No hables con extraños

  • V.O.: Speak no evil
  • Dirección: James Watkins
  • Guion: James Watkins, Christian Tafdrup, Mads Tafdrup
  • Intérpretes: James McAvoy, Mackenzie Davis, Scoot McNairy, Aisling Franciosi, Dan Hough…
  • País: EEUU
  • Género: Terror
  • 109 minutos
  • Ya en cines

  • «Cuando una familia americana es invitada a pasar el fin de semana en la idílica finca de una encantadora familia británica con la que entablaron amistad durante las vacaciones, lo que comienza como unas vacaciones de ensueño pronto se convierte en una pesadilla psicológica.»

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

Tras unas semanas en las que hemos asistido a través de estrenos como Twisters (2024), Alien: Romulus (2024) o Bitelchús Bitelchús (2024) a la clonación por Hollywood de su pasado bajo el pretexto de los universos expandidos, los multiversos y los metaversos, llega a la cartelera una película de vieja escuela —¡quién lo iba decir!—: el remake estadounidense de una producción europea coetánea, fenómeno que entre la última década de los noventa y primera del siglo XXI devino pandemia y con el tiempo ha adquirido un carácter transnacional y polifacético, en el marco de las películas entendidas como IPs. En la actualidad, la revisión de otro filme por Hollywood como acto creativo en sí mismo considerado es casi un anacronismo pero, al menos en el caso de No hables con extraños, resulta un estrategia mucho más fructífera que la autofagia o la autofelación, como prefiera cada cual, a mayor gloria de la nostalgia y los valores de marca.

El origen de No hables con extraños está en la estupenda Speak No Evil (2022), realización del danés Christian Tafdrup de severas resonancias bíblicas y mitológicas, afín a los postulados del cine de la crueldad, en torno a dos matrimonios que, tras conocerse superficialmente durante unas vacaciones, pasan unos días juntos en la casa retirada de una de las parejas, lo que desemboca en una espiral de choques culturales y existenciales rematada con uno de los finales más desoladores —y lógicos— del cine reciente. Speak No Evil es una propuesta incómoda, con discursos a contracorriente acerca de los valores del progresismo y las nuevas masculinidades frente a viejos y nuevos bárbaros; una película política en el sentido más exacto del término, además de muy lograda en su gestión de un fatalismo que trascendía la peripecia individual para funcionar como diagnóstico social.

Esa es la gran diferencia con No hables con extraños —peculiar título español para esta nueva Speak No Evil, que remite a las intrigas domésticas y paranoides producidas en los noventa—; el fatalismo es reemplazado por el suspense, como evidencia la escena en que la hija del matrimonio civilizado revela que ha olvidado en casa de la pareja asilvestrada su conejito de peluche; en la primera película, que sus padres obedecieran a su hija malcriada y volvieran a la casa de sus huéspedes, de cuyo perverso influjo psicológico habían podido librarse por un momento, certificaba su condena al matadero; en esta nueva versión, la hija quiere volver a la casa con el pretexto del peluche olvidado; en realidad, porque cree que la vida del hijo de la pareja que han dejado atrás corre peligro.

Y, aunque esa apuesta por la intriga dé la impresión en un primer momento de torpeza y frivolidad, de reducir por prudencia a la condición de anécdota mundana y simple diversión los argumentos de la película previa —incluidas citas literales a la misma en los peores momentos, discursos de moda y golpes de efecto poco sutiles—, poco a poco descubrimos que ese suspense es tan político como el fatalismo que impregna la película de Christian Tafdrup. A partir de su segunda mitad, Speak No Evil ejerce como enmienda a la totalidad de su predecesora, lo que hace de ella uno de los remakes más pertinentes que hemos visto en mucho tiempo, cuya intención se pone de relieve atendiendo al viaje entre su primer y su último plano: desde los ojos agarrotados por el miedo del pequeño Ant (Dan Hough) en el espejo retrovisor de un automóvil, presos del punto de vista de su padre Paddy (James McAvoy), hasta los ojos arrasados por las lágrimas, libres por fin para sentir y mirar hacia el futuro, de Ant, una vez superada su pesadilla. «La revolución ocurre cuando la víctima deja de cooperar con su verdugo» (Karl Hess).

El éxito de No hables con extraños a la hora de dialogar de tú a tú con Speak No Evil es por supuesto de su guionista y director, el británico James Watkins, quien, tras unos años perdido en el universo televisivo, se reivindica en cierto modo a sí mismo al volver la mirada sobre su primera y excelente película, Eden Lake (2007), otra odisea de lucha por la supervivencia entre antagonistas que no quieren ni pueden entenderse, separados por cuestiones irresolubles de clase y constructos psicológicos. Watkins no solo se muestra eficaz en la gestión del suspense y su aplicación discursiva, tira además de otro referente que hace todavía más sugestiva su aproximación al filme de Christian Tafdrup. Y es que su película puede interpretarse también por varios motivos como una relectura de Perros de paja (1971), la obra maestra de Sam Peckinpah, mucho más interesante —volvemos a la fiebre de hace unos años en Hollywood por el remake— que Perros de paja (2011). Como puede apreciarse, Speak No Evil es para nosotros un sí rotundo.

  • Montaje: Jon Harris
  • Fotografía: Tim Maurice-Jones
  • Música: Danny Bensi, Saunder Jurriaans
  • Distribuidora: Universal Pictures