Luis Ferrón, productor de Tardes de soledad: cómo se fraguó la «cumbre» de Albert Serra
Luis Ferrón es uno de los productores de Tardes de soledad, el documental taurino de Albert Serra centrado en el microcosmos de Andrés Roca Rey, y su cuadrilla, una obra maestra galardonada con la Concha de Oro del Festival de San Sebastián. Paralelamente a su carrera de productor, en la que encontramos títulos tan significativos del llamado «Otro Cine Español» como Sueñan los androides (Ion de Sosa, 2014) o El año del descubrimiento (Luis López Carrasco, 2020), Ferrón ha estado muy implicado en la ECAM, la escuela de cine donde estudió durante tres años. Ahí se quedó, primero como jefe de prácticas, y luego como gerente, hasta 2023. Aprovechamos que el cineasta de Banyoles acude a impartir un seminario en la Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid para tirar del hilo. Curiosamente, fue en la propia ECAM donde se fraguó la idea de que Albert Serra se estrenara en el campo del documental con una película de toros. Así nos lo cuenta Ferrón. Por Philipp Engel
¿Cómo lograste combinar tu trabajo como productor con tu puesto en la ECAM?
En realidad, trabajando como un animal. Aunque no dejan de ser lugares de cine, también son gorras completamente distintas, salvo en un caso muy particular, que tiene que ver con una actitud un poco punki. Cuando me ofrecieron ser gerente, después de tres años como jefe de prácticas, de la ECAM, ya había producido El Futuro y Sueñan los androides, y la escuela había iniciado su transición con un cambio de profesorado y de mentalidad, para abordar un enfoque no fuese sólo industrial, sino también artístico. Se cumplían 20 años de la ECAM, y encargué un vídeo al respecto a un antiguo alumno un poco díscolo, Gabriel Azorín, que hizo lo que después se convirtió en Los Mutantes, que tiene que ver con el proceso de cambio de la institución.
¿Cómo conociste a Albert Serra?
Pues justamente en ese proceso de cambio de la ECAM empezamos a hacer seminarios y a traer a figuras de peso. Trajimos a Walter Murch, Lucrecia Martel, Vittorio Storaro… Y en el año 2019 le propusimos a Albert Serra venir para un seminario de cuatro días: cada día hablaba durante tres o cuatro horas de un aspecto de su profesión. El primer día la parte de guión; el segundo, la de producción; el tercero, la de montaje y el cuarto la parte del proceso de venta y distribución de la película. Fue muy divertido, porque ya sabes lo macarra y generoso que es Albert. Así le conocí, porque había visto sus películas, pero no en persona. Lo más curioso es que llevaba mucho tiempo intentando traer a Frederick Wiseman, y al final resultó que sólo podía un viernes y un sábado, justamente la semana en la que habíamos tenido a Albert. Así que me los llevé a cenar.
Menuda cena tuvo que ser esa.
Sí, porque Wiseman quería ir a los toros. Era en mayo, después de Cannes. Movimos algunos hilos y conseguimos que Wiseman pudiera ir a los toros el domingo. Así que empezamos a hablar de toros, del libro de Manuel Chávez Nogales, Juan Belmonte, matador de toros. Y al final Albert y yo nos dimos la mano y dijimos: ‘¡Venga, vamos a hacer una película de toros!’. A la mañana siguiente, antes de que empezara el seminario de Wiseman en hall de la ECAM a las nueve, lo veo en el vestíbulo que viene directo hacia mí, cojeando, porque tiene 89 años y acababan de operarle de la cadera. Se me acercó y me dijo: «si el tipo de anoche finalmente no quiere hacer la película de los toros, me llamas». Y lo decía absolutamente en serio.
Frederick Wiseman me dijo: «si el tipo de anoche finalmente no quiere hacer la película de los toros, me llamas»
Ah, qué bueno. Tampoco estaría nada mal una de toros por Wiseman.
Sí, sí. Pero me parecía un poco excesivo, pensar en hacer dos películas de toros. Aunque ahora no me importaría que Wiseman hiciera la suya, que sería completamente distinta.
De todos modos, es curioso que el giro documental de Serra se diera en una cena con Wiseman.
Sí, aunque durante el seminario Serra ya había dejado caer que había un tema al que quizás él se podía acercar de manera documental, aunque a él el documental no le interesa porque dice que es de «gente perezosa». Y ese tema era la tauromaquia, por la imposibilidad de una representación por parte del torero, que no podía ser fingido. Tenía que ser una absoluta verdad. Así que entre una cosa y la otra, Wiseman que quería ir a los toros y Serra que le interesaba el tema…
Eso fue en mayo de 2019, ¿no? Luego vino la pandemia.
Y Serra tuvo que retrasar el rodaje de Pacifiction. Así que no empezamos con Tardes de soledad hasta el año 2020, con Serra y Montse Triola (Andergraun Films) como productores mayoritarios junto con LaCima, donde estaba yo junto a Pedro Palacios y Ricard Sales, que también vienen de la ECAM —el primero estudió producción conmigo, y Sales hizo el master de producción–, ahora estoy trabajando con La Zona, otra productora, pero tengo el compromiso de Tardes de soledad, y tenemos otros dos proyectos de coproducciones con ellos.
Entonces empezasteis a buscar financiación.
Sí, fuimos al ICAA, al ICEC y a TV3, y los tres nos dijeron que sí. Es una coproducción con Francia, enseguida entró Arte y el portugués Joaquim Sapinho, que venía apoyando a Serra desde La muerte de Louis XIV.
¿Cuándo empezasteis a rodar?
Pacifiction fue a Cannes, y rodamos más tarde de lo previsto. Empezamos a rodar en el verano de 2022 con otro torero, Pablo Aguado, que al final se quedó fuera de la película. Fue uno de los primeros nombres que surgieron. Seguramente acabaremos recuperando ese material para hacer una pieza un poco distinta, como una instalación. En cualquier caso, es un torero que empezó a despuntar en 2019, cuando se iniciaron todas las conversaciones. Fue el propio Aguado quien, ya en 2021, nos llevó a Andrés Roca Rey, que quedó como protagonista absoluto, y ahora es el más popular de todos. Empezamos a seguir a los dos toreros durante todo el proceso de rodaje, porque son dos estilos muy distintos que queríamos contrastar. Pero durante el proceso de montaje Albert vio que el material de uno y otro difícilmente podían entrar en una película al menos que durase cinco horas… Luego Roca Rey es más alto, por lo que compone mejor con el toro dentro de lo cercanas que son nuestras imágenes. Además tuvimos más suerte los días que fuimos con él, porque tuvo dos o tres cogidas muy potentes que te llevaban el material a un lugar más dramático.
Es una película sobre lo real, pero con una potencia casi lisérgica.
¿Tú eres muy taurino?
Soy sevillano, no soy el mayor aficionado del mundo, pero voy a unas cinco corridas al año.
¿Cómo reaccionaron los toreros cuando os acercasteis a ellos? No sé si conocían mucho el cine de Serra.
El apoderado de Andrés, el ex torero Roberto Domínguez, conocía muy bien el cine de Serra, porque, entre otras cosas, es el marido de Elena Sánchez, de Historia de nuestro cine. Aunque primero llegamos a Curro Vázquez, que es el apoderado de Pablo Aguado. Le contamos el proyecto, y le gustó la ambición de hacer una película sobre la tauromaquia centrada en el sufrimiento y la entrega del torero. Igual en otros entornos taurinos les hubiera costado más entender que había una buena oportunidad en que alguien del mundo artístico mirase el mundo de los toros con seriedad. También fue un momento en el que El año del descubrimiento estaba teniendo mucha repercusión. Vieron que éramos gente seria que queríamos hacer una película potente.
¿La idea era, sobre todo, mostrar el valor del torero?
La idea de fondo es un capítulo del libro de Chávez Nogales, que habla sobre el miedo del torero. Siempre se ha hablado del valor del torero o del sufrimiento del toro. Pero en pocos sitios, más allá de ese libro, se habla del sufrimiento del torero, que es lo que queríamos retratar.
¿Cuántas corridas rodasteis y cuántas se han quedado en el montaje final?
En el montaje final hay más toros de lo que parece. La gente cree que solamente hay cinco toros y en realidad yo he contado como once. Empezamos a rodar un día en Las Ventas, seguimos con Bilbao, Santander, vamos a la Maestranza de Sevilla y después volvemos a Las Ventas, o sea que salen cuatro plazas de toros y cinco corridas. Ten en cuenta que, por ejemplo, en el verano de 2022, rodamos una primera corrida de la que no sale nada, porque los toros eran pequeños y nosotros todavía estábamos aprendiendo. Hay mucho material que se quedó fuera. Fuimos dos noches a rodar a un novillero metiéndose en el campo a torear bajo la luna, y de eso lo único que hay es el primer plano de un toro mirando a cámara. Del primer año solamente queda un plano, de una corrida y de dos días rodando de noche.
Ahí es donde está la honestidad de la película: en mirar con respeto un mundo controvertido, dejando espacio al espectador para que piense cómo se relaciona con esa realidad y con esas imágenes
El grueso del rodaje fue en 2023, ¿cómo fue?
Sí, fuimos a Olivenza, Valencia, Castellón, Arnedo, volvimos a la Maestranza de Sevilla, tres veces a Las Ventas tres veces, Málaga, Santander, Bilbao, Nîmes, y vuelta a Madrid. Siempre íbamos o Pedro Palacios o yo mismo. Para ser un documental, era un equipo grandecito. Pequeño para una película de cine. Empezamos rodando con siete cámaras, luego ya fuimos con cuatro, y más adelante, cuando ya teníamos aprendida la dinámica, casi siempre éramos tres operadores de cámara, dos de sonido y Albert, Montse, producción y poco más.
El esfuerzo ha merecido la pena. Al final Albert ha seguido con su método de siempre –acumular mucho material sin interferir, y buscar imágenes inéditas en el montaje–, y ha quedado una película muy impresionante en el sentido plástico, imagino que estás de acuerdo.
Sí, claro. Alguien dijo que tenía un acercamiento casi fotográfico al hecho cinematográfico, y creo que lo define bastante bien. Luego, cada una de las corridas tiene un enfoque distinto, y me da la sensación que, para cada una de ellas, se ha centrado en la cámara que más le ha gustado. Las cámaras eran las mismas, pero en una iba con unas focales, otras eran más tele. Si te fijas, son casi siempre planos larguísimos de seguimiento, centradas en el combate con el toro, y para mí hay como dos películas en una: la primera, más épica, hasta la cogida de Santander. Y luego, como cinéfilo más que como productor, me da la sensación de que la película se va convirtiendo en algo casi abstracto. En la parte de Sevilla, que para mí estéticamente es la más bonita, porque se estaba haciendo de noche: encendieron la iluminación, pero todavía había sol y la arena de Sevilla, que es muy amarilla… Ahí la película se va volviendo más abstracta. Aunque de repente tienes un cierto protagonismo del tercio de banderillas… En cada bloque hay un interés distinto que seguramente viene derivado de cuáles eran las imágenes más potentes, primero, y de en qué orden las colocamos para producir una emoción después. Es una película sobre lo real, pero con una potencia casi lisérgica.
También hay una necesidad de entender por qué el torero se planta ante el toro día tras día.
Sí, una de las claves de la película, y de todo el cine de Albert, es la repetición. La rutina del torero. Un director menos audaz hubiera terminado la película después del bloque de Sevilla. Sin embargo, Albert todavía vuelve a Las Ventas, vuelve a enseñarte a Andrés enfrentándose a otra corrida, que además no le sale especialmente, aunque al final acaba matando bien al toro. Yo creo que en eso, más la repetición de hoteles y las furgonetas, hay un deseo por parte de Albert de decir: «Esto lo hace todos los días».
Como un trabajador cualquiera.
Eso es. El hombre que va a trabajar y se juega la vida.
Pero luego hay una fascinación por la muerte del toro, porque hay varios planos en los que mira a cámara, y vemos cómo se va extinguiendo la vida, cómo le abandona en la mirada.
Tiene que ver con no esquivar la realidad. En San Sebastián, Albert dijo «fuera del debate de si los toros tienen que existir o no —que si hubiera una votación, votaría que sí— lo importante, de cara a la película es que, existiendo los toros, es esto».
Sí, creo que una de las virtudes de la película es que te deja espacio para que tú tengas tus opiniones, pero la plasticidad es la que es. Si eres anti-toros, no sales pro-toros, y al revés también.
La película consigue mostrarte la verdad. Si tú eres antitaurino y vas a ver la película, dices, «mira cómo muere el toro. Qué inhumano es esto, qué horrible». Pero seguramente ves la película y dices: «el torero se la está jugando ahí» y tiene un grado de compromiso que va mucho más allá de la imagen a priori que tú puedas tener como antitaurino de lo que es un torero. Creo que es ahí donde está la honestidad de la película, en mirar con respeto un mundo controvertido y, como decías, dejando espacio al espectador para que el espectador piense, decida, cómo se relaciona con esa realidad y con esas imágenes.