Ambulance. Plan de huida

(Ambulance)

  • Dirección: Michael Bay
  • Guion: Chris Fedak (Historia original: Laurits Munch-Petersen, Lars Andreas Pedersen)
  • Intérpretes: Jake Gyllenhaal, Yahya Abdul-Mateen II, Eiza González
  • Género: Acción
  • País: EEUU
  • 136 minutos
  • Ya en salas

«El veterano Will Sharp, en un acto desesperado por conseguir dinero para cubrir las deudas médicas de su esposa, recurre a la única persona que sabe que no debería, su hermano adoptivo Danny. Danny le ofrece participar en un robo a un banco, el más grande en la historia de la ciudad. Will no puede decir que no. Cuando su intento de escape sale mal, los hermanos secuestran una ambulancia con un policía herido y una paramédica. Ahora deberán huir de un inmenso dispositivo de fuerzas de seguridad desplegado por toda la ciudad, mantener a sus rehenes con vida y de alguna forma tratar de no matarse entre ellos.»

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

El décimo sexto largometraje de Michael Bay no ofrece sorpresas: se trata de una película de acción frenética en torno a dos hermanos que, tras su calamitoso atraco a un banco, secuestran una ambulancia a fin de escapar a la caza sin cuartel que emprende contra ellos la policía de Los Ángeles. Pero, como subrayan sus carteles anunciadores y sus títulos de crédito, Ambulance constituye además una carta de amor por parte de Bay al lugar donde nació y donde curiosamente apenas había ambientado hasta ahora su cine.

Casi todo está supeditado a ese retrato exaltado de Los Ángeles: el origen del filme, una comedia de acción realizada en 2005 por el danés Laurits Munch-Petersen; el guion de Chris Fedak, cuyas dinámicas noventeras evocan Speed (1994) y Jungla de Cristal: La venganza (1995) —títulos por cierto en los que también adquiere gran importancia el escenario urbano—; y un rodaje con presupuesto ajustado y en condiciones casi de guerrilla debido al COVID-19. Todas estas circunstancias son aprovechadas a su favor por Bay, que, guste o no como director, siempre ha estado sobrado de personalidad a la hora de adaptar a su excéntrico imaginario audiovisual los proyectos que salían a su encuentro.

Algo que tiene mérito cuando firma blockbusters presupuestados en doscientos millones de dólares como los que integran la saga Transformers (2007-17), y que tiene más mérito aún cuando se ve atraído por guiones con menos posibilidades comerciales como Dolor y dinero (2013) y 13 Horas: Los soldados secretos de Bengasi (2016). En estos casos, vuelve a suceder en Ambulance, Bay ha subrayado una conexión con la realidad —todo lo grotesca que se quiera— latente tan solo en sus superproducciones, que median la pulsión fetichista por la aceleración y la destrucción de los objetos, la demagogia de clase, y una estética vibrante y colorista que deja convertido a Tony Scott en Theo Angelopoulos.

A su modo, por tanto, Ambulance hace gala de cierta conciencia social, ingenio a la hora de adaptar la ficción a los discursos actuales sobre la diversidad y una lucidez sorprendente para concluir que, bajo tales discursos y el compromiso aparente de los personajes con sus desempeños laborales, las instituciones y la familia, su desamparo y soledad ante los rigores de las sociedades tardocapitalistas son absolutos. Ambulance es una película pesimista, teñida de confusión moral en sintonía con el ruido y la furia orquestados menos por un idiota que por un cínico: Bay disfruta sádicamente al recordarnos en los momentos más inoportunos que no estamos sino ante un mero entretenimiento en el que caben incluso los guiños autorreferenciales.

Como decíamos, lo único trascendente es el embriagador recorrido visual y sonoro que propician las emboscadas, los tiroteos y las persecuciones por las calles de Los Ángeles, desde el downtown al extrarradio; una ciudad que Bay filma desde los puntos de vista entrelazados de perdedores, sanitarios, delincuentes y agentes de la ley pero, sobre todo, desde la conciencia de que Los Ángeles es, por encima de cualquier otra consideración, carne de audiovisual. El director exprime la iconicidad de los estratos y las alturas de la urbe con un montaje paroxístico de planos en los que siempre hay un efecto lumínico, un detalle arquitectónico, una textura en la que prende la mirada, a lo que debe sumarse el montaje crispado de las imágenes a partir de las perspectivas más insólitas y una pléyade de cámaras arrojadas sin contención ninguna sobre cuerpos y vehículos, inclusive las portadas por drones.

Resulta significativo que, salvo por los excelentes minutos iniciales, en los que Bay mima la introducción de los personajes y sus respectivas coyunturas, sea difícil destacar en Ambulance una escena memorable. Como noir coral y con sentido de la ética y el espectáculo, estamos lejos de Heat (1995) o Al límite (1999). Y, como ficción cinematográfica a un nivel más general, el tedio acaba por hacer acto de aparición dado el excesivo metraje y el desinterés sempiterno de Bay por modular los relatos. Sus películas se han abandonado siempre al éxtasis de la reincidencia y la acumulación, lo que, en el caso de Ambulance, planteada en tiempo real, deriva en tour de force agotador. Cuando Danny (Jake Gyllenhaal) grita en Ambulance, «no vamos a parar, somos tiburones, no podemos detenernos» es Bay quien habla por él.

En este sentido, podría decirse que la cultura del exceso (no solo capitalista) de la que Bay es profeta hace que sus películas trasciendan el constructo cine —follarse el encuadre lo llama él— para operar bajo el signo del libertinaje plástico y musical. Viendo la serie Transformers no cuesta demasiado ligar el kinetic art que desborda sus imágenes a la avant garde arquitectónica de Konstantín Mélnikov y Zaha Hadid, la iconografía maquinal de Fernand Léger y las ensoñaciones futuristas de Marinetti. Del mismo modo, con su atención a las formas, los ritmos y las tonalidades de Los Ángeles, Ambulance nos remite a las sinfonías de grandes ciudades que hicieron fortuna hace un siglo como emblemas de una modernidad de la que participaba el propio cine como nuevo medio. El hecho de que Bay opte en su película por una dislocación audiovisual de los rostros y las superficies lindante con lo angustioso dice mucho, tanto de su psicología, como del momento fílmico y social que atravesamos.

  • Fotografía: Roberto De Angelis
  • Montaje: Doug Brandt, Pietro Scalia, Calvin Wimmer
  • Música: Lorne Balfe
  • Distribuidora: Universal Pictures