Isabella

  • Dirección: Matías Piñeiro
  • Guion: Matías Piñeiro
  • Intérpretes: María Villar, Agustina Muñoz, Pablo Sigal, Gabi Saidón, Ana Cambre
  • Género: Drama
  • País: Argentina
  • 81 minutos
  • En salas el 7 de mayo

El argentino Matías Piñeiro continúa fiel a su estilo con esta cinta que explora de nuevo las relaciones entre la cotidianidad y la obra de Shakespeare, en este caso a través de una narración que juega con los saltos temporales. La protagonista es una actriz que desea el papel principal de la obra Medida por medida, y que por el camino se encontrará con una antigua compañera, ahora actriz reputada, que siempre le ha hecho sombra.

Por Daniel de Partearroyo

El argentino Matías Piñeiro cumple diez años de vuelo narrativo y exploración de los personajes femeninos de la obra de Shakespeare sin que sus comedias romántico-teatrales muestren ni un ápice de agotamiento tras cuatro largos y un mediometraje. Esa voluntad de reinventar lo reinventado alcanza un nuevo grado de complejidad temporal en Isabella, nueva entrega de uno de los ciclos más seductores del cine contemporáneo.

Piñeiro, espíritu de un heredero porteño de Rivette en sus dos primeras películas, halló su seña de identidad plena y reconocible en Rosalinda (2011) –dentro del proyecto Jeonju Digital Project del certamen coreano– y sus líos amorosos subterráneos en un ensayo de Como gustéis. Nacía un original diálogo con las comedias de Shakespeare, en texto y representación, que ha mantenido en toda su obra posterior: Viola (2012) con Noche de reyes, La princesa de Francia (2014) con Trabajos de amor perdidos, Hermia & Helena (2016) con Sueño de una noche de verano, hasta llegar a Isabella con Medida por medida.

« Nueva entrega de uno de los ciclos más seductores del cine contemporáneo, reinventa lo reinventado alcanzando un nuevo grado de complejidad temporal »

En cada una de ellas hay diferentes troupes actorales —recombinaciones de papeles distribuidos entre las mismas intérpretes, con quienes el reencuentro ya se celebra como el avistamiento de un rostro conocido al fondo de una fiesta— que se enfrentan a la obra shakespeariana de turno al mismo tiempo que hacen malabarismos con sus problemas personales, filtrados sin remedio en la preparación del texto. En Isabella tenemos a dos actrices (María Villar y Agustina Muñoz) compitiendo por el mismo papel en una producción de Medida por medida mientras lidian con otros asuntos como la preparación de otra obra teatral protagonizada por piedras, o el rodaje de una película que se retrasa.

Las condiciones de producción tranquila en un ambiente de colaboración creativa se perciben en la gran flexibilidad de las películas de Piñeiro para incorporar elementos de la vida real, al otro lado de la cámara, en esas ficciones que, justamente, tratan sobre la permeabilidad de la expresión artística. Tal apertura de miras ha contribuido a que la propuesta nunca sea repetitiva o formulaica, a pesar de la recursividad de sus rasgos. Isabella es un gran ejemplo, en tanto se aleja del modelo como sigue fiel a su esencia. Esta vez Piñeiro decide desordenar cronológicamente los acontecimientos de la historia de manera radical, apoyándose en cortes abruptos, rimas y contrapuntos en el montaje de imágenes procedentes de varias líneas temporales. Así genera un nuevo nivel de juego, atravesado por interferencias de la realidad como el embarazo de Villar o las imágenes de Muñoz en el rodaje de Ariel, proyecto en torno a La tempestad que el cineasta lleva unos años preparando junto a Lois Patiño.

En esa narración proclive a las elipsis no faltan las derivas paisajísticas con las que, últimamente, el autor envuelve sus películas. Sin perder la devoción que profesa a las palabras, el cincelado embriagador de la prosodia y la intencionalidad de cada entonación —en Isabella se explicita con un ejercicio que consiste en modular el recitado de un texto según el tipo de piedra que se sostenga en la mano—, cada vez más la naturaleza y los espacios le reclaman protagonismo sensorial frente a los laberintos verbales. Tendencia plástica también presente en unas transiciones que inundan la pantalla de color púrpura. Color de la ambigüedad y el equilibrio que, cuando cubre de luz el agua al atardecer, tiene su propio ritual: doce piedras lanzadas una tras otra para resolver una incertidumbre. Cada piedra permite una duda; si se tiran todas, esa decisión que se debía tomar se ha convertido en acto. En conclusión, el de Piñeiro es puro cine de acción.

  • Fotografía: Fernando Lockett
  • Montaje: Sebastián Schjaer
  • Música: Santi Grandone, Gabriela Saidon
  • Distribuidora: Noucinemart