La crónica francesa, el sueño de un francófilo

La filmografía de Wes Anderson puede verse como un creciente horror vacui que estalla en su magnífica película número 10, La crónica francesa, una celebración por todo lo alto de la cultura de nuestro país vecino. Culminación y obra total de Wes Anderson, la película llega a salas de cine este viernes y ante su avalancha de gozosas referencias y celebraciones varias (música, cómic, cinefilia, cocina, literatura…) conviene pararse un segundo y analizar algunas de sus claves. Antes de entrar en materia, os dejamos con un consejo que nos brinda Adrien Brody en la película: «Es un triunfo, ¡deberías estar bailando!». Por Philipp Engel

¿Podría La crónica francesa ser la película más autobiográfica de Wes Anderson? Aparentemente no, pero puede que sí. Al fin y al cabo, todas lo son un poquito, y esta, absolutamente magistral, que quede claro de entrada, es la más barroca y desbordada de todas, cuando parecía imposible que se superara en ese sentido. Al fin y al cabo, la película cuenta la historia de una revista tipo The New Yorker, pero nacida en Kansas, y que se lanza al mundo desde la ciudad ficticia de Ennui-sur-Blasé… ¿Y qué es Wes Anderson sino un tipo de Kansas que acabó instalándose en París, la ciudad de los sueños de su infancia, para lanzar al mundo su desbocado imaginario de cuentos ilustrados para niños superdotados?  

Obra total, La crónica francesa se lee como la ilustración del último número de The French Dispatch, presidido por tres grandes reportajes de otros tantos reporteros-estrella, seguidos de un obituario coral al que no se puede reaccionar llorando, por mucho que nos pese. Pero la película también puede leerse como el fastuoso continente de tres grandes tributos a otros tantos pilares de la cultura francesa, como son la bande dessinée, la chanson y el polar. Ojo, no decimos que sólo pueda leerse de esa manera, sino que, en Ennui-sur-Blasé, caben esas lecturas entre un mundo de posibilidades. En Ennui-sur-Blasé cabe de todo. 

La crónica francesa es la culminación de una francofilia que Wes, acaso por pudor, nunca se había atrevido a explotar como es debido (es decir, en idénticas proporciones a la “grandeur”): recordemos que, en 2007, ya rodó Hotel Chevalier en París, pero que enseguida huyó a la India con Viaje a Darjeeling. Está claro que, entonces, Francia todavía seguía siendo demasiado para él.  Pero por fin lo ha remediado. No en vano, además de inventariar prácticamente todas las quintaesencias de lo francés, la película se abre con un explícito homenaje a Jacques Tati, el genio absoluto al que tanto debe el colorista, tierno y divertido universo de Wes Anderson. La crónica francesa no sólo transcurre en una Francia de ensueño, sino que es el sueño de cualquier francófilo. 

I. Homenaje a la BD

Wes Anderson es un inconfundible “flâneur nonchalant” de foulard, botines burdeos y americana de pana beige, al que podemos imaginar serpenteando el Bulevar St Michel con una bolsa de plástico a reventar de esos cómics de línea clara, que son una clara inspiración para su obra. Si en el primer episodio, curiosamente traducido en España como «La obra maestra concreta», Anderson parece mofarse del especulativo mundo del arte con mayúsculas, a mayor gloria de la naturaleza viva de Léa Seydoux, la película es un homenaje a ese otro arte, a menudo considerado menor, que ha influenciado todo su cine, siempre más o menos animado, nunca del todo realista. 

La crónica francesa no sólo incluye secuencias animadas para resolver partes de la trama, sino que Anderson ha escogido Angoulême, capital mundial del cómic, entre otras cosas por el festival que ahí se celebra desde los años 70, para levantar su Ennui-sur-Blasé. El amor de Anderson por la ilustración en todas sus formas, de James Thurber a la BD, es algo que vuelve a dejar meridianamente claro en este vídeo, dirigido por él mismo y dibujado por el español Javi Aznarez, que ha precedido la película a modo de glorioso aperitivo: 

II. Homenaje a la chanson

Se trata por supuesto de una versión, expresamente grabada para la película, de la inmortal Aline, de Christophe, el cantante fallecido el pasado 16 de abril, a quien va dedicado el filme. Al mismo tiempo, también es un avance del álbum Chansons d’Ennui, Tip Top de Jarvis Cocker, que ya puso voz a uno de los personajes de Fantástico Sr. Fox. El disco incluirá versiones de otros clásicos tan franceses como Les gens sont fous, les temps sont flous (Dutronc), Paroles paroles (Dalida & Delon) o Requiem pour un con (Gainsbourg).

No resulta difícil imaginarse a Wes paseando su palidez al borde del Sena, mientras tararea aquello de Paroles, paroles et paroles con voz de Delon. Su pasión por la chanson viene de largo, al menos desde que pinchó a Yves Montand en la BSO de Academia Rushmore (1998), y llegó a su punto culminante con el bailecito de los protagonistas de Moonrise Kingdom (2012) al son de Le temps de l’amour, de la pobre Françoise Hardy.  

Aquí la que suena es Chantal Goya, con un Tu m’as trop menti, que no es un hit cualquiera sino uno de los que contiene la banda sonora de Masculino, feminino (1966), la película de Jean-Luc Godard (desde siempre idolatrado por Wes, como cualquier cinéfilo que se precie), protagonizada por la propia cantante y Jean-Pierre Léaud, una obra que por su carácter pre-Mayo’68 rima absolutamente con otra de las tres grandes historias que contiene La crónica francesa. Nos referimos, por supuesto, a la que protagonizan unos estudiantiles Timothée Chalamet y Lyna Khoudri, en plenos preparativos de una revolución que supone el triunfo de la imaginación.   

III. Homenaje al polar

Wes Anderson es tan fan de Godard como de Truffaut, y como buen cinéfilo se pregunta sin duda: ¿Para qué elegir? Hay que ser fan de Pierrot, el loco, pero también de Los cuatrocientos golpes. De ahí que también haya incluido en la BSO de La crónica francesa una pieza del gran Georges Delerue, que compuso inmortales partituras tanto para uno como para el otro. Pero Wes, siempre ecuánime, no se ha decantado ni por El desprecio, ni por La noche americana (la película que destruyó la amistad entre los dos cineastas), sino por esta preciosidad: 

Un Adagio, que suena en uno de esos cientos, acaso miles, de estupendos títulos que componen el corpus del llamado polar, o cine negro francés. Dirigida por el también actor Roger Pigaut, Cuenta atrás (1971), responde a una trama al uso, tan clásica como eficiente, la de un hombre (el habitual del género, y también cantante, Serge Reggiani) que sale de la cárcel, para vengarse de los antiguos cómplices que le traicionaron.

De hecho, el polar atraviesa toda La crónica francesa, de la cárcel donde Adrien Brody y Benicio del Toro son vigilados por la carcelera modelo, a los numerosos policías del episodio sesentayochista, pero sobre todo en el tercer episodio, El comedor privado, donde presenta un nuevo tipo de cuisine, que no es ni traditionnelle ni nouvelle, sino policial. Un episodio sembrado de cadáveres para chuparse los dedos que es todo un homenaje al género, incluyendo un guiño a su máximo estilista, Jean-Pierre Melville.

Las raciones de esta película pantagruélica no pueden ser más generosas, pero está todo tan bueno… ¡Bon appétit!

La crónica francesa, de Wes Anderson, se estrena el viernes 22 en salas de cine.