producción precaria y el empeño por parte de Lerner de cifrar la autenticidad de la ficción en que «todos mis actores, los profesionales y los que no lo son, dijeran lo que quisieran», es comprensible que Cadejo blanco llegue a parecer en algunos momentos una película amateur, un proyecto voluntarioso y excéntrico. Algo que, por otro lado, da lugar a un encomiable paralelismo con las experiencias que vive la protagonista en pantalla.

  • Fotografía: Roman Kasseroller
  • Edición: Cesar Diaz, Justin Lerner
  • Música: Jonatan Szer
  • Distribuidora: A Contracorriente