Lo que sucede después
- V.O.: What Happens Later
- Dirección: Meg Ryan
- Guion: Steven Dietz, Kirk Lynn, Meg Ryan (Obra: Steven Dietz)
- Intérpretes: Meg Ryan, David Duchovny,
- País: Estados Unidos
- Género: Comedia romántica
- 105 minutos
- Ya en cines
- «Los antiguos amantes Willa y Bill se reencuentran en un aeropuerto por primera vez desde que se separaron décadas antes. Atrapados por la nieve, lo único que quieren es llegar a casa lo antes posible. Sin embargo, en el transcurso de una noche, gradualmente se sienten de nuevo atraídos, obligados a revisar lo que podría haber sido su relación y lo que bien podría ser nuevamente.»
Por Elisa McCausland y Diego Salgado
En una de las últimas entrevistas que concedió antes de morir, publicada por la revista The Believer en 2012, se le preguntaba a Nora Ephron cómo imaginaba a personajes de su invención como la mítica Sally Albright (Meg Ryan) de Cuando Harry encontró a Sally (Rob Reiner, 1989) con sesenta años. La periodista, guionista y directora respondía, «¿Quién sabe qué será de ellos a fecha de hoy? No me gusta pensar en cómo habrán acabado. Una de las mejores cosas del cine es que representa una burbuja, un periodo concreto de tiempo».
Ephron no podía saber que su legado en el ámbito de la cultura popular aún está tan presente como para que Meg Ryan, protagonista de Cuando Harry encontró a Sally y las dos realizaciones más exitosas de Ephron, Algo para recordar (1993) y Tienes un e-mail (1998), sí se haya preguntado qué ha sido con el tiempo de Sally Albright, de Annie Reed, de Kathleen Kelly, y, por extensión, de su estatus como estrella pasadas tres décadas de su reinado al frente de un género, la comedia romántica, cuya configuración de entonces nos parece hoy por hoy tan remota como la celebridad de la actriz.
El fruto de la reflexión de Ryan en tanto intérprete, coproductora, coguionista y directora de Lo que sucede después es significativo desde el título de la película, que hace referencia a la vida posterior al esplendor en la hierba, a los años maravillosos en que pensábamos que el mundo era nuestro; la vida de madurez, de antesala a la decadencia, en la que empieza a resultarnos más tentador echar la vista atrás, perdernos en los recuerdos, que mirar de frente un futuro crepuscular, un horizonte de sucesos más allá de nuestra existencia.
No cabe llamarnos ni llamar a engaño: estamos ante una comedia (pos)romántica menor, abocada probablemente al olvido tras su disfrute en plateas melancólicas de domingo o noches oscuras de streaming entre gatos y copazos. Pero, al mismo tiempo, Lo que sucede después es uno de los ensayos de ficción más interesantes en lo que llevamos de año. Todo en ella puede y debe ser leído en clave metacinematográfica. Desde la dedicatoria lógica en los títulos de crédito a Nora Ephron al coprotagonismo de David Duchovny —otro superviviente del audiovisual mainstream producido en los noventa—, pasando desde luego por su desarrollo narrativo.
Ryan se ha basado en una obra teatral intimista de Steven Dietz para centrar Lo que sucede después en dos únicos personajes, Willa (ella misma) y Bill (Duchovny), que fueron pareja años atrás y se reencuentran por casualidad en un aeropuerto que ha interrumpido sus actividades durante unas horas debido a condiciones climatológicas adversas. En línea con las tradiciones de la comedia romántica —subapartado ¿se reconciliarán?—, ni Bill ni Willa salieron bien parados emocionalmente de su ruptura, han rehecho sus vidas con otras personas, y sus caracteres son opuestos. La estancia forzosa de ambos en el aeropuerto, que no cuesta imaginar dictada por el destino, les sume en un intercambio progresivo de reproches, confidencias y recuerdos cariñosos. Sin embargo, su aproximación no sirve tanto al objetivo de demostrar aquello de que donde hubo fuego quedan brasas, sino al de que Bill y Willa se comprendan y comprendan lo que sucedió entre ellos con más lucidez que en la juventud.
Las charlas y andanzas de los protagonistas por el aeropuerto desierto, interrumpidas a cada tanto por una voz en off que informa sobre el estado del clima y los vuelos y hace comentarios crípticos referidos a ellos, contribuyen a la creación de una atmósfera abstracta, incluso espectral, gracias a la cual los códigos de la comedia romántica y las dinámicas sentimentales que sustentaban el género mudan en apuntes generacionales y existenciales y una suerte de representación en el límite del absurdo, cercana con todas las reservas que se quieran al espíritu de Samuel Beckett o Eugène Ionesco.
«¿Qué nos impide irnos? ¿Por qué no nos atrevemos a dejar de esperar?», puede leerse en la obra más conocida de Beckett, Esperando a Godot (1952); y, de la misma manera, Bill y Willa dudan y siembran la duda en el espectador, escindidos entre la inercia cómoda a quedar estancados y la posibilidad azarosa de volar, entre la nostalgia y el vértigo del futuro, entre quienes fueron y quienes nunca dejarán de ser. Es una lástima que, en ese registro fantasmal, la película delate problemas considerables de inspiración y ritmo, los diálogos supuestamente ingeniosos produzcan rubor, Duchovny y Ryan estén fuera de sus papeles y se perciban con claridad los momentos en que se estira el relato para alcanzar los noventa minutos de metraje. En su segundo trabajo como realizadora tras la ignota Ithaca (2015), Meg Ryan se muestra voluntariosa pero le falta el talento para transmutar lo artificioso en natural que siempre caracterizó a Nora Ephron. En última instancia, Lo que sucede después demuestra la dificultad, tanto de insuflar nueva vida a la comedia romántica y sus intérpretes más destacados, como de arrojar desde el otro lado del espejo una mirada (re)creadora sobre el género y ciertas codificaciones actorales que ya no son operativas.
- Montaje: Jason Gourson
- Fotografía: Bartosz Nalazek
- Música: David Boman
- Distribuidora: A Contracorriente