Última noche en el Soho

(Last Night in Soho)

  • Dirección: Edgar Wright
  • Guion: Krysty Wilson-Cairns, Edgar Wright
  • Intérpretes: Thomasin McKenzie, Anya Taylor-Joy, Matt Smith, Terence Stamp, Diana Rigg
  • Género: Thriller, fantástico
  • País: Reino Unido
  • 118 minutos
  • Ya en salas

Thriller psicológico sobre una joven apasionada por la moda que misteriosamente puede entrar en la década de 1960, donde se encuentra con su ídolo, un atractivo aspirante a cantante. Pero el Londres de los sesenta no es lo que parece, y el tiempo comenzará a desmoronarse con sombrías consecuencias.

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

De todos los directores surgidos en los años noventa y pertenecientes a la llamada generación del videoclub, que ha cifrado el sentido de sus películas en la revisión maniática de los motivos del cine y la cultura populares, el británico Edgar Wright ha sido quizá el más literal. Desde el principio de su carrera, el humor referencial y los apuntes meta han constituido argumentos esenciales de su cine, hasta el punto de que Wright ha presumido en ciertos momentos de su trayectoria de un homenajeómetro que le permitía y nos permitía comprobar cuántos guiños había incluido en sus realizaciones.

Su obsesión por la cita pop y cinéfila ha hecho de él un film nerd, con el peligro que ello ha acarreado en cuanto a la exaltación acrítica de los modelos añejos que citaba y la celebración subsiguiente del consumo y la nostalgia. Última noche en el Soho puede entenderse en ese aspecto como una enmienda de Wright a su propio cine, tras tomar nota de los discursos actuales del feminismo y la diversidad. De este modo, las peripecias de una joven que abandona su idílica vida en la Inglaterra rural para estudiar diseño de moda en una Londres hostil, y que busca refugio para sus emociones y su creatividad en la rememoración del Swinging London, empieza por ser una alegoría de lo referencial elevada a la enésima potencia y deriva en cuestionamiento político de unos imaginarios culturales idealizados por la tradición.

Hay sin embargo varias contradicciones que Wright no acierta a resolver. Algunas enriquecen las imágenes de Última noche en el Soho. Otras perjudican notablemente sus ambiciones. Durante su primera mitad, la película entrecruza con gran habilidad la cotidianidad en nuestro presente de la modosa Ellie (Thomasin McKenzie) con la de Sandie (Anya Taylor-Joy), la desinhibida chica de los años sesenta en quien Ellie proyecta sus frustraciones durante largas ensoñaciones nocturnas. Wright siempre ha prestado una atención especial a las formas, como ponen de manifiesto los gags sincopados de la Trilogía del Cornetto (2004-13), la experimentación gráfica y transmedia de Scott Pilgrim contra el mundo (2010) y el montaje coreográfico de Baby Driver (2017). Pero Última noche en el Soho va mucho más allá: realización, fotografía, montaje, canciones y efectos digitales concretan un espectáculo de virtuosismo deslumbrante en su gestión de los tiempos y los espacios, y un atmosférico thriller psicológico que tiene a Wolf Rilla y Mario Bava entre sus influencias más obvias.

El problema radica en que Edgar Wright se abstrae de manera absoluta en ese ejercicio de manierismo estético y cultural. Como consecuencia, resultan inconsistentes sus esfuerzos por deconstruirlo en la segunda mitad del filme en virtud de los abusos contra las mujeres del pasado que denuncia. A ello hay que sumar una historia incapaz de evolucionar una vez expuesto su punto de partida y que acumula sin orden ni concierto en sus últimos minutos sorpresas, aclaraciones y excesos propios del Grand Guignol. Uno y otro defecto evidencian que la técnica cada vez más barroca de Wright tras la cámara es solo fuego de artificio, hasta cuando se empeña en que transmita mensajes comprometidos.

Siempre que afectamos la voz nos traicionan los pequeños detalles, y así le sucede a Wright en Última noche en el Soho al escribir con la mejor de las intenciones el personaje de John (Michael Ajao), compañero de Ellie en la escuela de moda y aliado feminista de manual —negro, por supuesto—. Aunque Wright pretende ensalzar a través de John virtudes de nuestra época que contrapone a la masculinidad tóxica y violenta encarnada por Jack (Matt Smith), la pareja de Sandie, en la práctica la relación de John con Ellie no puede ser más incómoda, rozando en más de una escena el acoso. Del mismo modo, Wright cree que da el pego con su precipitada toma de conciencia en lo relativo a su cine, pero Última noche en el Soho está lejos de dar la talla como revisión; más aun, su ostentación técnica delata al mismo film nerd de siempre: enfático, agresivo y encerrado en su propio mundo de fantasía.

  • Fotografía: Chung Chung-hoon
  • Montaje: Paul Machliss
  • Música: Steven Price
  • Distribuidora: Universal