Por Roberto Morato

Los héroes del universo de Tom Clancy siempre han sido personajes encerrados en una lucha sistemática contra un sistema corrupto que los traiciona y cuya máxima siempre ha sido restituir el statu quo previo a dicha traición… Pero qué ocurriría si ese mismo héroe fuese una persona a la que el sistema ya ha vendido desde su nacimiento. Ese es el planteamiento singular de Sin remordimientos, la reintroducción cinematográfica al siglo XXI del particular universo político de Tom Clancy si obviamos los deslices encabezados por Ben Affleck y Chris Pine.

Se aleja de los estándares de espectacularidad y banalización de la violencia, Sollima traza secuencias de acción que enlazan directamente con el cine de terror. Acierta a la hora de reconfigurar un nuevo héroe de acción, que Michael B. Jordan encarna con rotunda ferocidad.

El John Clark que encarna con rotunda ferocidad un Michael B. Jordan empeñado en convertirse en la próxima gran estrella planetaria, se aleja del prototipo de figura clásica de Clancy para sumergirse en el héroe del nuevo siglo, cuya única divisa es la supervivencia. Alejado de ideales patrióticos o ideológicos, una nueva raza de héroe con intereses y objetivos mucho más mundanos que sin embargo se sienten mucho más próximos a un espectador absolutamente descreído de las grandes metas y objetivos. En este sentido, Stefano Sollima, el director de la película, configura un mundo donde la violencia es el único lenguaje imaginable. Alejándose de los estándares de espectacularidad y banalización de la violencia del mundo de videojuegos —que realmente ha sido la representación canónica de la literatura de Clancy durante las últimas dos décadas—, Sollima traza secuencias de acción que enlazan directamente con el cine de terror. Cada muerte, cada estallido de secuencia, la angustiosa y magistral secuencia del asalto al hogar del protagonista, refuerzan la idea de alejarse del espectáculo y la pirotecnia habitual en este tipo de producciones para adentrarse en el horror intrínseco del individuo enfrentando a un sistema que le niega constantemente.

Puede que Sin remordimientos fracase a la hora de actualizar el imaginario político de la literatura de Tom Clancy —¿Quién necesita interesarse por la Guerra Fría entre Rusia y Estados Unidos en pleno 2021?— pero acierta a la hora de reconfigurar un nuevo héroe de acción, el del resiliente que se niega a morir y ser aplastado, aquel que desprecia el statu quo y que en propias palabras de John Clark, ya no lucha por conservar la imagen de la América idílica sino que sigue viviendo otro día para batallar por los Estados Unidos que podrían haber sido.