El teléfono del viento
(Kaze no denwa)
- Dirección: Nobuhiro Suwa
- Guion: Kyôko Inukai, Nobuhiro Suwa
- Género: Drama
- País: Japón
- 139 minutos
- En salas el 25 de junio
Haru, de 17 años, emprende un largo viaje a través de Japón para buscar respuestas en una ciudad donde, en 2011, el devastador tsunami se llevó a su hermano y sus padres. Este viaje lleva a la joven, todavía atormentada por la pérdida, desde Hiroshima a Tokio, Fukushima y Ōtsuchi, donde una vez estuvo su hogar. En el camino se encuentra con otras personas y las historias de sus pérdidas.
Por Manuel J. Lombardo
La historia reciente de Japón está marcada por dos grandes tragedias colectivas y sus respectivos traumas: las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945 y el terremoto y tsunami en la costa del Pacífico Norte y el posterior accidente en la central nuclear de Fukushima en marzo de 2011.
Tras un luminoso cuento de fantasmas para niños rodado en Francia con Jean-Pierre Léaud (El león duerme esta noche), Nobuhiro Suwa regresa a su país para unir ambos puntos geográficos en una road movie de duelo protagonizada por Haru (Serena Motola), una adolescente que perdió a su familia en el tsunami que arrasó la localidad de Otsuchi, en la prefectura de Iwate. Precisamente allí, Itaru Sasaki había instalado unos meses antes en el jardín de su casa una cabina telefónica blanca a modo de santuario para recordar a su primo muerto y comunicarse con él, un lugar que, tras los trágicos sucesos de la zona, acabaría por convertirse en sitio de peregrinación para todos aquellos que perdieron a sus seres queridos en la catástrofe.

Con todos estos materiales sensibles en la recámara, El teléfono del viento ahonda en esa vieja tradición del duelo y los fantasmas que atraviesa la historia del cine japonés, un duelo especialmente intenso encarnado aquí en el rostro compungido y cabizbajo de una adolescente que coquetea con la idea del suicidio y a la que sólo la calidez y la empatía de aquellos con los que se cruza en su camino de vuelta a casa consiguen empujar hacia la esperanza.
Es este, por tanto, un filme de tránsito y umbrales, de tránsito entre la historia reciente de Japón y entre la vida y la muerte, de umbrales entre la superficie ruinosa y devastada de lo real y esa memoria fantasma que reaviva ocasionalmente el recuerdo de la familia, los afectos y el hogar perdido que se proyectan también en cada uno de los personajes del itinerario, todos ellos igualmente marcados por la pérdida, la tristeza, el desarraigo o la melancolía.
A Suwa le sigue gustando sostener el plano, componer los espacios de los rituales cotidianos para la palabra justa, liberadora y catártica, aunque haya abandonado ya aquellas fisuras de la autoconciencia del dispositivo para abrazar un humanismo fabulador más lineal y transparente. Con todo, y a pesar de los redobles temáticos algo evidentes (el encuentro con los refugiados kurdos sin patria a la que regresar), sigue aquí presente, como en Yuki y Nina, esa fluida transición entre lo real y lo fantástico, ese desdoblamiento capaz de convocar la memoria y los sueños entre las ruinas y la devastación. Al fin y al cabo, ese teléfono del viento le dice a Haru desde el más allá que hay que seguir vivo para poder recordar a los muertos.




- Fotografía: Takahiro Haibara
- Montaje: Takashi Sato
- Música: Hiroko Sebu, Kohei Chida
- Distribuidora: Noucinemart