Disturbios
- V.O.: Unrueh
- Dirección: Cyril Schäublin
- Guion: Cyril Schäublin
- Intérpretes: Clara Gostynski, Alexei Evstratov, Valentin Merz, Li Tavor, Daniel Stähli, Hélio Thiémard
- Género: Drama
- País: Suiza
- 93 minutos
- El 24 de febrero en cines
«Las nuevas tecnologías están transformando una ciudad relojera del siglo XIX en Suiza. Josephine, una joven trabajadora de una fábrica, produce la rueda de disturbios, que gira en el corazón del reloj mecánico. Expuesta a nuevas formas de organizar el dinero, el tiempo y el trabajo, se involucra en el movimiento local de los relojeros anarquistas, donde conoce al viajero ruso Pyotr Kropotkin.»
Por Elisa McCausland y Diego Salgado
Vivimos tiempos extraños. Los OVNIs cruzan abiertamente los cielos y un OVNI cinematográfico se cuela en la cartelera: Disturbios, segunda película del realizador suizo Cyril Schäublin. Un ejercicio de cine anarquista y sobre el anarquismo, una ficción ensayística en torno al tiempo y el trabajo bajo el signo del capital que recrea las experiencias del pensador ruso Piotr Kropotkin (1842-1921) entre los relojeros del cantón suizo del Jura.
Kropotkin, que se había llegado en 1877 hasta la región para cumplir con su trabajo como cartógrafo y geógrafo, descubrió entre aquellos artesanos del reloj «una independencia de expresión y pensamiento (…) que me aclaró mi adscripción al socialismo. ¡Yo era anarquista!”. En cierto modo, el director de Disturbios se identifica con la revelación de Kropotkin. Se pregunta por la posibilidad de una vida sin servidumbres cuando todo en el día a día rinde cuentas al funcionamiento implacable de lo establecido, y por la posibilidad misma de un cine emancipado políticamente de las dinámicas de producción, exhibición y recepción que le prestan sentido.
Para ello, Schäublin empieza por negar a Disturbios la naturaleza preciosista de cine de época consensuada por industria y cinéfilos. En la estela de las obras de Danièle Huillet y Jean-Marie Straub, nos hallamos ante una película de subrayado cariz contemporáneo, que nos fuerza a reflexionar sobre nuestras propias incongruencias y responsabilidades ante el rumbo del presente mientras contemplamos cómo los relojeros del Jura y Kropotkin (Alexei Evstratov) se rebelan contra las cartografías del tiempo y el espacio que llevan paradójicamente a cabo ellos mismos y que sirven al propósito de perfilar los nacionalismos y el capitalismo del futuro, de nuestros tiempos.
A los actores no profesionales, una banda sonora elaborada a partir de los sonidos de la respiración humana y los engranajes de los relojes, y estrategias observaciones próximas a lo documental, debe sumarse la vivencia de primera mano por Schäublin del asunto que aborda —las mujeres de su propia familia estuvieron empleadas en la industria relojera durante décadas— así como una puesta en escena de rigor extremo.
El plano general reduce a los artesanos a la condición de insectos en un horizonte geográfico y social ajeno a sus inquietudes cotidianas. Los planos de conjunto les muestran trabajando y debatiendo sus circunstancias laborales y las proclamas emancipadoras del anarquismo mientras elaboran relojes de bolsillo con una eficiencia robótica. Y los primeros planos y los planos detalle se consagran al montaje de los engranajes que les alienan, como individuos y como miembros de una colectividad.
Los ecos de Simone Weil, Jean-Gabriel Périot y René Viénet resuenan en esta dialéctica de las imágenes, que desemboca en un cierre extraordinario: un reloj abandonado a su suerte como los grilletes de un preso fugado, y un desenfoque progresivo de la imagen que oculta de nuestra mirada a Kropotkin y a la relojera y activista de la que se ha enamorado, Josephine (Clara Gostynski). Si existe una forma de crear disturbios coherentes y efectivos contra el orden de las cosas, nos dice Schäublin, radica en la invisibilidad, en situarse al otro lado del espejo. En la renuncia a los espejismos (auto)complacientes de rebeldía con que nos gusta adornarnos en una esfera pública de la que no podemos ser en última instancia otra cosa que cómplices.
Una propuesta por lo tanto de lo más recomendable pese a la incomodidad que puede llegar a provocar su visionado, y que anima a profundizar en los proyectos pasados y futuros de Cyril Schäublin, cuya ambición pasa ni más ni menos que por “deshacer las estructuras del mundo que han forjado las alianzas entre mercado y estado “. De hecho su ópera prima, Dene Wos Guet Geit (2017) —traducible como “los que estamos bien” y ambientada en nuestros días— es si cabe una película más lúcida que Disturbios.
- Fotografía: Silvan Hillmann
- Montaje: Cyril Schäublin
- Música: Li Tavor
- Distribuidora: Lost & Found Films