Jane por Charlotte

(Jane par Charlotte)

  • Dirección: Charlotte Gainsbourg
  • Guion: Charlotte Gainsbourg
  • Intérpretes: Jane Birkin, Charlotte Gainsbourg
  • Documental biográfico
  • País: Francia
  • 90 minutos
  • Ya en salas

Charlotte Gainsbourg observa a su madre, Jane Birkin, como nunca lo ha hecho, sin reservas. Usando una cámara, se exponen mutuamente y dan pasos en falso, dejando espacio para que se desarrolle una relación maternofilial.

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

En los primeros compases de este documental —quizá sea más preciso llamarlo reportaje—, Charlotte Gainsbourg asegura a su madre, Jane Birkin, que su intención al filmarla durante unas semanas en la cotidianeidad y en sus giras de conciertos pasa sobre todo por mejorar la comunicación entre ambas, personas al fin y al cabo tímidas, y porque lo grabado quede como testimonio de cara a un futuro en el que la enfermedad, la muerte, separen para siempre a madre e hija.

Sin embargo, las charlas entre Jane y Charlotte, en ocasiones grabadas por la segunda y en otras encomendadas a un operador invisible, dan forma sutilmente a un buen número de cuestiones que revelan en Charlotte a una cineasta atenta a los entresijos de las relaciones humanas y la influencia que tienen las imágenes en la vida contemporánea; especialmente para quienes, como ella y su madre, cantantes y actrices, se dedican al mundo del espectáculo.

No parece casualidad en primer lugar que, aparte de Jane y Charlotte, la única presencia relevante en la película sea la de Jo, hija menor de la directora. Gracias a ella, Gainsbourg teje un diálogo intergeneracional entre mujeres: los roles de madres e hijas, y las servidumbres que damos por hecho entre ellas, dan paso a un espacio casi utópico de sororidad que permite a las protagonistas revelar facetas de sí mismas secuestradas en la esfera pública por las asignaciones de género.

Charlotte no niega, por otra parte, la importancia emocional en su vida de su núcleo familiar, en el que su padre, el músico Serge Gainsbourg, fue una figura esencial. La visita al que fue hogar del clan Gainsbourg, cerrado durante treinta años por voluntad de Birkin, es uno de los puntos álgidos de Jane por Charlotte. El paseo fantasmagórico de madre e hija por las habitaciones de la casa constata el peso del ayer en el hoy pero, también, un extrañamiento en el que ambas reconocen que no vivimos una vida, sino varias, y que el pasado puede ser a medida que cumplimos años el más lejano de los lugares.

Todas estas consideraciones están mediatizadas —y Charlotte Gainsbourg sabe usarlo a fin de complejizar su propuesta— por la omnipresencia de las cámaras, a las que madre e hija están acostumbradas desde la adolescencia. Es el motivo de que el acercamiento filmado a Birkin esté lleno de claroscuros, que apelan a la distancia entre persona e icono, a la lucha perdida de antemano contra la juventud que perpetúan las imágenes frente a nuestro deterioro físico, y a la desventaja que tienen aún hoy las mujeres para jugar con la condición de objeto y sujeto frente a la cámara.

Esto nos lleva al último aspecto de interés en Jane por Charlotte: el hilo invisible que presta a la frágil narrativa de la película un cierto sentido de la intriga, relacionado con el suicidio en 2016 de otra hija de Jane Birkin, Kate Barry, asimismo interesada en comprenderse a sí misma a través de la fotografía. Gainsbourg deja pistas a lo largo de la película de su interés por Kate, que desemboca en el momento más destacable de metraje a nivel visual: aquel en el que las proyecciones de viejas películas familiares logran que Birkin abandone su condición de mero signo en las imágenes para devenir un significante agridulce. Solo por escenas como esta o la ya mentada en la casa familiar de los Gainsbourg, ya merece la pena ver Jane por Charlotte; una película sencilla y, por lo tanto, muy compleja.

  • Fotografía: Adrien Bertolle
  • Montaje: Tianès Montasser, Anne Person
  • Distribuidora: Filmin