Tiempo


(Old)

  • Dirección: M. Night Shyamalan
  • Guion: M. Night Shyamalan (Cómic: Pierre-Oscar Lévy, Frederick Peeters)
  • Intérpretes: Gael García Bernal, Vicky Krieps, Thomasin McKenzie, Rufus Sewell, Abbey Lee, Ken Leung, Alex Wolff
  • Género: Thriller, terror
  • País: EEUU
  • 108 minutos
  • Ya en salas

Durante unas vacaciones en un paraíso tropical, una familia descubre que la recóndita playa elegida para relajarse unas horas está haciéndoles envejecer rápidamente… reduciendo toda su vida a un único día.

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

Durante mucho tiempo M. Night Shyamalan trató de negarse a sí mismo que es en esencia un niño grande con un miedo cerval a la muerte y, quizá en mayor medida, a la muerte en vida. Sus tres primeras realizaciones —Praying with Anger (1992), Los primeros amigos (1998) y la popular El sexto sentido (1999)— fueron muy cándidas al respecto, como demostraban los puntos de vista desde los cuales se planteaba lo narrado.

Sin embargo, en años siguientes Shyamalan pasó a comportarse como un adolescente empeñado en abordar temas trascendentes con una retórica fantastique cada vez más engolada, de serie A. Su carrera trazó así una trayectoria parabólica digna de Wile E. Coyote que despegó con Señales (2002) y dio con sus huesos en El incidente (2008). Desde entonces, es decir, la última década, Shyamalan no ha levantado cabeza, y quizá no esté interesado en hacerlo.

En oposición al terror elevado y otras expresiones de fantástico inteligente alentadas hoy por la industria, Shyamalan ha dejado atrás cualquier simulacro de gravedad expresiva y apostado por invocar en cine —La visita (2015), Múltiple (2015), Glass (2019)— y televisión —Servant (2019-)— un espíritu mordaz de serie B y hasta trash. Bajo esa bandera, el cineasta ha recrudecido sus críticas a los consensos sociales sobre el sentido de la existencia, su indagación acerca de la posibilidad de vida antes de la muerte, y su apelación a lo (in)imaginable como terapia de shock para sus personajes.

«Una película irrelevante en la trayectoria de su autor, transforma una fábula que no brindaba al lector explicaciones sino interrogantes, en un ejercicio muy codificado de género que prima los golpes de efecto. Nos queda la duda de si la persistencia de Shyamalan en esa clave menor, su renuncia a los argumentos y las formas, no tendrá algo de premeditado. ¿Es una llamada de socorro? ¿Una declaración artística de intenciones?»

Ahora bien, como pone de manifiesto Tiempo, el Shyamalan que ha aprendido a tomarse menos en serio a sí mismo para sobrevivir en Hollywood como enfant terrible corre el riesgo de haber relajado hasta el límite su autoexigencia creativa. Basada en la irregular novela gráfica de Pierre Oscar Lévy y Frederik Peeters Castillo de arena (2010), en la que un grupo variopinto de personas había de lidiar en una playa recóndita con la aceleración inexplicable de sus ciclos biológicos, Tiempo desdeña en su mayor parte las pretensiones alegóricas del cómic, así como sus reflexiones en torno a la futilidad de nuestros anhelos vitales, lo extraño en el seno de lo familiar, y la inoperancia del tabú social frente al poder monstruoso de la naturaleza.

Algo sorprendente dado que, como hemos apuntado, mucho de lo tratado en Castillo de arena se halla presente de manera más o menos explícita en la filmografía de Shyamalan. Pero este se limita en Tiempo a esbozar algunas cuestiones, pasar olímpicamente de las más incómodas, y, sobre todo, transformar una fábula que no brindaba al lector explicaciones sino interrogantes, en un ejercicio muy codificado de género que prima los golpes de efecto y donde el relato queda atado y bien atado a costa de lecturas con una mínima entidad. Y todo ello, envuelto en un dispositivo formal que solo adquiere cierto empaque durante el breve periodo de metraje en que la noche se apodera de la playa donde están atrapados los personajes y de la propia ficción.

Cabría hablar sin más de pereza o faena de aliño; algo subrayado perversamente por ese personaje secundario, un observador desapasionado de cuanto sucede, que Shyamalan se reserva como actor. Pero, por otra parte, la filiación grosera de Tiempo con la ciencia ficción fílmica de los años setenta —Almas de metal (1973)—, la televisiva de los sesenta —The Twilight Zone— e incluso títulos cuasidistópicos para los más jóvenes auspiciados en la actualidad por Blumhouse  —productora con la que Shyamalan ya ha trabajado— da que pensar.

Tiempo es una película irrelevante en la trayectoria de su autor. Pero nos queda la duda de si la persistencia de Shyamalan en esa clave menor, su renuncia a los argumentos y las formas, no tendrá algo de premeditado. ¿Es una llamada de socorro? ¿Una declaración artística de intenciones? ¿Una señal a los productores de que aceptará sin problemas la tutela que tengan a bien imponerle?

  • Fotografía: Mike Gioulakis
  • Montaje: Brett M. Reed
  • Música: Trevor Gureckis
  • Distribuidora: Universal Pictures