Miguel Gallardo

Ayer nos llegaba la triste noticia: fallecía el gran Miguel Gallardo. Figura esencial de las viñetas españolas (creador de Makoki, además de uno de los fundadores de la seminal revista El Víbora), de insobornable espíritu underground, también colaboró como ilustrador con medios como El País, The New Yorker o el New York Times. En la última etapa de su carrera cultivó el género autobiográfico con obras célebres como María y yo, en la que relata sus vivencias con María, su hija con autismo, o Algo extraño me pasó camino de casa, que relata su experiencia con el cáncer y que reseñamos en el número 73 de Sofilm. El gran libro de los perros, su última novela gráfica hecha a cuatro manos con Karin du Croo, se publicará en Astiberri en las próximas semanas. Sirva la recuperación de esta reseña como humilde homenaje a uno de los tipos más queridos en la gran familia del tebeo.

(crítica de Algo extraño me pasó camino de casa, por Xavi Serra, originalmente publicada en Sofilm nº 70)

La carrera de Miguel Gallardo tiene algo de síntesis parabólica de la historia reciente del cómic español. Se forja, claro está, en las lecturas infantiles de Bruguera y arranca en los 70 con el advenimiento del underground y la fundación de El Víbora, pero el cauce de su obra fluye y se desborda en la vanguardia con Los casos de Perro Nick –¡atención, reedición al caer de La Cúpula!– o las ilustraciones para el New Yorker, descubriendo la novela gráfica antes que nadie con Un largo silencio. Gallardo mató a Makoki y enterró a la linea chunga, pero también dio a luz a su María y consiguió que el tebeo de autor aparcara aquel miedo tan pueril a la emoción en primera persona. Nunca ha dejado de buscar (y encontrar) con su lápiz y tampoco lo iba a dejar de hacer cuando, hace unos meses, a punto de cogerse un año sabático, le diagnostican un tumor cerebral y se lo extraen de urgencia. Algo extraño me pasó camino de casa (Astiberri, 2020), pues, surge de la necesidad del autor de resituarse en en el mundo y en su cabeza, de saber si el cáncer le ha dejado algo más que un corte de pelo post-punk y una hermosa cicatriz. Es un diálogo de Gallardo consigo mismo, con su tumor y con ese 2020 pandémico que se encontró al salir del hospital, remate de jugada magistral. También un alborotado cuaderno de viajes mentales y físicos –con recortes de sus chistes para The Influyencer– que desanda el camino seguido para encontrar la salida. Pero sobre todo es un contagioso “estoy aquí” que desprende la urgencia y frescura de un fanzine del Graf, atravesado por el humor incombustible de Gallardo y dibujado con ese trazo inmediato y despojado de todo lo superfluo con el que María ha enseñado a dibujar a su padre. Habrá tebeos más redondos y pulidos este año, pero es difícil que alguno transmita tanta vitalidad y capture mejor el desconcierto y la confusión de este año de mierda en el que, si no te mueres, no te queda más remedio que empezar a vivir. Xavi Serra