Eternals
- Dirección: Chloé Zhao
- Guion: Chloé Zhao, Matthew K. Firpo, Ryan Firpo, Patrick Burleig (Cómic: Jack Kirby)
- Intérpretes: Angelina Jolie, Richard Madden, Gemma Chan, Kit Harington, Kumail Nanjiani, Salma Hayek, Barry Keoghan, Brian Tyree Henry, Ma Dong-seok
- Género: Drama, fantástico
- País: EEUU
- 157 minutos
- Ya en salas
Hace millones de años, los seres cósmicos conocidos como los Celestiales comenzaron a experimentar genéticamente con los humanos. Su intención era crear individuos superpoderosos que hicieran únicamente el bien, pero algo salió mal y aparecieron los Desviantes, destruyendo y creando el caos a su paso. Ambas razas se han enfrentado en una eterna lucha de poder a lo largo de la historia. En medio de esta guerra, Ikaris y Sersi tratarán de vivir su propia historia de amor.
Por Elisa McCausland y Diego Salgado
Eternals es tan fascinante como contemplar el descarrilamiento de un tren a cámara lenta. Muy, muy lenta, pues su metraje de por sí desmesurado de 157 minutos —incluidos títulos de crédito finales con dos escenas extra— parece el doble. Pero eso tiene algo de bueno: poder apreciar con calma, mientras la vigésimo sexta entrega del universo cinemático Marvel arranca de ningún sitio para llegar a ninguna parte, cómo, tras devorar el ecosistema del blockbuster contemporáneo, el estudio que lidera Kevin Feige ha emprendido la tarea de fagocitar sus propios logros, hasta el punto de rozar Eternals el grado cero de la expresividad cinematográfica.
Ya la película de superhéroes previa de Marvel, Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos (2021), anticipaba los problemas que asolan Eternals, aunque, frente a la anemia audiovisual del filme de Chloe Zhao, el de Destin Daniel Cretton ahora nos parezca Iron Man (2008) o Capitán América: Soldado de invierno (2014): protagonistas de nulo atractivo, secundarios de renombre absortos en el cheque que han cobrado, un simulacro de diversidad articulado a golpe de algoritmos y taquillas emergentes, y unas aventuras cada vez más clónicas y desustanciadas, sin interés ninguno por los retos que plantea la figura del superhéroe en el marco de una realidad compleja.
Marvel empezó por prescindir de los directores que habían aportado personalidad a sus primeros títulos. Sacrificó a continuación el rigor de cada película a la dinámica mercantil de las fases y los universos. Después entraron en juego las imágenes susceptibles de no molestar a nadie, ni a nivel formal ni argumental, encargadas a directoras y directores de rasgos vagamente indie y comprometidos, pero sumisos en última instancia a un mecanismo de producción implacable por parte de Disney que ha sembrado el futuro de Untitled Marvel Movies, Untitled Pixar Animation Movies, Untitled Star Wars Movies, Untitled Disney Live Action Movies…
Hoy por hoy, el estudio cree estar por encima incluso de sus personajes más emblemáticos y de los actores que los encarnaban, reemplazados por superhéroes apenas dignos en los cómics originales de Marvel Team-Ups y de relatos corales, globalizados, indistinguibles los unos de los otros. El valor de marca se ha impuesto poco a poco a cualquier otra consideración, a costa de desvirtuar el sentido intrínseco de las narraciones y de dejar a los responsables creativos del estudio encerrados en el Olimpo con su propio juguete. Los superhéroes del Universo Cinemático Marvel nacieron épicos, se rebajaron a lo mundano, y, a estas alturas, sin ideas de ningún tipo sobre el bien, el mal o su naturaleza entre lo humano y lo divino, ya no saben qué hacer en pantalla más allá de rendir pleitesía a los espectadores con cuentas en redes sociales, intercambiar chistes malos, y enfrascarse en soliloquios de bondad y gravedad impostadas sobre familia y traumas con el ceño perdido en el horizonte.
Son precisamente los horizontes las grandes estrellas de Eternals, como no podía ser de otra manera siendo la firmante de la película Chloe Zhao, ganadora del Oscar a la mejor directora por Nomadland (2020). Tanto en dicho filme como en Songs My Brothers Taught Me (2015) y The Rider (2017), Zhao ha demostrado ser una revisionista con talento de los paradigmas clásicos del paisaje y el paisanaje estadounidenses; y esa mirada renovadora sobre el Americana se ha cifrado en su obsesión melancólica por las líneas del horizonte al amanecer y el atardecer, en las que tasa la dialéctica entre valores en extinción y posibilidades morales de futuro.
Zhao aplica la misma fórmula a las idas y venidas de Los Eternos, grupo de superhéroes inmortales y alienígenas creados por Jack Kirby en 1976, que abandonan las vidas de incógnito que llevaban desde hace siglos en nuestro planeta cuando viejos conocidos suyos, los Desviantes, amenazan con barrer del mapa a la especie humana. Sin embargo, despojada Eternals de héroes y villanos con carácter, de conflictos convincentes, de localizaciones geográficas reconocibles y pobladas —quizá para que las luchas no generen víctimas colaterales—, la melancolía crítica de Zhao deriva en mera languidez, en el retrato plomizo y hasta neurótico de un grupo de superhéroes sin carisma que vagan y divagan por escenarios naturales/digitales inmensos como si se hallasen en un una pintura metafísica de Giorgio de Chirico, un anime letárgico de Mamoru Oshii, o alguna dramaturgia del absurdo en la línea de Las sillas (1952), de Eugene Ionesco.
Por supuesto, no es esa la pretensión de Zhao, empeñada en hablarnos con afán trascendente sobre el libre albedrío de los seres humanos, el papel en ello de los dioses, y el auténtico significado del progreso. Discursos que se estrellan contra la calamitosa falta de ritmo de las imágenes, los diálogos huecos, la estética digital de garrafón, las derivativas escenas de acción, interpretaciones muy pobres de los actores más jóvenes, y la incomodidad palpable de veteranas como Salma Hayek y, sobre todo, Angelina Jolie. En resumidas cuentas, la línea del horizonte sobre la que Chloe Zhao columpia el sol naciente y poniente en Eternals apela menos a las dinámicas de la ficción que a la condición bisagra del artefacto película en el universo cinemático Marvel: una vez dejado atrás todo aquello que le permitió revolucionar el cine popular, Marvel Studios tiene frente a sí un desafío complicado, el de rellenar los cromas que ha programado de aquí a 2024 con algo más que trazos en blanco.
- Fotografía: Ben Davis
- Montaje: Craig Wood, Dylan Tichenor
- Música: Ramin Djawadi
- Distribuidora: Disney