Venus

  • Dirección: Jaume Balagueró
  • Guion: Fernando Navarro, Jaume Balagueró
  • Interpretaciones: Ester Expósito, Ángela Cremonte, Magüi Mira, Fernando Valdivieso, Inés Fernández
  • Género: Terror
  • País: España
  • 100 minutos
  • El 2 de diciembre en salas

«Lucía es bailarina en una discoteca tecno de Madrid. Una noche, después de un espectáculo, roba una bolsa de viaje repleta de pastillas de éxtasis de la taquilla del dueño del club. Sorprendida por el portero, logra escapar, pero es apuñalada en una pierna en el último segundo. Sangrando profundamente y queriendo evitar el hospital, Lucía busca refugio en casa de su hermana y su sobrinita, que viven en el extrarradio en un bloque de pisos ruinoso llamado “Venus». Enseguida, Lucía empieza a notar que hay algo extraño en aquel lugar..»

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

Lamentaba hace unas semanas Wesley Morris en The New York Times la desaparición en la cultura estadounidense del trash, las expresiones marcadas en la pantalla, la viñeta, la página o la sala de exposiciones por la disonancia formal y el mal gusto discursivo. Morris fijaba particularmente su atención en el cine: «¿Existen aún películas comerciales crispadas y oportunistas, sin pretensión ninguna de estilo?» En efecto, ¿existen todavía películas capaces con premeditación y alevosía o con toda inocencia, en virtud tan solo de sus tortuosos condicionantes productivos, de abocarnos al principio del placer más o menos culpable, el pensamiento indebido y la emoción perversa?

Morris se cuidaba muy mucho de admitir que han sido precisamente cronistas como él y medios como The New York Times los que han laminado el trash a golpe de gentrificación y guerras culturales; tendencias que han forzado en toda creación, por insignificante y mercantilista que sea, la simulación de una gravedad y un aseo expresivos que suelen otorgarles en la práctica la personalidad de un gastrobar amueblado a golpe de catálogo.

El éxito por sorpresa el pasado Halloween de una película tan burda y agresiva como Terrifier 2 (2022) podría ser un síntoma del hartazgo de parte del público ante un higienismo estilístico y moral del audiovisual estadounidense que, no lo olvidemos, obliga con cierto clasismo a parte considerable del tejido creativo y productivo a renunciar a sus señas de identidad para ser visible.

A veces, en palabras del campeón de la serie Z Lloyd Kaufman, «cuando realizamos una película no filmamos lo que queremos sino lo que podemos», y está bien que nos veamos confrontados como espectadores a los efectos de esas limitaciones económicas. A veces conviene que las imágenes sean groseras porque únicamente así tienen la oportunidad de funcionar como crítica a la uniformidad de pensamiento latente tras las imágenes sofisticadas. Y, por el mismo motivo, a veces conviene también que nuestra propia mirada se enturbie; que se enfangue, como escribió Pauline Kael, en el «arte irresponsable, opuesto a la academia, la burguesía y la clase creativa (…) ajeno al buen gusto, el comportamiento adecuado y las respuestas esperadas».

Si podemos afirmar que el cine de nuestro país atraviesa en la actualidad un mejor momento que el estadounidense no se debe, por tanto, al grado de compromiso y calidades técnicas del que presumen muchas de las películas españolas estrenadas esta temporada y sus cheerleaders, sino a la libertad de que dispone un título como Venus para tener una presencia orgullosa, sin subterfugios ni necesidad de puertas traseras, en la cartelera. En este punto, no vamos a engañarnos ni engañar: Venus está lejos de ser una película fantástica producida con temeridad en los márgenes de la industria, con vistas a un nicho friki o alternativo de mercado; y no merece el estatus de poetic trash adjudicado por ensayistas como Jeffrey Sconce a propuestas que, gracias a circunstancias extremas de producción acaban por semejar flores de otro mundo.

Pero Venus sí puede considerarse uno de los ejemplos de trash industrial más simpáticos de los últimos años. Combina con acierto las inquietudes de un director, Jaume Balagueró, atraído por las facetas más costumbristas y apocalípticas del terror; un productor, Álex de la Iglesia, que se debate entre la misantropía y su necesidad de afecto en taquilla; y las exigencias de una cinefilia de centro comercial ansiosa de emociones fuertes y ritos de socialización. El resultado de esta confluencia dislocada de intereses es una película cuyo guion, obra de Fernando Navarro, hace gala en primer lugar de una referencialidad bien entendida que va de Herschell Gordon Lewis a Luc Besson pasando por Dario Argento.

Y es que la protagonista de Venus es una go-go girl, Lucía (Ester Expósito), que deja atrás su empleo en una discoteca llevándose consigo droga que pretende vender para iniciar una nueva vida. Herida sin embargo por un matón que intentaba frustrar su huida, a Lucía no le queda otra que refugiarse en casa de Rocío (Ángela Cremonte), su hermana mayor, con quien nunca se ha llevado bien. Pero eso, como la caza de que es objeto por parte de los dueños de la droga que ha robado, pasa a un segundo plano cuando Lucía averigua que el edificio en que reside Rocío es la morada de un culto siniestro.

Balagueró no se esfuerza en hacer verosímil esta mezcla de realismo sucio, noir de extrarradio, terrores mundanos y horrores primigenios. Por el contrario, como en su reciente mediometraje para la segunda temporada de Historias para no dormir, El televisor (2022), opta por exacerbar la narración bajo el signo del ruido y la furia a fin de impedirnos pensar en la (i)lógica de lo que estamos presenciando: un montaje entrecortado tanto en el seno de cada escena como en su ilación con la anterior y la siguiente, una alternancia inesperada entre personajes, y el recurso a una violencia brusca y sangrienta aplicada con martillos, cuchillos de cocina y grapadoras; una violencia que, como es habitual en el cine de Balagueró, termina por adquirir una dimensión escatológica.

Venus no se priva de añadir a este mashup un feminismo heterodoxo ligado al grotesco cónclave de amas de casa que lidera una Magüi Mira más allá del bien y del mal y, en la estela de Lucy (2014), la explotación de la belleza abrumadora de Ester Expósito, cuyos ojos son uno de los grandes descubrimientos del cine español contemporáneo. El físico y los rasgos de la actriz madrileña actúan como constructos expresivos de la voluntad de supervivencia de su personaje y su potencial para la trascendencia. Puede establecerse en este sentido un paralelismo ético y estético entre el cuerpo cincelado por el baile, torturado y renacido de Lucía, encarnación zoomer de la divinidad “coronada de oro” celebrada por Homero, y la naturaleza de Venus; una película contrahecha, sin denominación de origen, pura basura, pero tocada bajo su superficie tormentosa por la gracia de las diosas.

  • Fotografía: Pablo Rosso
  • Montaje: Luis de la Madrid
  • Música: Vanessa Garde
  • Distribuidora: Sony