Los domingos
- Dirección: Alauda Ruiz de Azúa
- Guion: Alauda Ruiz de Azúa
- Intérpretes: Blanca Soroa, Patricia López Arnaiz, Miguel Garcés, Juan Minujin, Mabel Rivera, Nagore Aranburu…
- País: España
- Género: Drama
- 115 minutos
- Ya en cines
- «Ainara (Blanca Soroa), una joven idealista y brillante de 17 años, ha de decidir qué carrera universitaria estudiará. O, al menos, eso espera su familia que haga. Sin embargo, la joven manifiesta que se siente cada vez más cerca de Dios y que se plantea abrazar la vida de monja de clausura. La noticia pilla por sorpresa a toda la familia provocando un abismo y una prueba de fuego para todos.»
Por Diego Salgado & Elisa McCausland
Si la semana pasada escribíamos sobre una película, Caza de brujas (2025), que apunta un cambio de tendencias en lo referido a la representación de asuntos determinantes para el rumbo de nuestras vidas y cuanto nos define como sociedad, otro tanto puede decirse del tercer largometraje de la realizadora Alauda Ruiz de Azúa, Los domingos; una película magnífica, en buena medida, por emplazarse sus claves formales y argumentales a contracorriente de los modelos imperantes en el cine español de subvenciones, labs y discursos irreprochables. Algo que ya sucedió por cierto con la anterior ganadora de la Concha de Oro, la asimismo excepcional Tardes de soledad (2024). El Festival de San Sebastián se sitúa así a la vanguardia de un pensamiento en marcha en el seno de la imagen cinematográfica contemporánea, frente a otros certámenes —no miramos a nadie, Sitges— que prefieren seguir apostando sin arriesgar con temáticas legitimadas institucionalmente.
Pero lo interesante es cómo la realizadora vizcaína no se posiciona premeditadamente con Los domingos en contra de ningún paradigma fílmico establecido sino, sobre todo, de lo establecido hasta ahora en ella misma, cuya superación por la vía de una madurez, un rigor y una sofisticación expresivas inéditas en su trayectoria, y un esfuerzo nada común por tratarse y tratar a la audiencia como adultos, se bastan para dejar en evidencia otros muchos estrenos lastrados por la bisutería política y estilística. Aunque el cine debido a Ruiz de Azúa —desde cortometrajes como Lo importante (2006) y No me da la vida (2021) a su primer largo, Cinco lobitos (2022), y la miniserie Querer (2024)— había compartido con Los domingos una mirada inquieta en torno al ámbito familiar y la cotidianidad, se había plegado a perspectivas bienintencionadas, a valores dominantes.
Los domingos supone por tanto un salto de gigante, del que es muy consciente la propia directora: “He jugado con los puntos de vista y he dado a cada personaje su sitio (…) La película contrasta diferentes miradas y, dependiendo de qué mochila traiga el espectador —su espiritualidad, su educación religiosa o su experiencia familiar—, escogerá una u otra”. La palabra espiritualidad es fundamental porque, como han ratificado las reacciones airadas a la iconografía católica que salpica el nuevo disco de Rosalía, la búsqueda de la trascendencia —del tipo que sea— como argumento central de cada vez más agentes sociales y culturales está poniendo a la defensiva a muchos, empeñados en no revisar unos constructos interpretativos de la realidad sumidos en una crisis evidente de legitimidad. El filósofo y teólogo Pierre Teilhard de Chardin caviló que el secreto para llegar al fondo de nuestra existencia radica en que «no somos seres humanos atravesando una experiencia espiritual, somos seres espirituales viviendo una experiencia humana». Quien olvide o pretenda obviar esa realidad, está condenando sus creencias, pensamientos y experiencias a la coyunturalidad, a la irrelevancia a largo plazo.



Todo ello se debate en las imágenes de Los domingos: Ainara (Blanca Soroa) es la hija mayor de un viudo bilbaíno dedicado a la restauración. La familia de Ainara es adinerada y en apariencia armoniosa, y se da por hecho que la joven rubricará su inminente mayoría de edad haciendo lo acostumbrado: cursar una carrera universitaria, e iniciar el noviazgo con algún joven de sus mismas características. Pero ese horizonte peligra cuando Ainara empieza a manifestar una intensa fe religiosa y valora la posibilidad de hacerse monja de clausura. La decisión de Ainara desata una tormenta de opiniones contrapuestas entre quienes la rodean e irrita en particular a su tía Maite (Patricia López Arnaiz), una mujer que responde punto por punto al estereotipo progresista. Los domingos alterna los pasos firmes de Ainara en pos de su vocación, con los intentos de Maite por hacer que su sobrina cambie de idea. Maite no duda para ello en apelar a artimañas dudosas, dignas en algunos casos de madre devota de los años sesenta a la que saliera una hija hippie —lo que da lugar a algunos momentos tan divertidos como crueles para con el personaje—, y en arrogarse una superioridad intelectual y moral bajo la que laten las dudas, la desdicha, el complejo de inferioridad en torno a las decisiones que han guiado su propia vida.
Ruiz de Azúa deja pistas calladas sobre los motivos que pueden haber condicionado la devoción de Ainara por la fe católica. Véanse el comentario casual sobre el carácter díscolo de su madre fallecida en boca de su abuela, el poco interés que le presta su padre, o la mezcla de religiosidad instrumental y apatía emocional que la rodea, tanto en casa como en el ambiente escolar y de amistades en que se halla imbricada. Pero ello no es óbice para que la directora establezca en paralelo un análisis demoledor sobre la sociedad española contemporánea, presa de los intereses crematísticos y el hedonismo de marca blanca, y experta en impostar la voz acerca de todos los temas imaginables para ocultar un núcleo de rabiosa indigencia intelectual. El hecho de que las dos figuras de autoridad moral que penden sobre Ainara sean el dueño de un restaurante y una gestora cultural constituye por parte de Ruiz de Azúa un comentario tan lúcido como perverso sobre la situación actual de una sociedad sin proyecto sustantivo alguno en común, sin afán de trascendencia en ninguna dirección.




El mar de dudas en que sume Los domingos al espectador durante todo su metraje, su equidistancia nada pasiva respecto de la película de terror que podría estar viviendo Ainara y la intransigencia profunda que representa Maite, se deduce con meridiana claridad de la puesta en escena. La mayor parte de las realizaciones anteriores de Ruiz de Azúa, como las de muchas compañeras de generación, han sido adeptas a la cámara trémula en plano cerrado sobre los cogotes y los rostros de las intérpretes. Una estrategia formal que traslada, conscientemente o no, una subjetividad narcisista disociada de las realidades de su entorno; que trata de imponer una mirada al público derivada de un afán programático, no de la experiencia del mundo. Los domingos, en cambio, está filmada en un formato panorámico de extrema precisión, e hilvanada con correspondencias implacables de montaje. Los personajes se ven impulsados así a relacionar sus palabras, sus omisiones, sus acciones, con las del Otro, en un ejercicio de generosidad y tolerancia fílmica inusuales.
Hay numerosos ejemplos de ello. Quedémonos con la planificación que despide a Ainara y Maite. La primera se esfuma, abandonada a su suerte en un universo espiritual con el potencial de derivar en pesadilla o éxtasis pero, de cualquier manera, ajena a nuestra mirada profana, descreída. La segunda queda expuesta en plena calle, como nosotros mismos, a la intemperie de la razón, las contradicciones de la ideología, las incongruencias derivadas de nuestras elecciones personales en materia de afectos, los pros y los contras de nuestros estilos de vida. Los domingos sabe por tanto clausurar sus imágenes en abierto, animándonos a pensarnos realmente, más allá del aburguesamiento que ha conllevado dormirnos en los laureles, habernos creído dioses que han demostrado hace mucho tiempo ser falsos.


- Montaje: Andrés Gil
- Fotografía: Bet Rourich
- Distribuidora: BTeam

