FICX 61: El último verano (Catherine Breillat)

En su primer largometraje después de diez años, la controvertida cineasta Catherine Breillat intenta reconectar con la ambigüedad y los misterios del deseo, también con la provocación, rehuyendo los psicologismos. Nos acercamos a ella a su paso por el 61 Festival de cine de Gijón, donde Breillat es una de las primeras grandes invitadas de la edición.

El último verano (Catherine Breillat) — Sección Albar
Sinopsis: Anne, una brillante abogada, vive en perfecta armonía con su marido Pierre y sus dos hijas de seis y ocho años, en una casa en las alturas de París. Un día, Theo, de 17 años, el hijo de Pierre de un matrimonio anterior, se instala con ellos. Anne se siente alterada por Theo y poco a poco entabla una apasionada relación con él, poniendo en peligro su carrera y su vida familiar.

La verdad es la mejor arma de Anne. Que le resulte difícil no implicarse emocionalmente con su joven cliente, víctima de violación, no cambia nada para la abogada. ¿Con cuántos chicos te has acostado? ¿Más o menos de diez? ¿Cuántas bebidas se bebieron esa noche? ¿Dos o tres? ¿O más de dos o tres? La verdad debe manifestarse detalladamente, con precisión, para contrastarla mejor con los excesos y calumnias de la defensa. Al final, se hace justicia y triunfa la verdad. Después de este prólogo, El último verano adopta la visión opuesta a esta instancia moral. La transparencia quizás sea válida ante los jueces, pero deja de beneficiar a Anne cuando le atañe en primera persona. Revelar la verdad sería hacer estallar en pedazos su relación de pareja y su familia. En el papel del detonante, Théo (Samuel Kircher), de 17 años, su hijastro, con quien entabla una relación incestuosa.

En esencia, Breillat no filma una comunión entre dos cuerpos. Permanecen al fuera de campo, o apenas son visibles. Centra toda su atención en rostros extasiados, aislados. Théo y Anne se entregan a su propio placer, al mismo tiempo que vamos entendiendo lo que cada uno ve en el otro. Sus cuerpos esperan pacientemente emerger en su totalidad, y escapar de entre los muros. Es al exponerse finalmente al aire libre que la piel, más que las palabras, corre el riesgo de traicionar «lo que no debe salir de aquí».

¿Qué pasó por la mente de Anne para ceder ante ese deseo transgresor? Las justificaciones siempre encuentran su reverso en la película de Catherine Breillat, una nueva versión de una película danesa de 2019 (Dronningen). La adolescente Anne sentía repulsión por los hombres mayores y sus rasgos «ya muertos»; ahora afirma encontrar emoción en estos cuerpos esculpidos por el paso del tiempo. En su aventura por las aguas turbulentas de la duplicidad, Léa Drucker, con una sonrisa aturdida por la borrachera en los labios, dirá que sufre de «normopatía» hacia su marido doblemente engañado. La aversión a las convenciones no es, sin embargo, el rasgo más evidente de esta familia bañada en un espeso jugo burgués. Algo que le da a El último verano un extraño aroma almidonado que violenta aún más la transgresión de los amantes proscritos.