Benidorm, ciudad de cine
El Skyline Benidorm Festival, que celebrará su quinta edición del 25 de junio al 4 de julio en formato híbrido presencial + online (con proyecciones en Filmin), es la guinda de un paisaje eminentemente cinematográfico, presidido por esos edificios retrofuturistas que han rasgado el cielo en innumerables películas
Ha llegado un punto en el que Benidorm es como Nueva York: el paisaje urbano te resulta tan familiar que, enseguida que despuntan los rascacielos desde la autopista, te invade la sensación de que ya has estado ahí, y no una, sino muchas veces. En sintonía con el título de la película que inaugura la quinta edición del Skyline Benidorm Festival, Cosas que hacer antes de morir, puesta de largo de Cristina Fernández Pintado y Miguel Llorens, antes de pasar a mejor vida hay que dejarse caer por Benidorm, un paisaje insólito que brinda esa extraordinaria sensación de irrealidad de estar dentro de una película.
Además de Cosas que hacer antes de morir, largo en el que un grupo de jóvenes se lanza a cumplir sus más íntimos deseos para satisfacer la última voluntad de un amigo que les ha dejado demasiado pronto, Benidorm, durante una semana, se llenará de cine con un copioso concurso de cortos que dará la oportunidad de demostrar su talento a numerosos jóvenes cineastas que visitarán la ciudad durante esos días. También habrá exposiciones, talleres y la muy especial presentación de dos cortos de Luis García Berlanga, cuyo centenario se celebró el pasado 12 de junio. Este año, como mandan las circunstancias, las actividades presenciales se verán reforzadas de proyecciones en streaming a través de la plataforma Filmin.
El pasado es un decorado cinematográfico
La fiebre del cine atracó en Benidorm mucho antes de que se erigieran los primeros rascacielos. Aunque no fue la primera película rodada en la ciudad alicantina, el año del descubrimiento suele fijarse en 1950, cuando Juan de Orduña, y todo el equipo de esta gran producción marca CIFESA, desembarcó para inmortalizar el viaje de Cristobal Colón en Alba de América, un clásico disponible en la plataforma FlixOlé. Una cala se convirtió en los astilleros de las tres carabelas y otra en la primera isla del nuevo mundo que pisó el descubridor, cuestión de que no tuviera que navegar más que unos pocos metros.
Cuando el cine descubrió Benidorm, el famoso alcalde Pedro Zaragoza todavía no había viajado a Madrid en Vespa para implorarle al Caudillo que autorizara que las florecientes turistas pudieran tomar el sol en bikini, una proeza que Oscar Bernàcer inmortalizó de dos maneras muy distintas, en el corto Bikini (2014), con un desternillante Carlos Areces en la piel de Franco, y en el documental El hombre que embotelló el sol (2016). Las dos forman un inmejorable programa doble benidormí que puede disfrutarse en Filmin a modo de anticipo vacacional.
Con el alcalde de la vespa llegó el bikini, y entre las que lo lucieron estuvo Sylvia Plath. La autora de La campana de cristal pasó ahí su luna de miel con Ted Hughes, durante el verano de 1956, tres años después de que Zaragoza se cuadrara ante el Generalísimo para pedir la regularización del dos piezas. En sus cartas, la poetisa todavía habla de encantadores hoteles recién construidos en un paisaje que conservaba su naturaleza salvaje. Fueron cinco semanas de ensueño, que serían el umbral de tiempos más tormentosos, en las que el joven matrimonio se dedicó al amor, a la literatura e incluso a plasmar en dibujos aquel entorno maravilloso.
La luna de miel de Sylvia Plath dejo huella en Marta, la improbable mujer policía a la que da vida Carmen Machi en Nieva en Benidorm (Isabel Coixet, 2020) —disponible en Movistar—, que ilustra a Timothy Spall sobre el tema en un chiringuito situado justo enfrente de donde la poetisa acarició la felicidad, en la playa de Ponent. Esa misma visita lírica también caló hondo en la cineasta benidormí María Antón Cabot, que rodó en el mismo año 2020 el mediometraje Soy vertical, pero me gustaría ser horizontal —ahora mismo en fase de montaje—, en donde pone en relación el mito de la Plath alicantina con una celebrity de la actualidad, enlazando esa playa de Ponent, donde todavía quedan vestigios del pasado, con la de Llevant, donde se alza el skyline que da nombre al festival.
El futuro es una distopía que ya está aquí
Es en la década de los 60 cuando la ciudad, impulsada por el alcalde motorista, empieza a transformarse radicalmente gracias, en parte, al célebre certamen de la canción, que da nombre a Festival en Benidorm (Rafael J. Salvia, 1961), protagonizada por una Concha Velasco, que luego presentó dos ediciones de ese mismo evento, y al Plan de Desarrollo Económico y Social, personificado en Un beso en el puerto (Ramón Torrado, 1966) por un Manolo Escobar que se enamoró de la ciudad en la que acabó construyendo una finca que todavía está a la venta por algo menos de un millón de euros.
El Generalísimo no fue el único Franco que mostró debilidad por Benidorm, Jesús Franco rodó muchísimo ahí: gracias a La isla de la muerte recordamos el Benidorm de los años 60 y el de los 70 con Diario íntimo de una ninfómana. En sus películas alicantinas también aparecen los emblemáticos edificios levantados por Ricardo Bofill en Calpe —a media hora en coche—, como el Xanadú, que aparece en She Killed in Ecstasy (1971), o La Muralla Roja, que lo hace en La noche de los sexos abiertos (1982), así como en Nieva en Benidorm, y en cientos de anuncios publicitarios.
Con cada visita de Franco, Jesús, a Benidorm los edificios eran cada vez más altos, como el Gran Hotel Bali, que aparece a medio construir en Huevos de Oro (Bigas Luna, 1983) y ya terminado en La posibilidad de una isla (2008), la adaptación de la novela de Michel Houellebecq llevada a cabo por él mismo, un enamorado del sol español. Las grandes moles acristaladas que se alzan hasta penetrar el celeste azul también caracterizan la sofisticada estética de la muy gamberra y alucinada El mundo es tuyo (2018), que puede disfrutarse en Netflix, y nunca mejor dicho, lo de “disfrutarse”, porque es una auténtica fiesta de gánsteres y traficantes británicos en la que, además de unos memorables Vincent Cassel e Isabelle Adjani, brilla un sobrepasado Karim Leklou.
Muchas de las películas rodadas en Benidorm, como El callejón (2011) —el homenaje al giallo del crítico Antonio Trashorras protagonizado por Ana de Armas— se hicieron con un pie en los hiperactivos estudios Ciudad de la Luz —en las afueras de Alicante, a 45 minutos en coche—, que cobijaron numerosas producciones, hasta que echaron definitivamente el cierre en 2014. Entre que la Benidorm Film Office ofrece las máximas facilidades —todos los cineastas que han rodado ahí lo dicen—, y que el paisaje es tan variado como fascinante, la ciudad alicantina es un plató en el que nunca se deja de rodar, aunque sea bajo amenaza de un teórico tsunami, como el que se cierne sobre Tamar Novas y Yolanda Ramos, en Benidorm 2017, un corto de Claudia Costafreda.
¿Sueñan los androides con ovejas de Benidorm?
En un ambiente ya directamente post-apocalíptico, la película que mejor ha sabido captar el atractivo retrofuturista de ese inolvidable skyline es sin duda Sueñan los androides (2014), de Ion de Sosa, que llevó a cabo una particular lectura de la novela de Philip K. Dick que inspiró la mítica Blade Runner. Los imponentes edificios se convierten en los vestigios de un futuro que ya queda atrás. Pese a su escaso presupuesto, la película sabe sacar el mejor partido posible de su entorno. Un auténtico hito del llamado cine low-cost.
Y como no podía ser de otra forma, en estos tiempos de seriofilia desbocada, Benidorm ha terminado teniendo su serie homónima, una comedia estrenada en ATRESplayer, que no es ni la primera ni la última serie que se rueda en Benidorm: también hay una británica, muy popular en su país, e igualmente titulada Benidorm, que llegó a las diez temporadas antes de convertirse en una obra teatral que se mofa amigablemente de esas hordas de británicos que llegan a España en busca de sol y diversión. La pandemia no ha sido más que un paréntesis en los rodajes que se encadenan para promocionar, de paso, la ciudad.
Entre los próximos estrenos con aroma a Benidorm se cuentan El Cover, de Secun de la Rosa, y Ama, de Júlia de Paz, una de las grandes revelaciones del pasado Festival de Cine Español de Málaga. Dos óperas primas, cuyos rodajes tuvieron que interrumpirse y retomarse, después del confinamiento, atendiendo a las medidas de seguridad sanitaria. Si Ama es un drama social realista sobre las peripecias de una madre soltera que transita por Benidorm entre otros escenarios, el debut tras la cámara del actor Secun de la Rosa es todo un festival de la canción benidormí ya que se centra en el submundo de imitadores que proliferan por los numerosos escenarios de los más parecido a Las Vegas que existe en Europa. Las dos llegarán a los cines en julio, justo cuando todo el mundo está o sueña con estar en Benidorm. Poco antes, del 25 de junio al 4 de julio, la quinta edición del Skyline Benidorm Film Festival demostrará que el cine va a Benidorm tanto como Benidorm va al cine.