Los renglones torcidos de Dios
- Dirección: Oriol Paulo
- Guion: Guillem Clua, Oriol Paulo, Lara Sendim (Novela: Torcuato Luca de Tena)
- Intérpretes: Bárbara Lennie, Eduard Fernández, Loreto Mauleón, Javier Beltrán, Pablo Derqui, Federico Aguado, Adelfa Calvo
- Género: Drama
- País: Drama, thriller
- 154 minutos
- Estreno el 6 de octubre
«Alice, investigadora privada, ingresa en un hospital psiquiátrico simulando una paranoia. Su objetivo es recabar pruebas del caso en el que trabaja: la muerte de un interno en circunstancias poco claras. Sin embargo, la realidad a la que se enfrentará en su encierro superará sus expectativas y pondrá en duda su propia cordura. Un mundo desconocido y apasionante se mostrará ante sus ojos.»
Por Elisa McCausland y Diego Salgado
Aunque sería arriesgado considerar ahora mismo a Oriol Paulo un autor, lo cierto es que su adaptación de la célebre novela publicada por Torcuato Luca de Tena en 1981 sigue la estela estructural y argumental de realizaciones suyas previas como El cuerpo (2012) y Contratiempo (2017).
Paulo ha recogido en su cine el legado del eurothriller y el giallo de los sesenta: ambientes burgueses, regidos por la hipocresía y las conveniencias económicas y sentimentales, que saltan en pedazos merced a intrigas criminales de atmósferas mórbidas, identidades fluctuantes y alternancias febriles entre pasado y presente que dejan al descubierto las bambalinas del escenario que los personajes habían experimentado como (su) mundo hasta entonces.
Los claroscuros fotográficos y morales, los golpes de efecto y el brío narrativo hacen de las películas de Paulo montañas rusas. Al abandonar la sala nos cuesta recomponer la figura, ordenar nuestra ropa y cabello, aunque, pasados unos minutos, la única huella que nos queda del visionado es un leve cosquilleo en la nuca. Algo achacable a la distancia que separa las osadías dramáticas y escenográficas de su puesta en escena, funcional pero inexpresiva.
Vuelve a suceder en Los renglones torcidos de Dios. No deja de ser una lástima si tenemos en cuenta la alquimia diabólica entre whodunit clásico, best-seller de gasolinera, cavilación religiosa y metafísica, literatura social de impacto y retrato de personaje femenino memorable que logró Torcuato Luca de Tena en su novela; todo un clásico popular, influyente para varias generaciones de lectores jóvenes y objeto de una primera versión cinematográfica en 1983, centrado en el misterio que rodea el ingreso en una institución psiquiátrica de una mujer que arguye todo tipo de motivos para su estancia allí salvo la necesidad de asistencia médica.
La película de Oriol Paulo comparte con otras producciones españolas recientes, véase Modelo 77 (2022), un aparato de producción ambicioso y el interés por revisar a través de la ficción las claves sociopolíticas de la Transición. En uno y otro aspecto Los renglones torcidos de Dios cumple con creces. Imaginamos que será candidata a los Goya en las categorías de dirección artística, fotografía y actores secundarios, y, por otro lado, a cuenta de las desventuras de su protagonista, Paulo nos deja claro que recrear el pasado es una manera tan buena como cualquier otra de pensar el presente.
Así, en su última y puede que más intencionada escena, Los renglones torcidos de Dios nos habla menos de la rebelión de las mujeres contra el patriarcado en 1980 que del enfrentamiento actual entre una razón ilustrada que en demasiadas ocasiones es únicamente instrumental, y un régimen de las emociones capaz de sacrificar su legitimidad en el altar de la subjetividad.
Pero ni apuntes de valía como este ni la calidad de sus apartados técnicos evita que Los renglones torcidos de Dios sea una película más plúmbea de lo que debería, menos imaginativa de lo que promete su punto de partida. La configuración de los encuadres es funcional, como lo es su nexo a través del montaje. Con excepción de los delirios que atormentan a Alice cuando es recluida en el ala más inhóspita del psiquiátrico, se aprecia poca disposición a jugar con las imágenes, incluso cuando se nos confronta con hilos temporales diferentes, con puntos de vista ambiguos.
Da la impresión de que Paulo y los coguionistas de la película, Lara Sendim y Guillem Clua, han temido que el espectador pueda perderse entre los muchos cambios de tercio y sorpresas que le plantean, y han apostado por un control férreo de las formas que no distraiga, por unos renglones pulcros y rectos. Como consecuencia, quien no conozca la novela original o le baste con el qué le cuentan, sin importarle el cómo, pasará un buen rato; y quien tenga curiosidad por saber hasta dónde podía llevarse en 2022 una novela escrita hace cuatro décadas, quede decepcionado.
- Fotografía: Bernat Bosch
- Música: Fernando Velázquez
- Distribuidora: Warner Bros