Cuestión de sangre


(Stillwater)

  • Dirección: Tom McCarthy
  • Guion: Thomas Bidegain, Noé Debré, Marcus Hinchey, Tom McCarthy
  • Intérpretes: Matt Damon, Abigail Breslin, Camille Cottin, Lilou Siauvaud,
  • Género: Thriller, drama
  • País: EEUU
  • 140 minutos
  • Ya en salas

Bill Baker (Matt Damon) es un rudo operario de una plataforma petrolífera estadounidense que viaja a Marsella para visitar a su hija, que está en prisión por un asesinato que afirma no haber cometido. Lejos de casa, las cosas no serán nada fáciles para un padre dispuesto a todo para demostrar la inocencia de su hija.

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

Debido a su argumento, el empeño de un estadounidense en apariencia conservador por descubrir al auténtico responsable del asesinato que ha costado a su hija una condena de prisión en Marsella, Cuestión de sangre corre el riesgo de naufragar entre los innumerables lugares comunes que laminan hoy por hoy la experiencia cinéfila y el ejercicio de la crítica en virtud de guerras culturales varias.

Desde su premiere mundial en el Festival de Venecia, la mayor parte de los textos sobre lo nuevo del actor y director Tom McCarthy —firmante entre otras de Vías cruzadas (2003) y la oscarizada Spotlight (2015)— se han posicionado en una trinchera de pensamiento o la opuesta tras coincidir, eso sí, en lo más obvio: que estamos ante una crítica feroz a la decadente América trumpiana y su arrogancia y estrechez mentales frente al progresista espíritu europeo.

Algo innegable, pues Tom McCarthy vuelve a hacer gala sin disimulo de la perspectiva liberal ya presente en realizaciones suyas previas como las citadas, The Visitor (2007) y hasta Win Win (Ganamos todos) (2011). Pero si Cuestión de sangre puede considerarse una de las mejores películas de la temporada es porque trasciende las lecturas apegadas al presente para constituirse en gran tragedia moral, existencial y, sí, plenamente americana, aunque en claves clásicas que permiten pensar incluso —final antológico mediante— en el cine de John Ford.

«Cuestión de sangre destaca como una ambiciosa rareza: trasciende las lecturas apegadas al presente para constituirse en gran tragedia moral, existencial y, sí, plenamente americana, una película profundamente emotiva y de considerable hondura intelectual»

Un solo momento de Cuestión de sangre se basta para dar al traste con prejuicios interpretativos y para brindarnos una pista sobre los objetivos de largo alcance que persigue McCarthy. Nos referimos a ese diálogo temprano en el que Bill (Matt Damon), a quien ya no basta con visitar cada pocos meses a su hija presa y se ha instalado en Marsella con el objetivo de reabrir su caso a cualquier precio, es sometido a un interrogatorio condescendiente por parte de sus anfitrionas francesas: «¿Eres votante de Trump, Bill?» Y él responde con una educación exquisita: «No, señora, tengo antecedentes penales, no puedo votar».

Nos hallamos por tanto ante un personaje complejo, lleno de incoherencias y contradicciones; ante un héroe imperfecto, chapado a la antigua y de nobleza esencial, incapacitado psicológica y socialmente para afrontar los retos que plantea el mundo indolente y relativista del siglo XXI. Bill descubrirá con horror mientras intenta rescatar a su hija de un entorno hostil que la semilla de la maldad fructifica siempre con más fuerza en el seno de lo familiar, que la creencia en la ayuda de Dios puede ser un subterfugio que oculta la incapacidad de ayudarnos a nosotros mismos, y que el adagio de F. Scott Fitzgerald acerca de la imposibilidad estadounidense para concebir segundos actos o segundas oportunidades en la vida continúa vigente.

McCarthy desarrolla todos estos temas a través de un relato sin género definido ni línea medular firme, llevando varios pasos más allá su contrastado dominio de los tiempos narrativos. Su pericia hace de Cuestión de sangre un fragmento de vida en pantalla, una conjunción admirable a lo largo de sus 140 minutos de metraje de lo mejor de las codificaciones típicas de Hollywood y los registros naturalistas propios de otras latitudes fílmicas.

Las magníficas interpretaciones de Matt Damon y de Camille Cottin en la piel de otro personaje complejo, una mujer de generosidad fruto de la insatisfacción y abocada al desengaño, terminan de redondear una película profundamente emotiva y de considerable hondura intelectual pese a defectos —la enfática banda sonora de Mychael Danna, ciertas inverosimilitudes dramáticas— más que disculpables en el contexto de una actualidad cinematográfica frente a la que Cuestión de sangre destaca como una ambiciosa rareza.

  • Fotografía: Masanobu Takayanagi
  • Montaje: Tom McArdle
  • Música: Mychael Danna
  • Distribuidora: eOne