FICX 61: No esperes demasiado del fin del mundo (Radu Jude)

«Bucarest no es una buena ciudad para vivir». Ya en su última película, Un polvo desafortunado o porno loco, Radu Jude recorrió la capital rumana sin complacencia. Lo vuelve a hacer con No esperes demasiado del fin del mundo, que se presenta con honores en la sección Albar tras triunfar en Locarno. Una road movie urbana pilotada por Ángela, una asistente de producción que parece una Alicia en el país de las maravillas punk que no tiene la lengua en la guantera.

No esperes demasiado del fin del mundo (Radu Jude) — Sección Albar

Sinopsis: Angela es una ayudante de producción que trabaja para una empresa rumana y que conduce por Bucarest y el resto del país para cumplir una misión de una multinacional: buscar testimonios para un spot de seguridad laboral.

Ángela (Ilinca Manolache) deberá recorrer la ciudad y stremear a víctimas de accidentes laborales para un clip de prevención institucional encargado por una multinacional ajena a la productora para la que trabaja. Suponemos que durmió poco. Radu Jude simplemente coloca su cámara en su habitación. La vemos entrar y salir del plano para arreglarse, entumecida por el sueño. En esta película se hablará a menudo de cansancio, de explotación a través del trabajo y de planos estáticos de aliento documental. Entre muchas otras cosas. A Radu Jude le gusta parar la cámara, como a los hermanos Lumière, una de sus influencias confesas. También evoca fácilmente a Andy Warhol, Godard, Eisenstein… e incluso a Diderot. El director rumano tiene mucho que decir. Las historias se cuentan delante del objetivo, pero también fuera de campo, detrás, a los lados e incluso antes de que ilumine algo. Nos cuenta primero sobre todo esos trabajadores con alguna discapacidad física. Su punto en común: el agotamiento, la explotación (nuevamente) y luego la tragedia, siempre en horas extras. La multinacional tiene al culpable ideal: se olvidó de llevar casco. Nada que ver con sus condiciones de trabajo o la infraestructura insalubre. No hablan el mismo idioma. Es sobre todo la historia de un país que ayer era una dictadura comunista y hoy es libre, capitalista, gobernado por intereses puramente económicos. Radu Jude opta por rodar en blanco y negro y seguir a Angela en una ciudad destruida. Bucarest ciudad mártir, se lee en un cartel.

A pesar del cansancio, Angela recorre la capital con un vestido de lentejuelas, haciendo estallar compulsivamente burbujas de chicle entre sus labios, pasando del humor grueso a una cita críptica de Goethe en un abrir y cerrar de ojos. Conduce, graba vídeos locos para las redes sociales, bromea, filosofa, eructa, se tira pedos, se confunde, encuentra a su amante en un aparcamiento, hace slaloms en medio del tráfico ultracongestionado, intercambia insultos, cortes de manga, bocinazos, con la única música, la que sale de su radio, una fantástica muestra de musical local, ecléctica, sorprendente, de esas que te harán prestar atención durante los créditos finales. ¡Saca el boli! La narrativa no es lineal. A veces se superpone. Para contrastar la Rumanía desaparecida con la nueva Rumanía, Radu Jude mezcla con su propia película extractos de otra de la época de Ceauşescu, Angela merge mai departe, de Lucian Bratu, de 1981. Ésta muestra a otra Angela, más melancólica, taxista, esta vez en la atmósfera de propaganda totalitaria de Bucarest. Recorre las calles de la capital, a todo color, acompañada de una banda sonora omnipresente, alegre y calibrada. La pobreza está (casi) borrada, al igual que la violencia. Falta la Ángela moderna, su lucidez, su cerebralidad espontánea, su humor puro y crudo. Las imágenes son surrealistas, alegres como un clip publicitario. El contraste es tal que ¡bam!, la máscara de la censura se cae por sí sola. Radu Jude firma con los brazos abiertos una demostración de patchwork, a la vez escrita y espontánea, llena de referencias planteadas con más o menos naturalidad salpicadas de suspiros contemplativos, poesía acogedora, humor en todos los grados y la trivialidad de la vida cotidiana. Hay mucho que incluir en casi tres horas, pero funciona.