La Cabina: un cine libre de formatos

– La Cabina: un cine libre de formatos –

 
Un escenario único y angosto (una cabina de teléfono) en el cual entra un hombre (mejor dicho, EL hombre: José Luis López Vázquez, nada más y nada menos) que ya no podrá volver a salir de ella. Y 37 minutos para contar el relato. Eso es todo lo que necesitaron Antonio Mercero y José Luis Garci para hacer historia en el audiovisual español con La cabina: ninguno de los espectadores que vio la emisión del programa a finales de 1972 pudo olvidar la angustia del tipo común atrapado en una pesadilla absurda y claustrofóbica -como la dictadura franquista, que aún daba coletazos-. A partir de entonces se andaron con mucho cuidado cada vez que debían detenerse en uno de esos artilugios para realizar una llamada, instalando un mito en el imaginario popular ibérico que ha perdurado durante generaciones.


 El triunfo de La cabina es la prueba que constata que la grandeza del cine no entiende de duraciones canónicas (¿90 minutos? ¿dos horas?), sino que lo importante es saber hallar el tiempo justo que necesita una historia. Ni un minuto más, ni un minuto menos. Por desgracia, los circuitos de exhibición parecen no regirse por esos mismos criterios, y a menudo hay obras que, al no encajar en los formatos preestablecidos, tienen dificultades para encontrarse con el público. Es ahí donde la labor de un festival como La Cabina resulta esencial: tomando su nombre de la obra maestra de Mercero, el certamen valenciano reivindica el valor del mediometraje; ergo, de aquellas películas que oscilan entre los 30 y los 60 minutos, cuyos tiempos no permiten catalogarlas ni como cortos ni como largometrajes.


 Desde su fundación en 2008, La Cabina ha crecido en ambición y consolidado su reputación como un evento de carácter singular y cita obligada de la agenda cultural valenciana. Su edición de 2020 tiene carácter presencial, celebrándose desde hoy hasta el 20 de noviembre, con La filmoteca y el Centre Cultural La Nau como sedes principales (en las que se seguirán todos los protocolos sanitarios motivados por la COVID-19), y una inauguración verdaderamente excepcional: La voz humana, de Pedro Almodóvar. El mediometraje ha unido al genio manchego con la gran Tilda Swinton, y le ha permitido consumar un proyecto que lleva rondando su universo desde La ley del deseo, donde Carmen Maura interpretaba a una actriz que ensayaba el inmortal monólogo de Jean Cocteau. Su estreno ha resultado histórico, convirtiéndose en uno de los éxitos de la cartelera de otoño en España, demostrando el poder del (buen) cine, libre de formatos.
 
La nueva joya almodovariana será el prólogo de diez días de descubrimientos, con diversos estrenos mundiales, europeos y nacionales repartidos en las diversas secciones del festival, ofreciendo una panorámica que toma el pulso del mediometraje tanto en la ficción narrativa como en el documental, realizando también desvíos hacia el fashion film. La selección reúne nombres noveles que darán que hablar, artistas de culto de la escena underground, y también algunos autores consagrados. A continuación, os proponemos un trío de apuestas para disfrutar de todas las facetas del mediometraje en La Cabina 2020.
 
 
MORDS-LES (Benoît Delépine, Gustave Kervern, 2020)
La sección oficial de La Cabina acogerá el estreno mundial de Mords-les, flamante mediometraje firmado por Benoît Delépine, Gustave Kervern. Este dúo de excéntricos imprescindibles del cine francés contemporáneo ya se había apuntado un tanto este año con Borrar el historial, sátira de las costumbres y vicios de la era digital premiada en la Berlinale, y ahora redondean su 2020 con una delicatessen que los une con la mismísima Brigitte Fontaine, quizá la más inclasificable diva musical que ha dado Francia en el último siglo: de voz rasposa y figura tan menuda como magnética, la cantante ha sido aliada de Sonic Youth, Grace Jones, Stereolab, Jean-Claude Vannier o The Art Ensemble of Chicago, además de poseer una trayectoria indómita, aún libérrima tras más de cincuenta años sobre los escenarios. En Mords-les, Fontaine interpreta (o, mejor dicho, es) Diogenia, que se levanta de la tumba tras más de 2000 años de sueño para pasear por las calles de Morlaix (la ciudad natal de Fontaine), soltando improperios sobre la destructora decadencia de la especie humana y buscando, quizá, a un nuevo compañero de viaje. Al placer inherente de ver a una anciana maldiciendo como si no hubiera un mañana (¿lo hay, realmente?) se le suman las bellas y granulosas imágenes analógicas que componen Délepine y Kervern, casi como una ruta esotérica por la empedrada iconografía medieval de Morlaix.
 

SE VENDE UN TRANVÍA (JUAN ESTELRICH, 1959)
Más estrellas que en el cielo: José Luis López Vázquez, Luis Ciges, Chus Lampreave, María Luisa Ponte… Se vende un tranvía es un quién es quién del cine cómico español, delante y detrás de la cámara. No en vano, el libreto lo firman Rafael Azcona y Luis García Berlanga, que también es acreditado como supervisor general del proyecto, dirigido por Juan Estelrich, profesional que luego se curtió en mil batallas del cine ibérico, con un único largometraje a su nombre, el título de culto de Fernando Fernán Gómez El anacoreta. En realidad, este mediometraje iba a formar parte de una serie de tres episodios titulada “Los pícaros”, pero la indisimulada simpatía que los autores mostraban por las malas artes del timo (y alguna que otra licencia a costa de la beatitud religiosa) hicieron fruncir el ceño a la censura franquista, cancelando la producción y dejando olvidado durante años el segmento ya acabado. Por suerte, la sección Inèdits de La Cabina repara esta afrenta, y permitirá al público gozar en pantalla grande de las ocurrencias de unos timadores madrileños que hacen creer a un honrado pueblerino que está haciendo el negocio de su vida al comprar un (inexistente) tranvía. El mediometraje no da puntada sin hilo (normal: todos los implicados estaban en una fase imperial de sus trayectorias), y redescubrirlo ahora permite valorarlo como más, mucho más, que una velada nota al pie de la tradición humorística nacional.
 
TOKYO! (Michel Gondry, Léos Carax, Bong Joon-ho, 2008)
Presentada en el festival de Cannes e inédita en salas comerciales españolas, Tokyo! hilvana tres mediometrajes de otros tantos directores de cabecera, invitados a dar su visión personal de la ciudad que da nombre al ómnibus. En Interior Design, Michel Gondry lleva a oriente una historia de la autora de còmics Gabrielle Bell (Cecil y Jordan en Nueva York), presentándonos a una pareja de provincias que llega a Tokio con grandes esperanzas y poco dinero. El ingenio fantasioso de Bell sienta como un guante al troquelado fantástico de Gondry, quien prolonga aquí la melancólica clausura del amor presentada en ¡Olvídate de mí! y La ciencia del sueño. Por su parte, Carax puso fin a década de silencio casi total con Merde, en la que un clochard apocalíptico encarnado por Denis Lavant (el actor fetiche del cineasta) emerge de las alcantarillas de Tokio para sembrar el caos en la ciudad, al ritmo del tema principal de Godzilla. Y es que esto no deja de ser un kaiju eiga sui generis, escatológico y delirante, con el que Carax y Lavant presentaron en sociedad a Mr. Merde, que reaparecerá en uno de los pasajes más sonados de la magistral Holy Motors. Por último, un Bong Joon-ho todavía lejos del Oscar pero con un par de obras maestras ya a sus espaldas (Memories of Murder y The Host), imagina en Shaking Tokyo una épica historia de amor entre una repartidora de pizzas y un hikikomori, que romperá su aislamiento para lanzarse en busca de su amada por las bulliciosas calles de una ciudad asolada por los terremotos.