Cámaras como armas
Cartas que nunca se leerán, memorias encontradas, obsesiones humanas y radiografías de un mundo ridículamente despiadado es lo que hemos podido vislumbrar hasta hoy en la 15ª Muestra de Cine de Lanzarote. Atravesado el meridiano del festival, ya se ha proyectado la mayor parte de su sección oficial, donde el cine vuelve a ser un artilugio para el cambio y la reflexión. Por Amaia Zufiaur

La sección oficial comenzó el 22 de noviembre con la proyección de Carta a mis padres muertos, de Ignacio Agüero. El cineasta chileno crea aquí una suerte de género necroepistolar, al tratar de contar su historia a unos receptores que ya no pueden responderle. Combinando archivo familiar, sus propias películas (que su padre no llegó a ver jamás), y una mirada al hoy con entrevistas y reflexiones, el director hace que se entrecrucen cincuenta años de su vida personal con la historia sociopolítica de todo Chile. Un juego de espejos donde dialogan lo íntimo, lo social y lo político.
En esta película a los muertos y a los vivos los separa apenas una bruma, la memoria y las acciones de esos fallecidos sigue latente, tanto las de los personales, como de las figuras públicas que condicionaron la historia del país. Agüero nunca trata de hacer un homenaje, ni al pasado, ni a su familia, expone los sucesos vitales con naturalidad y de manera orgánica; al final, estas cartas podrían ser un soliloquio del director, que nos guía con su voz en off en una narración a veces imprecisa como un flujo del pensamiento, pero envuelta en serenidad.

«Cuidado con la cámara, podrían pensar que es un arma», advierten de forma casi premonitoria en Con Hasan en Gaza, de Kamal Aljafari. El 26 de noviembre esas palabras sonaron casi atronadoras en la sala El Almacén, en Arrecife. La frase iba dirigida al propio director, que casi sin proponérselo, ha esgrimido un arma poderosa contra el olvido. Aljafari, ganador de la Muestra en 2020 con An Unusual Summer (2020) y nuevamente premiado el año pasado con A Fidai Film (2024), vuelve a explorar el valor de las imágenes como identidad y como territorio político. Si su última obra analizaba el saqueo del archivo del Centro de Investigaciones Palestino en Beirut en 1982, esta vez el cineasta recupera cintas personales rodadas en Gaza en 2001, olvidadas en un cajón durante más de dos décadas, y recientemente redescubiertas. La película que ha surgido tras el montaje es una especie de cápsula del tiempo que atraviesa la franja de norte a sur, registrando la vida diaria con una cámara temblorosa, y nos lleva por a recorrer el paradigma perfecto del bucle histórico, esa situación terriblemente kafkiana de la que los palestinos parecen no poder escapar nunca.


El 27 se proyectó La Conferencia de los pájaros de Amin Motallebzadeh. En su debut como director, el cineasta desmonta los prejuicios que hay ante el fútbol exponiendo los clichés con los que se ha construido el imaginario colectivo sobre este deporte y su industria. Recorriendo espacios casi sacralizados, pero esta vez convertidos en lugares liminales y en ocasiones casi alienígenas (en especial para quien no ve fútbol, como la que escribe), se centra sobre todo en el aspecto humano.
Durante el coloquio, el director explicó que le interesaba profundamente cómo en las ruedas de prensa el público queda atrapado en aquello que se dice dos veces (las declaraciones y luego las correspondientes traducciones), lo abstracto y a la vez sugerente que resulta esa situación. Ahí nos desveló la clave de su trabajo, Motallebzadeh nunca es concreto, por eso su película resulta tan peculiar. Como él mismo decía, su interés reside en un lugar indeterminado, y es su narrativa a medio camino entre apariciones y desapariciones lo que nos muestra un mundo tan conocido desde su lado oculto.

El mismo día vimos Kontinental 25 de Radu Jude, Oso de Plara al Mejor Guion en Berlín. Su protagonista, Orsolya (Eszter Tompa), es una funcionaria que recibe el encargo de desalojar a un hombre sin hogar instalado en el sótano de un edificio. El desenlace trágico del desahucio con el suicidio de este hombre hará que el personaje de Tompa se sumerja en una crisis ética y moral que le llena de culpa.
Jude, director de Bad Luck Banging or Loony Porn (2021) y Do Not Expect Too Much From the End of the World (2023), firma aquí una película menos satírica y más abiertamente desesperanzadora, con su punto socarrón. El cineasta dibuja un panorama sombrío de la organización del mundo, donde cada intento de intervenir o mejorar parece condenado a convertirse en una empresa digna de Sísifo, aunque menos esforzado. La película oscila entre la esperanza y el desasosiego, combinándolo a ratos con una desesperanza esperanzadora, o al revés, daría lo mismo, que captura perfectamente la contradicción del presente.
Cada una de estas películas, a su manera, convierte la cámara en algo más que un dispositivo de registro: es una herramienta que interpela, que incomoda. Ninguna de estas cintas va a cambiar el mundo, ni pueden, ni lo pretenden, pero sí que podrían cambiar la mirada de las personas.
— La Muestra de Cine de Lanzarote se celebra del 20 al 30 de noviembre.



