El espía inglés

(The Courier)

  • Dirección: Dominic Cooke
  • Guion: Tom O’Connor
  • Intérpretes: Benedict Cumberbatch, Rachel Brosnahan, Jessie Buckley, Merab Ninidze
  • Género: Drama, espionaje
  • País: Reino Unido
  • 111 minutos
  • Ya en salas

Durante la Guerra Fría entre Estados Unidos y Rusia, el ingeniero Greville Wynne (Benedict Cumberbatch) se infiltra como espía en el MI6, servicio de inteligencia británico. Cuando la crisis de los misiles cubanos promete inclinar la balanza a favor del país soviético, Wynne comenzará a trabajar con la CIA para filtrar información sobre el plan que tienen en marcha los rusos y así evitar una catástrofe.

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

Es interesante que vayan a verse las caras en los cines de nuestro país la última entrega de James Bond, Sin tiempo para morir, y este drama de espionaje ambientado en la Guerra Fría que protagoniza Benedict Cumberbatch. En una esquina del ring, un arquetipo de la ficción pulp más enloquecida, deudor sin embargo de las tensiones geoestratégicas de aquella época y obligado a adaptarse en su última aventura a las agendas sociopolíticas de nuestro presente; en la esquina opuesta, una película sobria y de trazos realistas, basada en hechos verídicos, que solo adquiere pleno sentido cuando apuesta por la fabulación moral de carácter intemporal y universal.

El origen de El espía inglés está en las peripecias de Greville Wynne (1919-90), un hombre de negocios británico con tendencia al adulterio y el alcohol, reclutado por los servicios secretos de su país en 1960 a fin de que estableciera contacto en Moscú con el militar soviético Oleg Penkovsky (1919-63). Penkovsky se había mostrado dispuesto a pasar documentos confidenciales a Occidente con la esperanza última de poder escapar del Telón de Acero con su familia, y Wynne se encargó de recoger la información que filtraba y entregarla a las autoridades británicas. La tensión suscitada en 1962 por la crisis de los misiles cubanos puso a Wynne y Penkovsky en el punto de mira de la KGB…

Una película sobria y de trazos realistas, basada en hechos verídicos. Penkovsky y Wynne descubrirán con un alto coste personal que los idearios del colectivismo social y el desarrollismo capitalista terminaron por resultar en la práctica instrumentos para la alienación individual, y que solo el compromiso con uno mismo puede garantizar una correspondencia satisfactoria entre lo que creemos ser y lo que ponen de manifiesto nuestros actos

La película recrea esta historia con una evolución narrativa lineal, sin sobresaltos, puntuada aquí y allá por observaciones agudas sobre la indefensión del común de los mortales frente a instituciones sin escrúpulos y la estrechez de la mentalidad pequeñoburguesa ante los grandes acontecimientos de su época. Sorprende comprobar que el guion es obra de Tom O’Connor, artífice de las gamberras El otro guardaespaldas (2017) y su secuela de este mismo año. El espía inglés es todo lo contrario: una producción elegante de sábado por la tarde que confía su impacto al montaje orquestado por el veterano Tariq Anwar, el diseño de producción y vestuario, y las interpretaciones no solo de Cumberbatch sino, en igual o mayor medida, del actor georgiano Merab Ninidze en la piel de Oleg Penkovsky.

La aportación de Merab Ninidze es fundamental, dado que las dinámicas entre su personaje y el encarnado por Cumberbatch otorgan a El espía inglés el atractivo especial que apuntábamos al comienzo. La relación por interés que entablan el desencantado coronel soviético y el businessman metido a espía da paso con el tiempo a una amistad estrecha y, lo más relevante, a la comprensión por parte de uno y otro de que los regímenes bajo los que desarrollan sus actividades cotidianas son incapaces de ofrecer a sus respectivos estilos de vida un mínimo sentido moral. Penkovsky y Wynne descubrirán con un alto coste personal que los idearios del colectivismo social y el desarrollismo capitalista terminaron por resultar en la práctica instrumentos para la alienación individual. La moraleja de El espía inglés es que solo el compromiso con uno mismo puede garantizar una correspondencia satisfactoria entre lo que creemos ser y lo que ponen de manifiesto nuestros actos: por ejemplo, contribuir como hicieron Penkovsky y Wynne a la desescalada armamentística entre dos superpotencias.

  • Fotografía: Sean Bobbitt
  • Montaje: Tariq Anwar, Gareth C. Scales
  • Música: Abel Korzeniowski
  • Distribuidora: Diamond Films