Muestra de Cine de Lanzarote: cuestionar y combatir

La recta final de La Muestra de Cine de Lanzarote ha traído consigo nuevas propuestas que han sacudido y removido el diálogo en una Sección Oficial que ha trazado un discurso muy claro y coherente consigo misma y con unas fuertes convicciones sobre lo que significa el cine. Amaia Zufiaur

Kamal Alfajari, ganador de la Muestra en 2020 con An Unusual Summer, presentó en esta edición su último trabajo, A Fidai Film (2024), una obra sobre el valor de las imágenes contada como una especie de videoensayo bastante único en su forma y planteamiento. La película analiza el saqueo del archivo del Centro de Investigaciones Palestino en Beirut por parte del ejército israelí en 1982. A través de una mezcla muy particular entre técnicas de documental y cine experimental, enfatiza la materialidad del cine como acto de resistencia, una plasticidad desafiante que dibuja un acercamiento al conflicto palestino-isaraelí alejado de convenciones. Con este trabajo, el cineasta, que en el coloquio mencionó que tenía esperanzas en que el poder del cine siguiera teniendo impacto para cambiar las cosas, reclama y reescribe la memoria robada de la historia de su país y además consigue no solo hablar de la violencia en Palestina, si no que su discurso trasciende fronteras. 

También se exploran los traumas de un país en Viet and Nam (2024) de Trương Minh Quý película que tuvo su estreno mundial en Un certain Regard de Cannes y consiguió una nominación a la Queer Palm. La historia se centra en dos mineros amantes a los que les persigue el espectro de sus padres desaparecidos y las quimeras de un futuro incierto. Puede que esta sea la película con mayor impacto visual de la Muestra, Quý transforma la narrativa en una experiencia visual inolvidable que invita a reflexionar sobre la herencia de los conflictos pasados y la identidad en constante lucha de un país.

Antes de las dos últimas proyecciones, se pudieron ver los cortos canarios en la sección Cruce de Caminos, que puso en valor el talento local con una serie de cortometrajes que abordaron problemáticas sociales desde perspectivas íntimas y comprometidas. Sísifo (2023) de María Abenia, habla sobre las consecuencias del volcán de La Palma, mientras que El amor cortés de Mandy Flowers (2024) de Miguel Mejías, traza un discurso sobre la mirada masculina imperante en los discursos del deseo y que ha dominado y deformado la mirada en el mundo virtual. Por su parte, con De interés insular (2024), Marta Torrecilla denuncia la escasez del agua y el turismo destructivo, y Adrián Viador expresó en Azul (2024) su fascinación por contar la historia de «gente aislada dentro de una isla», así como su ansia por denunciar las situaciones injustas a las que se enfrentan habitantes de Porís de Candelaria. El Jable (2024) de Bruno Atckinson pone la mirada en una de las zonas menos conocidas de Lanzarote, siguiendo la estela de vocación desafiante y activista del resto de cortometrajes aportando una perspectiva más poética. 

En contraste con las propuestas más crudas y políticamente explícitas, 7 Walks with Mark Brown de Vincent Barré y Pierre Creton apareció como un satélite en esta sección oficial de la que se desmarcaba del tono turbador y agitado del resto de propuestas ofreciendo una mirada más serena, pero no por ello menos profunda y emocionante, así como subversiva. En este sentido hay un claro posicionamiento sobre ir en contra de la corriente que arrastra el mundo. Se siente en cómo aborda Mark Brown esta empresa: ¡él quiere que se filme el alma de las plantas! También los directores han hecho una apuesta por el tiempo y la pausa, filmando su película como un ejercicio de contemplación, en un acto de resistencia contra el ritmo frenético del mundo.

Como broche final, Todo Documento de Civilización de Tatiana Mazú dejó una huella imborrable. En esta cinta que es una especie de ensayo —¿también manifiesto político?— Mazú recoge y disecciona el caso del asesinato de Luciano Arruga por parte del Estado a través del discurso de la madre del joven. Nunca vemos el rostro de la mujer, de hecho, vemos muy pocas caras, en su mayoría despersonalizadas excepto la de Luciano y otros desaparecidos, porque son los espacios de la urbe alienante y controladora como representación del Estado los que dominan esta película, pero la voz en off dibuja tanto una identidad, así como el pesar de una nación entera y una emoción colectiva. Es una película que encapsula en sí el espíritu combativo de toda la selección que se han podido ver en la sección oficial de esta edición de la Muestra. 

Así, el final del festival isleño dejó patente que no se trata únicamente de proyectar películas, sino de cuestionar las imágenes y el cine y su capacidad de ser una herramienta para explorar y ofrecer una visión crítica del mundo.