Parpadea dos veces
- V.O.: Blink Twice
- Dirección: Zoe Kravitz
- Guion: E. T. Feigenbaum, Zoe Kravitz
- Intérpretes: Naomi Ackie, Channing Tatum, Alia Shawkat, Simon Rex, Adria Arjona, Haley Joel Osment, Christian Slater, Kyle MacLachlan, Geena Davis…
- País: EEUU
- Género: Thriller
- 102 minutos
- Ya en cines
- «Cuando el magnate de la tecnología Slater King conoce a la camarera Frida en su gala de recaudación de fondos, saltan chispas. Él la invita a acompañarle a él y a sus amigos a unas vacaciones de ensueño en su isla privada. Un auténtico paraíso. Las noches salvajes se mezclan con mañanas bañadas por el sol y todo el mundo se lo pasa en grande. Nadie quiere que el viaje termine, pero cuando empiezan a suceder cosas extrañas, Frida intuye que algo anda mal en ese lugar. Tendrá que descubrir la verdad si quiere salir viva de la fiesta.»
Por Elisa McCausland y Diego Salgado
Se cuenta que la actriz y cantante Zoë Kravitz es una cinéfila compulsiva, y que tiene además querencia por las películas de género con facetas autorales, políticas y weird. Todos esos ingredientes convergen en su ópera prima como guionista y directora, Parpadea dos veces, intriga ambientada en una isla donde nada es lo que parece a simple vista y donde quien se cree un invitado acaba por ser una presa. En sus imágenes no cuesta nada reconocer clásicos del suspense como El malvado Zaroff (1932), Las mujeres de Stepford (1975) y Déjame salir (2014) así como la influencia, puede que algo forzada y a destiempo, del movimiento #MeToo y la conspiranoia en torno al tráfico sexual de menores llevado a cabo por Jeffrey Epstein.
La protagonista de Parpadea dos veces es Frida (Naomi Ackie, quizá el aspecto más destacable del filme), una camarera que se siente atraída de forma irresistible por un magnate de las nuevas tecnologías, Slater King (Channing Tatum). Slater se halla en el ojo del huracán por haber ejercido abusos de poder desde su posición de privilegio, pero ha pedido disculpas ante la opinión pública y ha prometido redimirse. Su amiga Jess (Alia Shawkat) advierte a Frida de que la redención de Slater no suena verosímil, pero un encuentro fortuito con él hace que ambas terminen siendo partícipes de una estancia del magnate y sus adinerados amigos en una isla de la que Slater es propietario. Allí, Frida y Jess pasan unos días de ensueño, hasta que se larva en ellas un malestar al que se ven obligadas poco a poco a prestar atención.
Parpadea dos veces funciona muy bien durante esos primeros minutos en los que Frida se siente frustrada por una existencia precaria y un pasado tenebroso que se niega a revisar, y cree que su encuentro con Slater puede desembocar en un cuento de hadas. Aunque no falta el juego formal con las expectativas y los recelos de los personajes en el seno del encuadre —véase la larga y compleja toma que sigue a Frida por el interior del apartamento que acaba de serle asignado en la isla—, Zoë Kravitz opera sobre todo a partir del montaje: las bruscas elipsis y las armonías y disonancias de color y sonido entre los planos de una misma escena, estrategias que ostentan en los mejores momentos cualidades experimentales, cercanas en espíritu a la atonalidad musical, brindan una y otra vez pistas sobre la violencia soterrada en las idílicas vacaciones en la isla de Slater, sobre la tensión insoportable entre el dolor subconsciente de las protagonistas y su tendencia consciente a negar cualquier problema y afirmar que todo marcha bien.
Sin embargo, como es habitual en el cine de hoy, Parpadea dos veces fracasa cuando, una vez planteado el mood, un cierto estado anímico y estético de las imágenes, llega la hora de que estas hagan progresar el drama y la intriga que la propia película se ha empeñado en proponernos. Desde el momento en que desaparece uno de los personajes clave para la trama, la película se derrumba estrepitosamente como thriller, reduciendo de paso a un galimatías sus discursos en torno a la cultura de la violación en los círculos del poder, la importancia de que las víctimas se reconozcan como tales y la desconfianza hacia las configuraciones mediáticas y corporativas del mea culpa en que tienden a ampararse los culpables.
Como decíamos, Zoë Kravitz llega tarde a las expresiones culturales del feminismo de cuarta ola: se diría que Parpadea dos veces ha sido rodada en 2018, cuando parecía más importante denunciar ciertas actitudes sistémicas que esforzarse en hacerlo con inteligencia, talento y, por qué no, humor, como pusieron después de manifiesto películas como The Scary of Sixty-First (2021). Prueba definitiva de las numerosas incoherencias de Kravitz es un desenlace fantasioso, que, como el de un estreno coetáneo, Maxxxine (2024), justifica que las mujeres se erijan a nivel individual en supervivientes, en ejemplos de éxito y visibilidad a cualquier precio, renunciando por el camino a lo mejor de sí mismas, la sororidad con sus compañeras de desventuras y la posibilidad de intervenir las imágenes con que se las cosifica y paraliza.
Parpadea dos veces arranca con citas más o menos explícitas a La cenicienta y Pretty Woman (1990) pero, cuando se reinventa como fábula, olvida que poner en valor el inconsciente no significa otorgar perfiles más satisfactorios a lo consciente —esa mirada final, cómplice y tópica, de Frida a cámara— sino en abolir por completo su legitimidad; en plasmar el horror y las injusticias latentes con tanta intensidad como para que sea imposible volver a creer en los relatos epiteliales, en que la superficie solo es superficie.
- Montaje: Kathryn J. Schubert
- Fotografía: Adam Newport-Berra
- Música: Chanda Dancy, Gabriel Garzón-Montano
- Distribuidora: Warner Bros