La asistenta
- V.O.: The Housemaid
- Dirección: Paul Feig
- Guion: Rebecca Sonnenshine (Novela: Freida McFadden)
- Intérpretes: Sydney Sweeney, Amanda Seyfried, Brandon Sklenar, Michele Morrone, Elizabeth Perkins..
- País: EEUU
- Género: Thriller
- 130 minutos
- 1 de enero en cines
- «Una joven (Sydney Sweeney), con un pasado complicado comienza a trabajar como asistenta en la lujosa casa de los Winchester. A medida que se adentra en la vida de la familia, descubrirá secretos oscuros que pondrán en peligro su seguridad, pero quizá ya sea demasiado tarde…»
Por Diego Salgado & Elisa McCausland
¿Backlash, o vuelta más o menos irreflexiva a fórmulas incorrectas pero de éxito contrastado? La duda, que planea sobre varios estrenos recientes cuyos argumentarios esbozan un cambio de rumbo ideológico en el cine comercial —fruto tanto de nuevos conservadurismos como del hartazgo ante la reiteración de ciertos lugares comunes comprometidos—, vuelve a tener sentido ante La asistenta; un thriller psicológico cuyo sesgo feminista tiene menos que ver con las afirmaciones categóricas que con los claroscuros, la zona gris de sentidos en la estela de Perdida (2014), Cincuenta sombras de Grey (2015) y La chica del tren (2016), producidas al hilo del feminismo posmoderno o de tercera ola, antes del estallido social del feminismo interseccional y combativo de cuarta ola.
Como todas las citadas, La asistenta se basa en un best-seller de autora, la estadounidense Freida McFadden; su novela comparte la ausencia de pedigrí artístico y el inmenso éxito entre las lectoras, que abarrotan la sección más perturbadora y estimulante que puede curiosearse en las librerías generalistas y de centro comercial: la de “literatura femenina”, atiborrada de folletines sentimentales, sadomasoquistas y laborales que aún ayudan a muchas mujeres a gestionar sus fantasmas en el marco de un capitalismo tardío que exige de ellas todo mientras sigue ofreciéndoles modelos contradictorios, cuando no antagónicos, de comportamiento. Las fantasías propias de esta paraliteratura asignada femenina conservan así “patrones patriarcales que apelan a la permanencia y reproducción de determinadas conductas, pero también hacen tambalear dichos patrones (y) nos ayudan a entender lo que significa perder la soberanía mientras se persigue la autonomía” (Alana Gómez Gray).
En tanto adaptación fiel de la novela de McFadden, abierta asimismo a la posibilidad de secuelas, La asistenta es un ejemplo paradigmático de lo apuntado en el ámbito del cine comercial, donde las asignaciones por género y de género parecían haberse diluido un tanto en los últimos años aunque, a la vista está, gozan todavía de buena salud. La protagonista del filme es Millie (Sydney Sweeney), una joven de pasado problemático que busca reencauzar su vida como asistenta y cuidadora de la familia Winchester, que componen Nina (Amanda Seyfried), Andrew (Brandon Sklenar) y la hija de ambos, Cecelia (Indiana Elle). En un principio, todo apunta a que Nina sufre graves desequilibrios psicológicos, con los cuales Andrew lidia como un marido paciente y cariñoso. Pero, a medida que se desata la atracción entre Millie y Andrew y la condición mental de Nina empeora, empieza a perfilarse en el hogar de los Winchester un escenario mucho más siniestro, que obligará a Millie a replantearse sus puntos de vista si quiere sobrevivir a su empleo.



A pesar de sus interesantes giros de guion y sorpresas —que disfrutarán más, lógicamente, quienes no hayan leído aún la (muy) calculada novela de Freida McFadden—, La asistente peca de un ritmo irregular, un tono apático, y un metraje, para variar, desmesurado, más de dos horas, lo que enturbia la atención del espectador y le impulsa a cuestionar los numerosos contrasentidos narrativos y discursivos que laminan el relato. El rasgo más reconocible del director Paul Feig, quizá el último artesano de Hollywood especializado en women’s pictures, es su deconstrucción de las codificaciones femeninas del cine mainstream a través de un recurso a géneros como la comedia —La boda de mi mejor amiga (2011), Espías (2015)— o la intriga —véase el díptico Un pequeño favor (2018-2025)— que no rompe el marco en que se inscriben sus películas, objetos de consumo entonados en malva y rosa, pero sí lo tensionan hasta el punto de que sus puestas en escena funcionales y sus escenografías easy chic se deslizan de puntillas hacia lo incómodo cuando no lo weird, como sucedía en Otro pequeño favor (2025).
En La asistente, sin embargo, Feig tira demasiado de la cuerda, al coquetear con aspectos tan ingobernables como la fabulación gótica, el survival horror y la female rage sin abandonar nunca el registro del teléfono blanco, el style of life de catálogo, cuyas expectativas atrapan tanto a las protagonistas como a las espectadoras potenciales del filme. Lejos de aportar vertientes críticas, la asepsia de Feig acaba por hacer de La asistente un entretenimiento inocuo de sobremesa. Su falta de mordiente trivializa —ridiculiza incluso en algunos momentos— el suspense, los heterodoxos postulados feministas de la propuesta, y las interpretaciones de Sydney Sweeney y Amanda Seyfried, constreñidas cuando se aprecia claramente que tenían ganas de divertirse.
Se echa de menos en La asistenta que “ponga en funcionamiento nuestros sentidos más primitivos, diluya en la espesura al ciudadano y la ciudadana que llevamos dentro y nos retrotraiga a un placer tal que los sentidos campen a sus anchas en esa Arcadia brutal donde el antropomorfo todavía no alcanzaba a divagar sobre el sentido moral de sí mismo” (Pulpnivoria). A la película le habría venido bien, en resumidas cuentas, rebuscar en la basura, salpicar y mancharnos, olvidarse de ser un fenómeno de temporada para abrazar sus potenciales primordiales, arquetípicos, y deducir de ello lecturas tan inflamables como la gasolina que besa la cerilla. Al igual que Freida McFadden en su novela, pálido mix de Charlotte Brontë y Ruth Rendell, Feig actúa sin soberanía, no persigue la autonomía, y, con ello, condena La asistenta a la mediocridad y la hipocresía.





- Montaje: Brent White
- Fotografía: John Schwartzman
- Música: Theodore Shapiro
- Distribuidora: Diamond Films
