Goodbye, Dragon Inn


(Bu san)

  • Dirección: Tsai Ming-liang
  • Guion: Tsai Ming-liang, Sung Hsi
  • Intérpretes: Lee Kang-sheng, Chen Shiang-chyi, Kiyonobu Mitamura
  • Género: Drama
  • País: Taiwán
  • 82 minutos
  • Ya en salas

La película tiene lugar en un viejo cine de Taipei en el que se va a proyectar la épica película de artes marciales de 1967 dirigida por King Hu, Dragon Inn. No será una proyección más, será la última antes de que se cierren sus puertas para siempre.

Por Manuel J. Lombardo

A dieciocho años vista, Goodbye, Dragon Inn, como todo el primer cine del taiwanés Tsai Ming-Liang, permanece como un filme-fetiche de lo que entonces empezábamos a consolidar como quintaesencia de una cinefilia nueva y contemporánea gestada en el contrabando digital, el acercamiento planetario y las maneras de un minimalismo de nuevo cuño cincelado en planos fijos, encuadres elocuentes, humor sutil y bloques de tiempo que daban cuenta de unas soledades urbanas tan lejanas como reconocibles a través del estilo y la herencia de la modernidad. 

Una película que regresa ahora a salas selectas, restauración en 4K mediante, para darle una nueva vida a esos fantasmas que la atraviesan entre los muros de un viejo cine de Taipei convertido en escenario decadente y crepuscular de una manera de entender la relación con el espectáculo popular, encarnado en ese mítico wuxia de King Hu que le devuelve a sus solitarios espectadores el último destello de un tiempo pasado, tal vez perdido. 

Filme-fetiche que permanece fresco y casi intacto en sus formas depuradas, silentes y sintéticas

El ‘Fu-Ho’ funciona así como un laberinto vacío en el que se cruzan los jóvenes en busca de encuentros y roces furtivos, una melancólica taquillera coja (Chen Hsiang-chyi) que ansía secretamente su particular romance con el proyeccionista (Le Kang-sheng), un patio de butacas al que acuden niños y mujeres sin compañía o esas viejas glorias, las únicas a las que escuchamos hablar en todo el metraje, para reconocerse una última vez en las imágenes en un doble gesto especular que hace esta película un depósito espectral de la memoria del cine

A dieciocho años vista, cuando este tipo de cine ha caído ya irremediablemente en la fórmula festivalera, Goodbye, Dragon Inn permanece fresca y casi intacta en sus formas depuradas, silentes y sintéticas, en su contraste de escala entre la arquitectura y el hombre, en su capacidad para suspender el tiempo, también para verlo y escucharlo desde el contraplano o las bambalinas, para hablar de esa relación con el cine en una dimensión a un tiempo física y espiritual. 

Ahora que los cines cierran o ven cómo el público los abandona, que esta película, precisamente ésta, regrese a las salas, prolonga un poco más la intensidad de esa hermosa elegía con la que Ming-Liang despedía el siglo XX y a toda una generación de espectadores que, como él, vivieron en un cine, en la pantalla pero también en sus pasillos, escaleras, rincones o servicios, algunas de esas experiencias primordiales que marcan una vida y la propulsan hacia el futuro.     

  • Fotografía: Pen-Jung Liao
  • Montaje: Sheng-Chang Chen
  • Distribuidora: Vitrine Filmes