Heretic (Hereje)

  • Dirección: Scott Beck, Bryan Woods
  • Guion: Scott Beck, Bryan Woods
  • Intérpretes: Hugh Grant, Sophie Thatcher, Chloe East, Elle McKinnon…
  • País: EEUU
  • Género: Terror
  • 110 minutos
  • Ya en cines

  • «Dos jóvenes misioneras se ven obligadas a demostrar su fe cuando llaman a la puerta equivocada y son recibidas por el diabólico Sr. Reed (Hugh Grant). Los tres se verán envueltos en un brutal juego del gato y el ratón durante una larga noche de tormenta.»

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

Escribíamos hace un par de semanas que entre los grandes méritos de Cónclave (2024), la intriga eclesiástica de Edward Berger aún en cartel, figura la coherencia entre su relato de una subversión callada en un entorno asfixiante y su habilidad para romper sin estridencias con tópicos arraigados del cine comercial. Otro tanto cabe decir de Heretic, una de las películas de terror más desconcertantes y, todo hay que decirlo, más auténticas de una temporada en la que se ha celebrado una supuesta edad de oro para el género cifrada en títulos como Oddity (2024), Exhuma (2024) y Longlegs (2024) cuando, a la hora de la verdad, casi todos ellos han estado lejos de satisfacer sus planteamientos, tan sofisticados —léase, artificiosos— como parece exigir hoy por hoy el terror.

Aunque Heretic ceda también ocasionalmente a la tentación de simular inteligencia, en líneas generales resulta creíble en su empeño por elevar a otro nivel un punto de partida tópico, incluso trasnochado. Algo que va en línea con la querencia de sus responsables, Scott Beck y Bryan Woods, por dar a subgéneros trillados del terror una vuelta de tuerca que termina por afectar a la naturaleza misma de la ficción, como ya habían puesto de manifiesto en tanto guionistas y/o directores de Nightlight (2015), Un lugar tranquilo (2018) o Haunt (2019). Así, Heretic arranca como el enésimo survival horror con asesino en serie y final girl(s) como antagonistas: dos jóvenes mormonas, la apocada hermana Paxton (Chloe East) y la resuelta hermana Barnes (Sophie Thatcher), se hallan embarcadas en la ingrata tarea de reclutar fieles puerta a puerta para su cruzada religiosa hasta que se topan con un perturbado de mediana edad, el señor Reed (Hugh Grant), que ha hecho de su domicilio un laberinto de donde es casi imposible escapar.

En un primer momento, Scott Beck y Bryan Woods se muestran interesados sobre todo en urdir un suspense electrizante con trasfondo religioso, y lo consiguen de sobra, pues los cuarenta minutos iniciales constituyen un ejercicio brillante de tensión apuntalada en unos diálogos marcados por las suspicacias y los malentendidos, un conocimiento profundo de la psicología de presas y cazadores, y un uso impecable de la dinámica del plano/contraplano mediada por insertos significativos y por los movimientos crispados de los personajes en el escenario, estrategias que culminan en ese momento de terror puro donde Barnes y Paxton descubren el abismo existente tras las dos puertas por las cuales Reed les había ofrecido salir de su casa.

Pero, justo cuando la intriga amenaza con estancarse en los golpes de efecto, la dilatación en los tiempos narrativos y la consabida lucha sin cuartel entre psicópata ingenioso y chicas a su merced pero con más recursos de lo que podría pensarse, Hereje pasa a tomarse muy en serio las conversaciones sobre la fe y la pertinencia de religiones varias que habían mantenido las jóvenes con su anfitrión. Lo que sigue es una intriga progresivamente abstracta y de tintes metafísicos en torno a la fe como testimonio supremo del sacrificio y la libertad de expresión una vez se constata que todas las religiones organizadas son máscaras de la voluntad de poder y, al mismo tiempo, se descubre que el escepticismo fruto de ello nos priva de tener esperanza en lo imposible, en los milagros; es decir, de creer, pese a todo y pese a todos. Como reflexiona la hermana Paxton, «rezar no sirve para nada, no funciona… pero en sí mismo es un gesto maravilloso».

Ni que decir tiene que un argumento semejante está lejos de sintonizar con los tiempos, y de hecho un buen número de críticos ha juzgado negativamente el arriesgado cambio de rumbo de la película hacia una dimensión mistérica; apuesta que, para ser justos, se salda con cierta pretenciosidad y confusión discursiva. A nuestro juicio, sin embargo, es así como Heretic hace honor pleno a su título, que apela a la disidencia del hereje respecto de un credo religioso —con la condena correspondiente que ello suele acarrear— pero, también, al debate que suscita su rebeldía en torno a la legitimidad de las verdades reveladas sobre las que erigimos los dogmas.

Esa dialéctica entre la heterodoxia de Reed, el relativismo de Barnes y la espiritualidad de Paxton evoca otras dos rarezas en el seno del cine comercial contemporáneo todavía pendientes de revalorización, Desde mi cielo (Peter Jackson, 2009) y Madre! (Darren Aronofsky, 2017), aunque lo más importante es, como hemos adelantado, que Beck y Woods la trasladan a la propia arquitectura de Heretic: los meros estereotipos de masculinidades tóxicas y jóvenes en peligro dan paso a una fábula arquetípica acerca de la obsesión patriarcal por controlar a las mujeres y la resiliencia de estas, y los sustos y las sorpresas adquieren la categoría de jalones de una Revelación capaz de renovar nuestra fe en los mecanismos del cine de terror. Terminemos por apuntar que la película no tendría el mismo impacto sin la opresiva fotografía de Chung Chung-Hoon —colaborador entre 2003 y 2016 de Park Chan-wook— ni la interpretación perturbadora de Hugh Grant, que explota a tumba abierta el desagradable personaje con el que hace fortuna desde hace un tiempo en alfombras rojas y talk shows.

  • Montaje: Justin Li
  • Fotografía: Chung Chung-hoon
  • Música: Chris Bacon
  • Distribuidora: DEAPlaneta