Por Elisa McCausland y Diego Salgado

I care a lot, tercer largometraje del director británico J Blakeson, comparte con su ópera prima, La desaparición de Alice Creed (2009) —su segunda realización, La quinta ola (2016), era un encargo resuelto con oficio—, tres características meritorias: un gran dominio de los mecanismos del thriller, una mirada punzante sobre la condición humana en tiempos de turbocapitalismo, y su atención hacia mujeres que están lejos de plegarse a lo que se espera de ellas dentro y fuera de la ficción.

Una de las propuestas más divertidas, inteligentes y políticas estrenadas en lo que llevamos de 2021.

En I care a lot la mujer ingobernable es Maria Grayson, encarnada por una Rosemund Pike en estado de gracia. Que la actriz no haya sido nominada al Oscar solo puede entenderse desde la incomodidad que suscita su personaje: Maria capitaliza una figura vidriosa de por sí, la del tutor legal de personas que no pueden valerse por sí solas, para incapacitarlas y arramblar con sus propiedades y cuentas corrientes. Hasta que se topa con la horma de su zapato cuando su última víctima, una anciana en apariencia inofensiva a la que interna contra su voluntad en una residencia, resulta ser la matriarca de un clan criminal.

A fin de crearse una marca personal inexpugnable, Maria explota a su conveniencia tanto los discursos de la América corporativa como los del feminismo de cuarta ola. J Blakeson recoge el testigo del realismo irónico de Dino Risi y Billy Wilder y modelos más recientes como Gracias por fumar (Jason Reitman, 2005) y El lobo de Wall Street (Martin Scorsese, 2013) para hacer del personaje un monstruo de hoy; una psicópata escudada en la reformulación ideológica y económica que atraviesa el mundo desde hace unos años, en cuyo marco el carácter y las actividades de Maria pueden pasar por normales y hasta loables.

Esta ambigüedad perversa de J Blakeson en su retrato de la protagonista, así como la descripción satírica del negocio creciente en torno a los cuidados, son quizá los rasgos más distintivos de la película. Pero, como decíamos al principio, no son ni mucho menos sus únicos alicientes. Nos hallamos además ante una intriga de ritmo frenético orquestado por el montaje y la banda sonora, capaz de abocarse a situaciones cada vez más desquiciadas sin que se perciban quiebras graves en la verosimilitud de la narración; una intriga, además, sustentada en un plantel de personajes secundarios cuya autenticidad es deudora de los pequeños detalles y la entrega de sus intérpretes. Vale la pena citar a Chris Messina, Peter Dinklage y, sobre todo, Dianne Wiest, que confirma una segunda y esperemos que longeva edad de oro en su carrera tras su papel aquí y en Déjales hablar (Steven Soderbergh, 2020). En resumidas cuentas, I care a lot es una de las propuestas más divertidas, inteligentes y políticas estrenadas en lo que llevamos de 2021.