Hey Jude!

It’s the final countdown, para poder disfrutar de una docena de joyitas del cine europeo, que el Arte Kino Festival ofrece gratis y online hasta el próximo 31 de diciembre. Entre ellas está Uppercase Print, penúltimo filme de Radu Jude, el Godard rumano, que analiza en profundidad la maquinaria de la propaganda audiovisual de Ceausescu. Como siempre, todo disponible en la web oficial de Arte Kino. Por Philipp Engel

Como todo el mundo sabe, desde La muerte del Sr. Lazarescu (Cristi Puiu, 2005), no hay festival de cine sin al menos una película rumana en su programación, y la última de Radu Jude, traducida como Un polvo desafortunado o porno loco, causó cierto revuelo por sus escenas explícitas antes de llevarse nada menos que el Oso de Oro de la Berlinale, y de viajar a festivales como los de San Sebastián o Gijón, donde el rumano fue objeto de una pequeña retrospectiva. 

Creo recordar que fue al mismísimo Puiu a quién le pregunté que cómo podía ser que, a partir de su película fundacional, todos los festivales del mundo quisieran sentar un rumano a su mesa, y me explicó que, al contrario de los polacos y de los checos, por poner ejemplos muy notorios, ellos habían sufrido la dictadura más dura de cuantas se dieron al otro lado del Telón de Acero, y que durante aquellos años negros apenas hubo cine, ni escuelas de cine, y que todos los esfuerzos del audiovisual se dedicaron a la creación de esa fantasía propagandística televisada que Radu Jude pormenoriza en Uppercase Print.

Hey Jude

Radu Jude tenía apenas 12 años cuando el 25 de diciembre de 1989 Nicolae y Elena Ceausescu fueron fusilados —una manera como otra cualquiera de celebrar la Navidad (Navidades a la rumana: al parecer él cantaba la Internacional mientras ella insultaba a los guardias)—, pero se sumó enseguida a la ola del Nuevo Cine Rumano, pues fue asistente de Puiu en  La muerte del señor Lazarescu. Luego dirigió algunas películas a cuenta propia, aunque no se consagró internacionalmente hasta que enlazó Aferim! (2015) con Scarred Hearts (2016), dos películas en las que, a partir de planteamientos estéticos muy distintos, ya indagaba en la turbulenta historia de su país. 

Aferim!, por la que fue Mejor Director en la Berlinale, era una gran sátira épica decimonónica y totalizadora filmada en 35 mm y blanco y negro, mientras que en Scarred Hearts, que ganó un par de premios en Locarno, evocaba los horrores del siglo XX a partir del día a día en un sanatorio, una revisión histórica siempre filtrada con el humor negro, macabro, incisivo, irónico, grotesco y descarnado marca de la casa y con una atractiva fotografía en color enmarcada en el formato académico de la época, opuesto al panorámico scope de Aferim!

En la celebrada y traducible como No me importa que pasemos a la historia como unos bárbaros (2018), establecía un diálogo entre las limpiezas étnicas típicas de la Segunda Guerra Mundial y la actualidad a través de un reenactement en el que la historia oficial pretendía imponerse sobre la verdad histórica, un poco como en Uppercase Print, donde parte del caso real de un adolescente, Mugur Calinescu (1965-1985), que desafió a Ceaucescu y a su temida securitate con pintadas en las calles, un caso que recuerda al de la Rosa Blanca, aquellos ingenuos adolescentes que osaron distribuir líricos panfletos durante el nazismo, y acabaron decapitados sin piedad. 

Uppercase Print

Como se ha visto, Radu Jude puede recordar a Godard por su imaginativa inquietud, siempre en busca de nuevos dispositivos para enfrentarse a la Historia, y por querencia por el metraje encontrado ya demostrado en trabajos como La nación muerta (2017) –documental que analiza el florecimiento del antisemitismo rumano a través de viejas fotografías–. Y podríamos decir que en Uppercase Print está más godardiano que nunca. 

La primera escena es la que marca la pauta. Un trío de personajes vestidos a la moda del Este de finales de los 70 lanza frases pomposas hasta que se estropea el teleprónter. Es una toma falsa de la propaganda de Ceaucescu, y a partir de este hallazgo Jude construye su película sobre dos raíles paralelos, como si tuviera que pasar por ellos el enésimo tren de la muerte. Por un lado, y basándose  en un documental preexistente, Jude reconstruye el caso de Calinescu, que se inspiró escuchando clandestinamente Radio Free Europe —sí, como la canción de R.E.M—, para llenar Bucarest de mensajes escritos a tiza: de ahí el ingenioso póster con la M langiana

Una serie de actores recitan sus testimonios cual estatuas bressonianas, o más bien cual bustos parlantes de la propaganda de Ceaucescu leyendo el teleprónter. Y por el otro, Jude nos inunda con imágenes de archivos extraídas de esa propaganda empeñada en pintar un país hambriento como si fuera Disneylandia. Vistas hoy, parece imposible contemplarlas sin distancia irónica, algunas hacen tanta gracia que nos reímos a carcajada, aunque basta pensarlo un poco para que se nos congele la sonrisa. 

Rumanía fue el único país en el que la transición de la dictadura comunista al liberalismo capitalista se cobró unas cuantas vidas. La dictadura de Ceaucescu, que duró tres décadas, parecía irrompible, de acero inoxidable, pero se derrumbó en apenas dos semanas. Hubo revueltas, Ceaucescu ordenó disparar contra su pueblo, y acabó siendo fusilado por tres paracaidistas que se presentaron voluntarios para vaciar los cargadores de sus AK-47 en los cuerpos de la pareja, condenada a muerte tras un juicio express. No se sabe si esa fue la mejor forma de empezar la democracia. 

Prueba de ello es que, desde entonces la historia de Rumanía tampoco ha sido un camino de rosas. De hecho, se dice que el Nuevo Cine Rumano surgió como respuesta a los supuestos intentos del presidente conservador Traian Băsescu de reinventar la historia para amoldarla a la más conveniente versión oficial. Sea como fuere, esta turbulenta historia, tan intrincada y difícil de descifrar para el foráneo, nos ha traído grandes cineastas ya de sobras conocidos por el mundo entero, como Cristian Mungiu, Corneliu Porumboiu o el mentado Cristi Puiu, que apostaron por descifrar la Historia desde lo cotidiano, aunque Radu Jude es el más godardiano historiador de todos ellos. Quizás la mejor manera de acercarse al cine rumano.  

Puedes ver Uppercase Print online pinchando aquí.