Destello bravío

  • Dirección: Ainhoa Rodríguez
  • Guion: Ainhoa Rodríguez
  • Intérpretes: Guadalupe Gutiérrez, Carmen Valverde, Isabel María Mendoza
  • Género: Drama, comedia
  • País: España
  • 98 minutos
  • En cines el 18 de junio

«Va a pasar un destello bravo, bravío, y todo va a cambiar…», Isa se habla a sí misma dejándose mensajes en su grabadora para cuando desaparezca o pierda la memoria. Cita se siente atrapada en un matrimonio en una casa llena de santos y vírgenes. María regresa a la población donde nació para enfrentarse a su soledad. Las mujeres de una pequeña localidad rural, suspendida en el tiempo y azotada por la despoblación, viven entre la apatía de su día a día donde nada extraordinario ocurre y un profundo deseo de experiencias liberadoras que les hagan reencontrarse con el lugar donde fueron felices o soñaron serlo.

Por María Adell

La protagonista de Misterio, sensacional corto de Chema García Ibarra, es una mujer madura que tiene dos ilusiones: tener gatos y viajar al espacio. Al final del cortometraje, y tras el encuentro con una entidad sobrenatural —puede que sea la Virgen, pero también un extraterrestre—, cumplirá su segundo deseo. O tal vez no, pese a que tiene razones fundadas para querer abandonar este mundo: las escenas en las que, junto a otras mujeres de su edad, cose a máquina escuchando bakalao a todo volumen justifican ese ansia de liberación. De emancipación personal, sueños incumplidos y deseo femenino en la madurez va, también, Destello bravío, fascinante opera prima de Ainhoa Rodríguez.

En una estupenda entrevista en Otros Cines Europa, Rodríguez desgranaba el insólito proceso de creación del filme —que parte de un taller de cine para mujeres que la propia cineasta impartió en el pequeño pueblo de Extremadura en el que, más tarde, y durante meses, se rodó la película— y desvelaba algunas de sus claves, una de las cuales es su naturaleza profundamente híbrida. Destello bravío combina, a la vez, ficción y documental, naturalismo y artificio y, de forma muy relevante, religiosidad y esoterismo. Es una combinación misteriosa y que tiene una larga tradición en el cine español más heteredoxo: José Val del Omar o Jacinto Esteva ya transfiguraron la España rural, anclada en la tradición, en un entorno marcado por lo sobrenatural, con películas —Fuego en Castilla, Lejos de los árboles— en las que lo real estaba atravesado por una mirada alucinada que las situaba cerca del fantástico. Es el guante que recogen, aunque desde otro lugar, cineastas contemporáneos como García Ibarra o Elena López Riera, a los que se les une ahora Ainhoa Rodríguez.

«Si en Twin Peaks hubieran sustituido la tarta de cereza por unos pestiños afrodisíacos, hubiera salido a algo parecido a Destello bravío. Un filme creado a la contra de toda categorización, marcado por lo sobrenatural, lo esotérico o lo onírico: si el deseo (femenino) no puede hacerse real, encontrará siempre una vía de expresión, de desbordamiento, a través de las rendijas del inconsciente»

Nada de lo que hemos dicho hasta el momento alcanza a definir, exactamente, un filme creado a la contra de toda categorización. En Destello bravío, un filme eminentemente coral, hay cazadores que ya no quieren cazar, mujeres casadas que huyen del hogar, chicas que afirman que su novio es Batman y señoras que experimentan un éxtasis sexual grupal al comerse unos pestiños regados con miel de arce de la zona. Esta última es una escena clave en un filme que tiene en su centro el deseo femenino en la edad madura, algo tan invisible para la sociedad como los sueños de las protagonistas. Es, también, una secuencia valiente —bravía, podríamos decir— en la que las actrices no profesionales se abandonan a su propio placer frente a la cámara: Rodríguez filma esos cuerpos reales a través de una puesta en escena muy estilizada que captura sus gestos lascivos, artificiosos, a cámara lenta y utilizando un diseño de sonido chirriante, perturbador, que recuerda a la obra de David Lynch.

Hemos hablado de referentes —podríamos hablar también del Juan Cavestany de Gente en sitios, por su narrativa centrífuga, dispersa, en contra de cualquier clausura— pero aún no habíamos mencionado, justamente, al director de Carretera perdida: posiblemente, si en Twin Peaks hubieran sustituido la tarta de cereza por unos pestiños afrodisíacos, hubiera salido a algo parecido a Destello bravío. Si en la serie creada por Lynch y Mark Frost las víctimas de las habladurías y la opresión de ese pequeño pueblo eran sobre todo los adolescentes, Rodríguez describe una comunidad rural, enfrentada a su propia desaparición, que ha sofocado sistemáticamente los sueños y deseos de sus mujeres, ahogados en el fondo de ese lago que aparece al inicio y al final del filme. No es extraño, pues, que este sea un filme marcado por lo sobrenatural, lo esotérico o lo onírico: si el deseo (femenino) no puede hacerse real, encontrará siempre una vía de expresión, de desbordamiento, a través de las rendijas del inconsciente.

  • Fotografía: Willy Jauregui
  • Montaje: José Luis Picado
  • Música: Paloma Peñarrubia, Alejandro Lévar
  • Distribución: Filmin