Adrien Brody, personaje de Wes Anderson

Tras La crónica francesa, Adrien Brody también estará en Asteroid City, la que será su quinta colaboración con Wes Anderson. Es un fijo de su troupe en la pantalla, quizás porque en la vida real también es así. Hablamos con el ganador del Óscar, la nariz más prominente de Hollywood y un personaje puramente «andersoniano». Por Philipp Engel

Alexandre Desplat dice que todos los actores de Wes Anderson tienen un «je ne sais quoi”, y eso es mucho decir, si tenemos en cuenta que el kilométrico reparto de estrellas de La crónica francesa apunta maneras para entrar en el Libro Guinness de los récords. Incluso podríamos decir que Brody, con el que estuvimos conversando online, podría tener más de un “je ne sais quoi”, ya que no nos parece tan distinto a los personajes que ha ido interpretando para Anderson, desde que ambos se subieron Viaje a Darjeeling (2007), que para el actor «fue mucho más que una película, diría que más bien una espectacular experiencia vital. He estado varias veces en la India, antes y después, pero entonces yo ya era muy fan de sus películas, y entrar a formar parte de aquello...». Siguieron Fantástico Sr. Fox (2009), El Gran Hotel Budapest (2014), y sobre todo La crónica francesa, donde da vida a un marchante de arte llamado Julien Cadazio y ligeramente inspirado en el británico Sir Joseph Duveen, curioso personaje que hizo fortuna vendiendo las obras de arte de las viejas fortunas europeas a los americanos (Rockefeller, Hearst, etc.), multiplicando su precio hasta batir récords y haciéndose millonario por el camino. «Él inventó a los coleccionistas de arte, y fue el que hizo que las obras de arte alcanzaran precios tan estratosféricos, y eso está en la película», confirma Brody desde su castillo cerca de Nueva York. «Pero la película es básicamente ficción». Pura ficción.

El episodio de La crónica francesa que cuenta la historia de Julien Cadazio bebe de un reportaje publicado en The New Yorker, en 1951, que llevaba la firma del dramaturgo y también guionista S. N. Behrman. En la película, Cadazio va a parar con sus huesos a la cárcel por evadir impuestos, y ahí conoce a un artista bestial, Moses Rosenthaler (Benicio del Toro), que cumple una larga condena por decapitar a un par de clientes de bistró, de esos de pastís por la mañana y por la tarde, alegando decapitación accidental en el caso del primero y defensa propia en el del segundo. Entre rejas, Rosenthaler mata las horas convirtiendo en expresionismo abstracto las curvas de Léa Seydoux, que dicho sea de paso, debería ser ya la nueva Marianne, máximo símbolo de la República, al que ya prestaron su rostro Bardot, Deneuve o la Casta. Seydoux, se mire como se mire, es perfecta para el busto. 

Una familia de genios

Brody, por su lado, siempre ha estado estrechamente vinculado al mundo del arte. Su padre, Elliot Brody, un judío de origen polaco como el que Adrien interpretó en El pianista, se entretiene pintando en el otoño de su jubilación como profesor de Literatura, mientras que su madre, Sylvia Plachy, es una famosa fotógrafa que introdujo a Adrien en el mundo de la bohemia neoyorquina: «Ella me enseñó a descubrir los matices y la complejidad de toda clase de imágenes, no sólo de las fotografías. Mi madre ha influido en todo lo que hago, en mi manera de actuar, en mis aspiraciones como director, y en mis cuadros», cuenta Brody que también es pintor, y no precisamente de brocha gorda, sino de los grandes, como Rosenthaler. Brody tiene ya varias exposiciones a sus espaldas, una obra rápidamente clasificable como pop, si pensamos en el retrato de una hamburguesa gigante o de un salmón igualmente gigantesco, con fondos de colorines. «De hecho, empecé a pintar antes que a actuar», quiere precisarnos, «y lo que más me gusta de esta forma de arte es la tremenda libertad que te da, porque sólo tienes que pintar cuando estás tremendamente inspirado». Y ahora mismo, mientras hablamos, lo está. Si no ha conectado la cámara, y sólo vemos un rectángulo negro del que surge su reconocible voz como un hilillo inseguro, es porque está inspirado y no puede parar de pintar. Luego se conectará para mostrarnos muy fugazmente los cuadros en los que está trabajando, y lo único que llegamos a atisbar es que se viene periodo azul, como Picasso. No será casualidad que Woody Allen le diera el papel de Salvador Dalí en Midnight in Paris, una película protagonizada por alguien también tan wesandersoniano como Owen Wilson

Sin ser Cadazios en arte, nos atreveríamos a asegurar que la mayor obra de arte de Brody, por lo menos en tamaño, es su castillo. Un viejo castillo, al estilo europeo, quien sabe si traído piedra a piedra, con fantasma incluido, como el de Canterville (en realidad, una granja construida entre 1896 y 1906), que el actor adquirió en estado prácticamente ruinoso allá por 2006, y restauró con paciencia de santo, un proceso que detalló en el documental Stone Barn Castle (2015), su primera película como director, codirigida con Kevin Ford. Al igual que el Sunnyside de Washington Irving, Stone Barn podría ser su autobiografía, la obra magna de Brody, sobre todo si tenemos en cuenta que, cuando hubo terminado la laboriosa restauración, se lo mostró como una sorpresa de cuento de hadas a su novia de entonces, Elsa Pataky, con la que posó para un histórico reportaje del que ¡Hola! tuvo la exclusiva mundial. La madrileña salía vestida de valquiria subida a la pala de una excavadora. Espectacular. Una pena que la feliz pareja no tardara en separarse. Luego vino Thor. 

Como todas las películas de Wes Anderson, Brody también tiene ese punto de romántico con el corazón roto. Como todo los adultos que aparecen en los cuentos ilustrados del texano, Brody es un niño que se resiste a crecer. En el mundo real, tiene esa misma expresión de despiste perpetuo, esa candidez que le llevar a tomarse en serio hasta una pregunta sobre Manolete. «Todavía hay gente que me pregunta por qué hice Predators (2010), la semana pasada, sin ir más lejos. Las decisiones de un actor son algo que no es fácil de entender para la gente. También es cierto que no sólo he hecho películas maravillosas como las de Wes Anderson, y que han habido algunas que no han estado a la altura de mis expectativas, pero por suerte puedo colmar eso con la pintura». Si se le pregunta por el #MeToo, a raíz de sus importantes trabajos para Woody Allen (Brody debutó con Historias de Nueva York) y Roman Polanski, pone cara de susto, esa cara de susto, y evita comprometerse. Manolete, Dalí, Pataky, no es de extrañar que Brody esté enamorado de nuestro país, al que, cuando hablamos, todavía tenía que volver, concretamente a Chinchón —ahí donde Orson Welles, otro de los ídolos de Anderson, filmó Campanadas a medianoche—, para rodar la nueva película de Wes Anderson, la muy esperada Asteroid City: «Tengo mucha curiosidad por ver hasta dónde habrá llegado esta vez». Mientras tanto, vayamos a lo concreto, a la «obra maestra concreta»: La crónica francesa llega este viernes 22 a los cines.