Sitges 2019: Le fantastique

– Sitges 2019: Le fantastique –

Con el nuevo extremismo francés en el espejo retrovisor y el modelo EuropaCorp de Besson de capa caída, pareciera que el cine de género francés ha vivido mejores momentos. Primer plot twist: en la 52 edición del Festival de Sitges confluyen una decena de títulos procedentes del país galo que vienen a contarnos que este muerto está muy vivo. Pero, ¿hacia dónde se dirige el género en el país del cine? Destacamos cuatro de las propuestas más significativas que podemos ver en el festival internacional de cine fantástico.   

ZOMBI CHILD
de Bertrand Bonello
con Louise Labeque, Wislanda Louimat, Adilé David…
Sección: Noves Visions 
 
Zombi Child se define por su misterio. Para empezar, está el de su montaje, que alterna una teen movie actual ambientada en un internado de la Legión de honor y una historia de zombis que transcurre en Haití en 1962. Mientras el haitiano Clairvius, a quien los esclavistas convirtieron en zombi durante la dictadura de Duvalier, intenta liberarse de su maleficio, su hija pequeña, Mélissa, conoce en el internado a Fanny, Salomé, Adèle y Romy, que la adoptan en su «sororidad» secreta. ¿Correrá la sangre del zombi por las venas de Mélissa? ¿Devorará a sus compañeras? Bonello escoge un dispositivo narrativo provocador por su radicalidad, amplificando aún más el de su filme anterior, Nocturama: esta vez, no es la primera hora de la cinta, sino toda esta entera la que descansa en un extraño efecto de suspense durante el cual se trata de resolver el enigma. El misterio se torna aún más opaco porque pocas cosas aquí anuncian el terror, ya que el cineasta da una forma casi documental a su película de zombis. Empieza siguiendo el ritual vudú de la transformación en zombi del padre de la chica, desde la preparación del polvo hasta el secuestro del cadáver «no muerto» en plena noche. Igualmente, la vida de las internas de la Legión de honor se reproduce de forma pormenorizada, desde las clases hasta los dormitorios. Sin embargo, desde el principio, vemos en las jóvenes el letargo de los «no muertos» de gestos mecánicos. Filmadas con un travelling lateral en el decorado, majestuoso pero opresivo, de la Legión de honor, con esas estudiantes que, con su uniforme y su echarpe de color, se vuelven idénticas las unas a las otras. Y es precisamente con ese movimiento de cámara como Bonello filma a los zombis, lo mismo que si fueran un único cuerpo homogéneo y dócil. La misma ira subterránea de Nocturama resuena entonces Zombi Child: la del materialismo de nuestra sociedad. Clairvius es así una víctima de la avidez de los demás. Y el horror acabará llegando en un baño de sangre vudú memorable debido a un personaje que cree poder comprarlo todo: la religión de otro, e incluso el amor. Juliette Goffart
 
LES PARTICULES
de Blaise Harrison
con Thomas Daloz, Salvatore Ferro, Léo Couilfort…
Sección: Oficial Fantàstic Competició
 
En teoría, Les particules es una película muy sencilla. Su irrupción en el reino del joven cine francés en principio nada tiene de sorprendente: he aquí una teen movie concebida a modo documental (Blaise Harrison destacó en este áHmbito antes ya de firmar esta primera ficción) en la que actúan actores no profesionales, elegidos asistiendo a sesiones de fotos de clase en los institutos alpinos, con una manera de bordear la frontera entra realismo seco e incursiones fantásticas, pues la desaparición de un compañero del héroe, adorable bobalicón soñador, abre pronto un resquicio hacia lo sobrenatural. Pero, aunque Les particules es una teen movie, nada tiene de feel-good. Si algo tiene, es lo contrario: con unos modelos conocidos (Richard Kelly, Jeff Nichols…), Harrison teje un cuento de hadas feel-bad basándose en los grandes clásicos de la adolescencia. Lo que vemos es, pues, guerras de yogures en la cantina, champiñones ingeridos frente a una hoguera, primeros grandes amores (torpes, pero no por ello menos intensos).
 
Lo singular de la película no es la hermosa preocupación que planea sobre el relato y esa región apagada de la frontera francosuiza (un islote de fría banalidad sutilmente hechizada). Es más bien su decisión: la de volver a transcribir esas angustias juveniles para enlazarlas con los miedos de los adultos, cuando numerosos cineastas filman a los adolescentes con la perspectiva de la madurez, en especial, en las teen movies, que se asientan en esa distanciada ternura que sentimos por los primeros porros y las primeras emociones stendhalianas de nuestros años de instituto. Les particules rechaza toda distancia y jamás mira por encima del hombro la aspiración de su héroe, Pierre-Antoine, en un abismo de interrogantes sobre el espacio-tiempo, el origen de la materia, todo ese trasmundo metafísico vislumbrado durante el colocón de una fiesta. La fascinación del héroe por el mayor acelerador de partículas del mundo, que proporciona las ondas negras que retumban en su tierra natal, confiere al filme una capa extra de preocupación: se propaga por la película, como si los enigmas, la tristeza y el amor infinito sentido por las partículas se imprimieran en el rostro perdido de Pierre-Antoine, poeta, metafísico, pero, ante todo, adolescente como los demás. R.C.
 
LE DAIM 
de Quentin Dupieux 
con Jean Dujardin, Adèle Haenel
Sección: Oficial Fantàstic Competició
Es una fantasía que, tarde o temprano, todos acariciamos: dejarlo todo, irnos para no volver jamás, conducir sin rumbo hasta ver dónde establecernos, reinventarnos. Lo que pasa es que, como no todos los hombres son Quentin Dupieux, sería más aventurado afirmar que la midlife crisis viene acompañada de una voz susurrante: «¿Y si la vida, la verdadera, consistiera en pulirse 7.500 euros en una maldita cazadora de flecos de ante puro?». Aquí hay, pues, un hombre, Georges, de 44 años, que enuncia algo sencillo y lleno de sentido: si hay que poner los contadores a cero, mejor hacerlo «a la manera de un enfermo». No nos vayamos por las ramas: Le daim es, potencialmente, la Dupieux movie más poderosa que se ha estrenado hasta hoy. La singularidad sigue estando presente, pero en esta ocasión se configura alrededor de esta historia sobre una cazadora de ante, una historia de obsesión y de búsqueda en pos de la libertad absoluta cueste lo que cueste. En una hora y diecisiete minutos, la película materializa todas las dupieuserías reales o imaginarias: aun cuando esta se presente mucho menos intensa que otras (Steak, Wrong Cops), encontramos el sustrato del psicoanálisis (Réalité) o las referencias bien digeridas del cine francés relajado del género (Bajo arresto). Un espacio para el vértigo existencial del macho occidental que sale a reconquistar lo que le falta de animalidad. Pero, ¿por qué Le daim funciona tan bien? Existen varios motivos. La idea de rodar en un lúgubre rincón de los Pirineos irradia un ambiente opresivo que podríamos comparar tanto con el de Serie negra, de Corneau, como con el de La noche de Halloween, de Carpenter. La manera de aunar, sin por ello exagerar, lo policíaco social, el arte de la comedia a través del vacío y la slasher movie para, finalmente, esbozar un relato de soledad es, ante todo, una excelente idea cinematográfica. Esto significa que la forma (siempre importantísima en el cine de Quentin Dupieux) tiene tanto valor como el fondo. Hace más de diez años, su alias techno, Mr. Oizo, lanzaba una pieza alucinada y muy hermosa titulada «Vous êtes des animaux» (Sois animales). Hoy podría decir: «Je suis un animal» (Soy un animal) o, de una manera casi flaubertiana, «Le daim, c’est moi» (El ante soy yo). Jean-Vic Chapus


VIF-ARGENT
de Stéphane Batut
con Saadia Bentaïeb, Frédéric Bonpart, Babakar Bâ
Sección: Noves Visions 
Cuando yo era muy chico, me resultaba incomprensible que si alguien moría en una película, esta pudiera volver a proyectarse, ya que el personaje no existía más. Algo parecido me pasaba cuando me enteraba que un actor había muerto en la vida real: mi hipótesis era que se volvería invisible en las películas que había filmado y que el lugar que antes ocupaba su cuerpo en la pantalla sería transparente. Dicho de otro modo, no entendía el cine como dispositivo mecánico. En tiempos de los Lumière, no pocos suponían que el principal uso del cine iba a ser justamente el de permitir que los seres queridos conservaran un recuerdo de sus muertos. Entre la precariedad de mi mente infantil y esa predicción que resultó falsa se ubica una película como Vif-argent, que invita al espectador a preguntarse por el lugar de los muertos en el cine. Al menos de esos muertos vivientes, a los que el guión vuelve alternativamente visibles e invisibles y tienen fecha de caducidad una vez registrado su paso por la tierra. Las películas de muertos que vuelven suelen tener un estatuto particular para el más allá y una dificultad: cómo filmarlos. 
 
Vif-argent ensaya distintas variantes al respecto. Los filma como visibles, como semitransparentes (entre visibles e invisibles) y como invisibles (aunque pueden tener tanta presencia como para producir un orgasmo en la mujer amada). Y, además, hay otra cuestión: si los revenidos solo se pueden ver entre sí, si son visibles por los vivos o si ellos pueden verlos. Porque de los tres casos hay en la película. 
El guión de Vif-argent embrolla las pistas, propone distintas soluciones y sugiere reflexiones filosóficas. Pero, finalmente, el invento de los Lumière viene en su auxilio, no ya como testimonio de los muertos sino como documento de lo vivo. Así, VIf-argent, más allá de un mercurial romanticismo acorde con el título y de su oscura espiritualidad, permite contemplar las calles y los rostros, el metro y las estaciones de tren, los paisajes nevados y los bosques, imágenes que Stéphane Batut filma con verdadero placer. Incluso, el film llega a exhibir la chaqueta más espectacular del año. Frente a películas así, se puede pensar que Griffith inventó una industria en la que los guiones sirven para contrabandear imágenes. Quintín