Skyline Benidorm Film Festival, el cine en corto
Hoy comienza la quinta edición del festival de cine de Benidorm, el Skyline Benidorm Film Festival que hasta el 4 de julio hará que la localidad alicantina rebose pasión por el séptimo arte.
Diez días de proyecciones, coloquios con directores, talleres y dos exposiciones componen el grueso de la programación del certamen, que tomará el Ayuntamiento de Benidorm como centro principal de operaciones. Hasta 40 cortometrajes seleccionados competirán en las cuatro secciones a concurso, de las que saldrán siete premiados. La proyección de las películas se mantiene totalmente gratuita — en el Salón de Actos del Ayuntamiento de Benidorm— y el firme compromiso del equipo del Skyline con el la cinematografía nacional y la industria del cortometraje sigue siendo palpable: los 25 trabajos seleccionados dentro la sección nacional competitiva recibirán el pago por proyección. Una decisión a celebrar.
Pero estas proyecciones no son las únicas propuestas con las que Skyline celebra el cine en la localidad alicantina: dos exposiciones y varios talleres acompañan a la muestra de cortometrajes. La primera de las exposiciones, consagrada a los «Carteles de cine«, nos invita a contemplar los carteles de los cortometrajes de la sección oficial al aire libre en els Espais d´Art Urbà de Los Carrascos, Poniente, Els Tolls y la Plaza de la Hispanidad. La segunda, “El cine ilustrado«, expone los trabajos de los ilustradores Cristina Polop y David Despau hasta el 4 de julio en el hall del Ayuntamiento de Benidorm.
Así mismo, dentro del festival se llevarán a cabo dos actividades dirigidas a los más jóvenes, donde se impartirán clases magistrales de escritura de guion, con Emilio Martí (seleccionado en 2019 al Goya como mejor cortometraje documental) y un taller de cine y redes sociales, impartido por Bea Martínez, gestora cultural y directora del certamen Proyecta, evento cultural, educativo y de ocio dirigido a jóvenes, niños y el medio docente con el objetivo de potenciar la alfabetización audiovisual y el juicio crítico. Ambos talleres son de inscripción gratuita.
Homenaje al Año Berlanga
Estando en pleno Año Berlanga, la programación no podía prescindir de un necesario homenaje a Luis García Berlanga en el centenario del nacimiento del genial cineasta valenciano, que en Benidorm tendrá lugar de manera especial acorde a la personalidad del festival.
Skyline Benidorm Film Festival nació como una muestra de cortometrajes en 2017, cosechando desde entonces el éxito de público y reconocimiento de la industria que le ha permitido seguir creciendo. Por lo tanto, resulta de lo más adecuado recordar precisamente dos piezas cortas de la filmografía de Berlanga que, en breves bocados de corta duración, dan buena cuenta de su talento creativo y las señas de identidad que acabarían encumbrándolo como uno de los autores más importantes de la cinematografía española.
El 3 de julio tendrá lugar en el Ayuntamiento la sesión Berlanga-Azcona: El fracaso del hombre común, donde se proyectarán Se vende un tranvía (1959) y La muerte y el leñador(1962) dos colaboraciones poco conocidas del cineasta con Rafael Azcona pero indispensables para todos los seguidores del dúo cuya fusión de sensibilidades tuvo como fruto obras maestras del calibre de Plácido (1961) o El verdugo (1963). A la proyección, totalmente gratuita, le seguirá un coloquio de mano del crítico e historiador Luis E. Parés.
Se vende un tranvía, mediometraje dirigido por Juan Estelrich, es la primera colaboración de Berlanga y Azcona, que firman juntos el guion de lo que sería el debut de Estelrich detrás de las cámaras. El proyecto nació como episodio piloto de una serie de televisión de los Estudios Moro donde cada capítulo trataría una estafa, pero nunca llegó a salir adelante, quedando esta historia como única muestra.
Con la voz narradora característica de las primeras obras de Berlanga, entramos en el patio de una cárcel para escuchar el relato de uno de los reclusos, encarnado por José Lusi López Vázquez, que cuenta cómo acabó en prisión. Se trata de la narración de un enrevesado timo consistente en hacer creer a la confiada víctima que se le está vendiendo uno de los tranvías que recorrían Madrid. Para hacer creíble el engaño participan toda una troupe de liantes y embaucadores que constituyen el habitual elenco coral del cineasta valenciano, donde ya están algunos de quienes serían sus intérpretes de máxima confianza durante el resto de su carrera, como Luis Ciges o María Luisa Ponte.
Aunque Estelrich está menos suelto detrás de la cámara para ponerse a ejecutar los planos secuencia de envolvente coreografía que darían categoría formal lo berlanguiano, la filmación de la totalidad de Se vende un tranvía en exteriores e interiores reales de Madrid da una inmediata sensación de naturalidad a este retrato de maleantes y gente que aparca los escrúpulos para sobrevivir; el tipo de personajes con el que Berlanga y Azcona estaban en su salsa. El final sigue siendo uno de los diagnósticos más redondos (y, como siempre en ellos, pesimista) sobre la homogeneidad del caracter español.
Por su parte, La muerte y el leñador, esta sí una colaboración con Azcona dirigida por el propio Berlanga, también procede de un proyecto mayor. Aquí es el filme colectivo Las cuatro verdades (1962), una coproducción franco-italo-española, de esas que fueron habituales durante una extraña época del cine europeo, que reunía cuatro adaptaciones de fábulas de La Fontaine a cargo de otros tantos directores (René Clair, Alessandro Blasetti, Hervé Bromberger y Berlanga).
Aunque no contó con intérpretes de tan alto nivel como sus compañeros (que dispusieron de gente como Monica Vitti, Charles Aznavour, Leslie Caron o Anna Karina), y a pesar de que incluso le impusieron al protagonista de su fragmento (el alemán Hardy Krüger, en vez de López Vázquez), se puede afirmar que la aportación de Berlanga es la más sólida de un cuarteto muy irregular y que poco tiene que ver con el concepto inicial. En palabras del propio director, Azcona y él fueron «los únicos gilipollas que estuvimos ahí luchando para de verdad sacar algo de una fábula de La Fontaine».
La muerte y el leñador es una pieza sombría, muy despiadada y con intervenciones excelsas como la de Agustín González como el funcionario que impide al protagonista recuperar el maubrio del organillo con el que se gana la vida en la calle, que le ha sido requisado por la autoridad municipal. Eso le lleva a iniciar una búsqueda desesperada de alguna pieza similar por toda la ciudad, incluida una feria de pesadilla. A su alrededor, un inclemente retrato humano del circo ibérico, la crueldad humana y un burro que se mea encima. Puro Berlanga.
Del 25 de junio al 4 de julio, la quinta edición del Skyline Benidorm Film Festival ofrece el marco ideal para (re)descubrir estas pequeñas joyas de Berlanga. ¿Y qué hay del resto de propuestas en corto? Permaneced atentos en breve os contaremos los mejores descubrimientos del programa que Skyline Festival trae a Benidorm y, ojo, a Filmin. Stay tunned!