Belle

(Ryū to Sobakasu no Hime)

  • Dirección: Mamoru Hosoda
  • Guion: Mamoru Hosoda
  • Animación
  • País: Japón
  • 122 minutos
  • Ya en salas

Suzu es una joven de 17 años que, tras perder a su madre, se traslada a vivir con su padre a las afueras de la prefectura de Kochi. Con el corazón roto y distanciada del mundo, descubre «U», un espacio virtual en el que asume el rol de «Belle».

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

Gran espectáculo, buena película. Así podría resumirse esta nueva propuesta del director de animación japonés Mamoru Hosoda, en la que ha tomado parte el prestigioso diseñador de personajes surcoreano Jin Kim. Este y otros aspectos permiten considerar Belle la realización más ambiciosa de Hosoda, aunque en progresión armónica desde sus largometrajes para el estudio de animación Madhouse —La chica que saltaba a través del tiempo (2006), Summer Wars (2009)— hasta las ya producidas en el seno de su propia compañía, Studio Chizu —Los niños lobo (2012), El niño y la bestia (2015), Mirai, mi hermana pequeña (2018)—.

En todos ellos, Hosoda había puesto de manifiesto una sensibilidad en el retrato de nuestra contemporaneidad y en el entendimiento de lo legendario y lo fantástico que ha hecho de él uno de los grandes renovadores del anime; en julio se publicará un primer libro sobre su filmografía, obra de Charles Salomon. Belle sigue esa línea renovadora, y abunda además en otra de las inquietudes de Hosoda: el signo de las relaciones humanas y, en particular, las familiares, bajo el influjo de las nuevas tecnologías. La tendencia de sus protagonistas a abstraerse de su entorno más cercano —con frecuencia rural— hace de la virtualidad en el cine de Hosoda la última frontera para la fantasía, algo acentuado en el caso de sus personajes más jóvenes.

Hosoda ha cifrado el antagonismo entre realidad y fabulación, que suele desembocar en un punto de encuentro positivo para sus criaturas de ficción, en una dialéctica de imaginarios marcada por su destreza para el sincretismo animado. Belle representa en ese aspecto una culminación: pocas películas serán más merecedoras en 2022 de ser vistas en un cine. El guionista y director se inspira por lo demás en el cuento tradicional de La bella y la bestia, y las versiones del mismo producidas por Jean Cocteau y Disney, para narrar las peripecias de Suzu, una adolescente que languidece en una pequeña localidad tras la muerte años atrás de su madre en circunstancias traumáticas.

El suceso ha provocado que Suzu marque distancias emocionales con sus seres queridos y sus compañeros de colegio, y que haya perdido la ilusión por la composición y la interpretación musical, para las que se había mostrado muy dotada desde la infancia. Apoyada por una de sus escasas amistades, Suzu decide dar rienda suelta a su talento en un universo virtual denominado U, en el que triunfa gracias a sus canciones y un avatar de extraordinaria belleza. Aunque su éxito estimula a Suzu, la situación se complica con la intromisión en uno de sus conciertos virtuales de una misteriosa presencia.

En unos tiempos como los actuales, que prometen mudar la posibilidad de estar en lo virtual por la de ser a todos los efectos gracias a los metaversos, Belle puede presumir de llegar en el momento justo. Una vez nos ha sumergido en U, entorno embriagador que debe tanto al diseño gráfico y la paleta de colores como a la banda sonora, Hosoda nos plantea cuestiones perturbadoras de las que ya no podemos escapar: nuestra desconexión creciente de los problemas psicológicos y sociológicos reales que nos aquejan, las relaciones peligrosas entre violencia digital y violencia física, los dogmas morales y moralistas que rigen en Internet desde hace unos años, y el simulacro de compañía que encontramos en nuestras pantallas frente a la soledad cierta que potenciamos en nuestro mundo tangible.

Ello hace de Belle una película compleja pero, también, dispersa a medida que pasan los minutos. No solo cuando nos hallamos en U sino, sobre todo, cuando acompañamos a Suzu en su vida cotidiana, donde de manera coherente se dirime el sentido del relato. Pese a escenas sueltas donde queda patente la habilidad de Hosoda para la comedia y el drama, el conjunto de la película peca de acumular conflictos emocionales y de abordar innumerables asuntos comprometidos, de “rabiosa actualidad”, a costa de diluir la fuerza de lo planteado inicialmente.

Un problema que ya se había cernido sobre películas previas de Hosoda y que ha adquirido en el cine de hoy un carácter casi endémico. El hecho de que Belle se desarrolle a golpe de ocurrencias temáticas constata de nuevo la dificultad de aunar determinados registros expresivos —que exigen una libertad creativa sin límites— con los discursos convencionalmente graves que demanda hoy por hoy la esfera pública de cualquier producto cultural. Como apuntábamos al comienzo, en el caso de Belle el espectáculo al menos no se resiente en exceso de las servidumbres argumentales.

  • Música: Taisei Iwasaki
  • Distribuidora: Sherlock Films