El tesoro del amazonas


(The Rundown)

  • Dirección: Peter Berg
  • Guion: James Vanderbilt, R.J. Stewart
  • Intérpretes: Gael García Bernal, Vicky Krieps, Thomasin McKenzie, Rufus Sewell, Abbey Lee, Ken Leung, Alex Wolff
  • Género: Aventuras
  • País: EEUU
  • 105 minutos
  • Disponible en Movistar+ y formato doméstico

Para pagar una deuda, un cazador de recompensas (The Rock) viaja a Helldorado, una ciudad en lo profundo de la jungla del Amazonas, para capturar a un convicto (Scott). Pero cuando llega, descubre que a quien tiene que detener es sólo un muchacho ávido de emociones que busca riqueza, y ambos formarán equipo para intentar encontrar una mina llena de oro.

Por Daniel de Partearroyo

El cine de aventuras entendido de la manera más natural posible —sin fantasía épica, conjuros mágicos ni superpoderes de por medio— no ha vivido sus mejores momentos en el siglo XXI, sin duda por la revolución en la escala de las proezas asombrosas que supuso la expansión de los efectos digitales. Cuando todo es posible sin restricciones ante nuestros ojos, no por trucajes de la gramática cinematográfica sino directamente por la creación sintética de otras realidades, es normal que entre en crisis la figura del héroe con límites humanos. Aquella imagen de Indiana Jones aturdido ante un hongo nuclear sintetizó un cambio de paradigma que también se había manifestado en el discurrir de una saga heredera de Indy como fue La momia: pasó de relectura postmoderna a pastiche de píxeles en lo que dura un aleteo de escarabajo. 

Dadas las circunstancias, resulta paradójico que fuera en dicha saga, y como destinatario de CGI más que cuestionable, donde Dwayne Johnson —aún más conocido como The Rock, su personalidad artística en los rings de la WWF— comenzase su transición de estrella de la lucha profesional a abrirse camino en la gran pantalla. En realidad estamos ante un actor de pura fisicidad, que en sí mismo es una presencia arrolladora delante de la cámara. De ahí la importancia de El Tesoro del Amazonas como el siguiente título en su filmografía. Esta aventura selvática permite a Johnson poner a prueba su carisma y mostrar sus habilidades luchadoras sin adornos ociosos. Lo primero, con un protagonista que no tendría por qué caer bien al espectador —un cazarrecompensas con turbios pagadores que debe atrapar a Seann William Scott, en aquel entonces aún en la cresta de su fama por American Piepero con el que vas a muerte en cuanto expresa su deseo de montar un restaurante; lo segundo, dedicando la primera secuencia del filme a partirle la crisma a un equipo de fútbol americano.

Una presentación concisa y eficaz con la que Peter Berg establece el tono de la película antes de trasladar la acción a Brasil. Allí es a donde Johnson acude a por su víctima, quien se dedica a buscar un mítico artefacto de oro oculto en la selva amazónica. En un contexto de claudicación del relato de aventuras selváticas, ya despidiéndose para siempre de los tiempos de El hombre que pudo reinar, Berg se tomó muy en serio el género, respetando sus claves narrativas y dándole un baño de abrillantado por el lado de la imagen; lo que suele hacer cuando opera sobre géneros codificados como el deportivo, el bélico o el superheroico. Algo en lo que el director suele destacar sin llamar tanto la atención como su afición por el montaje rápido y el troceo de la acción con tomas desde decenas de ángulos es en la preocupación por los espacios. Aquí la selva como lugar de locura y peligro constantes recibe el tratamiento que merece: principal antagonista de una historia que va sobrada de ellos. Cada personaje tiene una misión individual bien clara y no duda en traicionar a los de alrededor para cumplirla. Ese juego de sospechas y desconfianzas engrasa la relación entre Johnson, Scott y una Rosario Dawson que ya se olía que Hollywood no iba a ser justo con ella. 

Si la camaradería, los chistes internos y el apoyo incondicional entre profesionales de lo suyo es el tema principal que discurre por el mejor cine posterior de Berg, en El Tesoro del Amazonas lo vimos nacer de la mejor manera posible: de la confluencia entre los legados de Howard Hawks y Sam Peckinpah. El trío protagonista es hawksiano desde su formación hasta la claridad con la que Dawson defiende el terreno como único personaje femenino de toda la película; al terreno Peckinpah —o incluso Herzog— pertenece el villano interpretado por un Christopher Walken sobresaliente, desbordado de manierismos y crueldad como el cacique de un pueblo minero que perfora en la boca del mismísimo Infierno. El final del filme, un clímax de western injertado en un relato de cazatesoros, escenifica de manera literal la energía de cada aparición previa del actor: un Walken hasta arriba de cowbell

  • Fotografía: Tobias A. Schliessler
  • Montaje: Richard Pearson
  • Música: Harry Gregson-Williams