San Sebastián 21 #5: Por la noche veo Safdies

Arthur Rambo forma parte de la Sección Oficial del 69 Festival de San Sebastián.

Red Rocket forma parte de la Sección Perlas del 69 Festival de San Sebastián.

Are you lonesome tonight? forma parte de la Sección Perlas del 69 Festival de San Sebastián.



Uno de los grandes hits de esta 69 edición del Festival de San Sebastián son los títulos de crédito. No unos en concreto, todos. La organización del festival ha decidido que este año nadie se puede levantar de su butaca hasta que no termine de salir el último logo, el último número de registro, la última dedicatoria privada de los créditos. Estaría bien que fuera una especie de venganza contra Netflix y la televisión en general, pues eso de quitar los créditos no lo ha inventado Ted Sarandos, me temo. Rizando el rizo, se podría hablar de un trolleo pavlovliano a la experiencia cinematográfica en la era Marvel: hay quien empieza a ver blanco sobre negro y ya le entra el ansia por la escena teaser. El caso es que la organización del festival ha decidido que debemos ver los créditos al completo y que nadie abandone la sala antes, sin excepción. Después, hay que salir por filas, una detrás de otra. Como en el colegio. Y como en el colegio, hay berrinches, empujones y ansiedad por salir. Y en esas andamos cuando se ha dado una feliz casualidad: no han sido ni una ni dos ni tres las películas que sin venir a cuento rompen sus créditos con un temazo. Un temón, un temarraco, tralla de la buena. Sin previo aviso. Termina el dramático tête à tête entre Yann Andréa y la periodista Michèle Manceaux en Vous ne désirez que moi y… ¡chunta chunta! Una tendencia cuyo origen bien podríamos situar en aquellos títulos de créditos ya míticos de Uncut Gems que rompían en Lamour toujours, temón, temarraco y temazo donde los haya. Con las fiestas a orillas del mar canceladas y trasladadas hors cadre a habitaciones de hotel, al final el mejor sitio para bailar en Donostia han sido las salas de cine. 

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Hace poco nos dejó Jean-Paul Belmondo, al que invitamos a escribir unas líneas para el prefacio del libro que Sofilm le consagró en 2018 y nos dejó un consejo que conviene tener siempre a mano. Así en la vida como en el cine. «Hay que tener gusto por observar y escuchar a los demás. También, saber estar despreocupado. Así es como tienes una vida hermosa como la mía. Una vida de la que me gustaría revivir cada momento».

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Volvamos a los temazos. Como los de electro magrebí que suenan en una película tan de «tema(zo)» como Arthur Rambo, con la que Laurent Cantet ha vuelto casi diez años después a la Sección Oficial de San Sebastián. Nadie puede negar al cineasta francés el don de la oportunidad: su nueva película, con el carácter de urgencia de un “abro hilo”, va sobre un tipo llamado Karim D., escritor joven de moda, un tipo guapo, concienciado, que para colmo, es de origen magrebí y criado en el banlieue, es decir, un pozo de petróleo a capitalizar por la industria cultural francesa, el tipo de autor por el que es fácil imaginarse salivando a según qué políticos enrollados, tuiteros de tick azul y gente «del mundillo». Dicho de otro modo, si fuera español tendría entrevista en el programa de Rufián, canal de recomendaciones en Filmin, varios cortes virales de PlayZ y algunos tuits negativos de Lenore. Cuando Cantet nos lo presenta, Karim está que lo rompe; acaba de participar en un programa televisivo y en una fiesta de su editorial una importante productora le propone adaptar su libro al cine. Qué coño, que sea él mismo el que lo lleve a la gran pantalla. Solo que su suerte está a punto de cambiar con velocidad simétrica a su ascenso cuando se reflota una cuenta de Twitter, @ArthurRambo, desde la que desde hace años viene publicando tuits incendiarios de carácter misógino, racista, antisemita, y de casi todos los tipos de tuits que te aseguran una cancelación directa. «¿Quién es Karim D.?» se pregunta Cantet desde la propia sinopsis, ¿el joven escritor concienciado o el troll violento y ultra de Twitter? Un punto de partida desde el que Cantet, desplegando una vez más su estilo inmediato de ambición realista, cita alguna de las problemáticas que vienen siendo trending topic desde que las redes sociales se integraron en el tejido social: la cultura de la cancelación, la separación obra/autor, los límites del humor, la inercia histérica entre fandom y masa enfurecida sobre la que basculan las redes, incluso las dudas acerca de la dimensión real de un tuit. También, la eterna hipocresía de la burguesía progresista. El problema viene cuando Cantet se contenta con exponer todo esto con la profundidad de un hilo de Twitter que recopila ítems sin decir apenas nada sobre ellos. Para colmo de males, la película termina con un harakiri en forma de disclaimer: los responsables de la película juran que los tuits de la discordia son inventados y solo los reproducen en pantalla con fines cinematográficos. Una pena, porque a Cantet le debemos uno de los comentarios más acertados respecto al punto ciego que encontramos en torno a algunos fenómenos propios de la generación digital: aquella escena de apertura de El taller de escritura en la que, observando en primera persona la partida de Playstation que juega un chaval, seguimos a Geralt de Rivia, protagonista del videojuego The Witcher 3, explorando la arcadia digital entre montes, ríos y praderas, hasta que sube por una loma, se detiene frente al enorme sol que corona el azul del cielo, lo observa, le apunta con su ballesta y dispara flechas al astro. Y ahí quedaba ya todo dicho, sin cartela final ni interpretaciones unívocas.

Con todo, Arthur Rambo deja al menos una escena para el recuerdo: aquella en la que Karim D. busca refugio en el anonimato de las calles nocturnas de una ciudad… plagada de dispositivos conectados a la red. Una huida imposible, tan «Safdie», a la carrera por las calles de París que nos enfrenta a la certidumbre de la pesadilla digital definitiva: 22 años después de The Matrix, todos somos el Agente Smith. 

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No sería la única vez que nos acordáramos de los Safdie en este festival, pues Red Rocket es, como se ha dicho, la película de Sean Baker que más en sintonía fluye con el cine de los hermanos neoyorquinos. Lo es por situarnos hombro con hombro junto al perdedor desesperado en el que nadie quiere verse reflejado pero con el que todos empatizamos porque sabemos que, en el fondo, lo que verdaderamente nos separa de ellos es una clase media hoy terminal. Pero también porque como Belmondo, y como los Safdie, Baker observa y escucha a los demás, pero también sabe estar despreocupado, tanto para hacernos reír en pleno 2021 con la relación criminal entre un arribista desarrapado que quiere convertir a «su» lolita de la tienda de rosquillas en el billete de vuelta a la industria del porno, o para encontrar un contraplano moral tan sencillo, hermoso y divertido como el que encarna el perro de su ex-mujer, que retoza gozoso en la hierba o descansa feliz en el porche al fresco del atardecer, y que siempre devuelve la mirada al caradura, y al espectador, cada vez que se sienten tentados a escudarse en el paternalismo o regodearse en la miseria. 

En la de Baker, por cierto, no hay canción electrónica, pero sí la más cachonda resignificación del Bye, bye, bye de *NSYNC.

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Hablábamos antes de cómo en una película puede habitar otra, la posibilidad de otro filme en sus imágenes que nunca se verá materializado pero que está ahí como camino nunca tomado. Lo decíamos respecto a la pequeña película de los Safdie que habita en Arthur Rambo, pero lo pensamos de nuevo viendo el thriller chino Are you lonesome tonight?, recuperado de las «proyecciones especiales» del pasado Festival de Cannes y producido por Diao Yinan, ya un nombre garante tanto para el festival francés como el español. La ópera prima de su protegido, Shipei Wen, estilizada y juguetona, no propone nada que no hayamos visto antes en cualquiera de los últimos thrillers chinos con querencia noir, empezando por los del propio Yinan, pero, sin embargo, más allá de lo simpático de su estrafalaria galería de personajes —un crooner ciego mafioso que canta por Elvis a la cabeza— encontramos un acercamiento al género que sí es bastante particular: siguiendo la historia fragmentada y desordenada de un tipo que atropella a un hombre con el coche y se da a la fuga, seguiremos los intentos posteriores y desesperados del sujeto por redimir su sentimiento de culpa, contactando primero con la viuda y viéndose después inmerso en una trama criminal de la que formaba parte el atropellado y en la que él se inmiscuirá in media res e, incluso, como personaje fuera de cuadro, casi como un personaje que va visitando escenas de una película criminal que transcurre en paralelo a la suya. Me explico. En una escena, por ejemplo, acompañamos al infeliz protagonista, de nombre Xueming, que conduce su coche siguiendo sus pesquisas sobre el entramado criminal cuando, de repente, la trama mafiosa hace acto de presencia sin percatarse siquiera de la presencia de Xueming, que esperará agazapado tras un vehículo a que los criminales acaben con sus respectivas vidas antes de reincorporarse a su tarea. En otro momento, Xueming observa cómo dos bandas disputan una pelea multitudinaria sobre un puente y, consumido por la culpa, decide internarse en la batalla campal en un arrebato masoquista, buscando aplacar su dolor a golpe y porrazo. El caos de la melé impide que los miembros de ambas bandas se percaten demasiado de la presencia de un tipo que ataca a miembros de ambos bandos por igual. Una pelea multitudinaria que no guarda pocas similitudes con algunas de las filmadas por Yinan en El lago del ganso salvaje. Mientras los títulos de crédito rompen en el temarraco electrónico reglamentario, me divierto pensando en que no hay ninguna película que habite en Are you lonesome tonight?, es ella la que habita, fuera de cuadro, en una película de Diao Yinan. A.L.