CANNES 2023: THE SWEET EAST (Sean Price Williams)
En la Quincena de los realizadores, el estadounidense Sean Price Williams lleva a una joven estudiante por un viaje surrealista y ridículo que se burla de los Estados Unidos contemporáneos. Un primero intento mordaz pero algo insuficiente.
¿Una primera película dirigida por el director de fotografía de los hermanos Safdie y Alex Ross Perry? Fue suficiente para captar la atención de los aficionados al mumblecore asistentes al festival. The Sweet East se presenta como una especie de Alicia en el país de las maravillas moderna y trash, derramada por las carreteras secundarias del país. Williams seduce de inmediato con su fotografía reconociblemente granudala, su trabajo de cámara entrecortado y su banda sonora disonante. Nos apegamos así a los faldones de una estudiante en un viaje escolar a Washington, que deja ir a sus compañeros de clase y se escapa con una banda de jóvenes activistas punk. ¿Qué busca o de qué huye? No importa, ella tiene unos 20 años, la edad para vivir su vida. En su camino se cruzará con neonazis, islamistas aficionados a la música electrónica, un cineasta neoyorquino hipster y su productor… Un mundo lleno de personajes estrafalarios en una aventura picaresca, tanto con alegría onírica como con generosidad bufonesca.
En el centro, Price Williams teje una pequeña historia tipo ‘Lolita’ entre su heróina y un benévolo académico (el siempre excelente Simon Rex), un tipo ya cuarentón, apasionado a las mariposas pero también… con convicciones fascistas. Es casi una película dentro de la película, y es un eufemismo decir que el romance platónico es desconcertante. Un poco poeta, un poco actriz y mitómana experimentada, su Alicia vaga de comunidad en comunidad, con cuidado de no emitir el más mínimo juicio sobre las convicciones o formas de vida de los personajes que salen a su encuentro, y terminamos preguntándonos a dónde nos quiere llevar Price Williams con esta fábula menos cute de lo que parece. Una cosa es cierta: pinta a grandes rasgos el retrato de una América fragmentada y esclerótica donde cada grupo vive en virtual autarquía sin cruzarse jamás, sentados cómodamente en su pequeña y estrecha visión del mundo. Un caramelo bien recubierto que deja un extraño regusto amargo en la boca. Raphael Clairefond.