A Complete Unknown

  • Dirección: James Mangold
  • Guion: Jay Cocks, James Mangold (Libro: Elijah Wald)
  • Intérpretes: Timothée Chalamet, Edward Norton, Elle Fanning, Monica Barbaro, Boyd Holdbrook…
  • País: EEUU
  • Género: Drama, biopic
  • 141 minutos
  • Ya en cines

  • «Ambientada en la influyente escena musical de Nueva York de principios de los años 60, A Complete Unknown cuenta la historia del meteórico ascenso del músico de Minnesota Bob Dylan, un cantante de folk de 19 años, hasta las salas de conciertos y lo más alto de las listas de éxitos. Las canciones y la mística de Dylan, de nombre Robert Allen Zimmerman, se convirtieron en un fenómeno mundial que culminó en 1965 con su rompedora actuación de rock eléctrico en el Newport Folk Festival.»

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

Carece de importancia si A Complete Unknown ostenta cualidades cinematográficas reales o no. Se halla presente en todas las quinielas de premios de la temporada porque constituye el (pen)último vestigio de un cine industrial estadounidense producido en base a apartados técnicos irreprochables y argumentos considerados de prestigio; hasta hace unos años, el estándar entre las producciones de Hollywood con aspiraciones a los galardones que clausuran cada temporada. En 2025, sin embargo, A Complete Unknown es la única de las diez películas nominadas al Oscar que se ajusta al perfil descrito. Un perfil que parece le tocará defender con uñas y dientes en los próximos años a su realizador, James Mangold, a quien cabe considerar a estas alturas el heredero extraoficial de Ron Howard gracias a su polivalencia y su compostura expresiva. De hecho, Mangold ha dirigido intriga, comedia romántica, acción, remakes, secuelas, cine de superhéroes, filmes oscarizables varios y, en 2005, el híbrido entre historia de amor y biografía musical En la cuerda floja, que protagonizaba un personaje presente asimismo en A Complete Unknown, Johnny Cash.

En esta ocasión, con la complicidad del guionista Jay Cocks —que ya había escrito De-Lovely (Henry Winkler, 2004), aportación olvidada al género—, Mangold sigue respetuosamente la estela de los biopics sobre estrellas del pop que se suceden de un tiempo a esta parte en la cartelera, menos interesados como los tradicionales por el trayecto cronológico a través de los hitos vitales de los artistas que por el análisis de las etapas clave para su psique, su creatividad y sus sinergias con el complejo industrial-cultural mainstream. Ahora bien, la inspiración de A Complete Unknown a la hora de recrear la llegada en 1961 del joven cantautor Bob Dylan (Timothée Chalamet) a Nueva York, el trato con su ídolo Woody Guthrie (Scoot McNairy), su deslizamiento progresivo desde la escena folk hacia el rock and roll y sus relaciones sentimentales con Suze Rotolo (Elle Fanning) y Joan Baez (Monica Barbaro) es muy inferior a la puesta de manifiesto por biopics recientes como Elvis (2022) o Better Man (2024) y, en particular, a lo visto en otras películas sobre Dylan como el documental No Direction Home (Martin Scorsese, 2005) o la poliédrica I’m Not There (Todd Haynes, 2007).

Cocks y Mangold se limitan además a emular el interés previo de Scorsese y Haynes por el carácter incatalogable de Dylan y su resistencia a ser etiquetado en una agenda política, un estilo musical e incluso una efigie personal concreta, sin duda la clave de su pervivencia artística durante medio siglo en un ecosistema tan despiadado y cambiante como el del show business. El título del filme hace referencia al Dylan anterior a la fama pero, sobre todo, a su naturaleza premeditada de completo desconocido para los demás y él mismo. «El crecimiento personal no se cifra en encontrarte a ti mismo como si encontrases con alivio un zapato que habías perdido», explica Dylan en A Complete Unknown, «se trata de hacer de ti alguien diferente. No mejor. Diferente. Lo que te apetezca ser en cada momento». Esa cualidad mutante de Dylan se traduce en la mirada aviesa, calculadora de Timothée Chalamet —lo mejor de una interpretación, por lo demás, incómoda—, que pone en solfa las motivaciones de su personaje cuando trata con los demás pero, también, la pureza de la bohemia contracultural que le rodea.

Resulta asimismo fundamental la forma en que Mangold filma a Dylan, separado con frecuencia de los demás personajes merced a la dinámica del plano/contraplano o la oposición entre figuras en primer y segundo plano dentro de un mismo encuadre. Por añadidura, la película presenta y despide al músico en absoluta soledad, y su vínculo más profundo es el que establece sin palabras y lejos de las bambalinas con Woody Guthrie, recluido en una institución psiquiátrica. En el primer encuentro entre ambos, Mangold introduce además un plano de profunda melancolía: un enfermo que agoniza a solas, ubicado más allá de las reservas protegidas en que gustan de esconderse, definir y legitimar su actividad los agentes culturales, dentro y fuera de la ficción. Es uno de esos puntos audiovisuales de fuga que otorgan en ocasiones al cine comercial una profundidad imprevista, capaz de escapar a los principios de la lógica narrativa y discursiva acordados con el espectador. Ocurre en la reciente Bridget Jones: Loca por él (2025), cuando un ángulo picado sobre el beso final transforma la enésima peripecia romántica de la protagonista en un pacto desesperado de madurez contra las inclemencias de la existencia; y ocurre en otro estreno de esta semana, Amenaza en el aire (2025), cuando el plano general de apertura en exteriores inhóspitos —el territorio alegórico en que los personajes del director Mel Gibson han dirimido habitualmente sus tormentos físicos y psicológicos— da paso a un asfixiante doble interior —un microondas en una modesta habitación de hotel— que simboliza las dimensiones reducidas en que Gibson habrá de materializar su primera serie B.

Pero, pese a momentos tan brillantes como el citado o la secuencia del pánico colectivo desatado por la crisis de los misiles en Cuba y su resolución, Mangold no ahonda en sentidos complejos. A Complete Unknown puede presumir de contundencia visual y estar amueblada con gusto; es magnífica por lo que toca al diseño de producción, la fotografía y los efectos visuales; y su gestión minuciosa del formato panorámico y los movimientos de cámara tiñe de calidez los escenarios de la cotidianidad —dormitorios, cafeterías, locales nocturnos— y de verosimilitud los inmortalizados mediáticamente —en particular, los conciertos en el festival de Newport—. Al mismo tiempo, debido quizá a todo ese esfuerzo representativo, sus imágenes son prosaicas, no hay en ellas un ápice de la introspección o el misterio que sí presidían una ficción sobre las grandezas y miserias de la escena musical alternativa de aquella época, A propósito de Llewyn Davis (Joel & Ethan Coen, 2013).

A Complete Unknown se alarga hasta los ciento cuarenta minutos ilustrando las idas y venidas de Dylan entre ensayos, amantes, compromisos y actuaciones y enunciando sus dudas y dilemas creativos, sin deducir de ello incógnitas ni novedades, sin ambición por trascender determinados clichés, hasta que su título adquiere un cariz irónico. Da pena que una película dirigida al gran público se revele impotente para destripar aspectos sobre Dylan y su entorno que en producciones de talante indie han tendido a abordarse desde lo reverencial y lo complaciente. En este sentido, la escena en que Dylan hace gala de su anti-intelectualismo al preferir un melodrama romántico de Hollywood proyectado en un cine cualquiera al comprometido Guernica de Picasso en el MoMA constituye una valiente declaración de principios por parte de Jay Cocks y James Mangold que después su película es incapaz de sustentar.

  • Montaje: Andrew Buckland, Scott Morris
  • Fotografía: Phedon Papamichael
  • Música: Bob Dylan (canciones)
  • Distribuidora: 20th Century