La mujer que escapó

(Domangchin yeoja)

  • Dirección: Hong Sangsoo
  • Guion: Hong Sang-soo
  • Intérpretes: Kim Min-hee, Seo Young-hwa, Song Seon-mi, Kwon Hae-hyo
  • Género: Drama
  • País: Corea del Sur
  • 77 minutos
  • Ya en salas

Mientras su marido está en un viaje de negocios, Gamhee queda con tres mujeres a las afueras de Seúl. Primero visita a dos amigas en sus casas y después se encuentra de casualidad a una vieja amiga en un cine. Pero ¿quién es la mujer que huye? ¿De qué huye y por qué?

Por Carlos Reviriego

La mujer es el presente del hombre
No nos imaginamos a Hong Sangsoo introduciendo criptogramas visuales y sistemas simbólicos en sus películas. Evidentemente hay gestos en sus filmes (planos, zooms, elipsis, objetos, localizaciones) más o menos relevantes que pueden ayudar a una mayor comprensión de sus personajes y mínimos argumentos, si bien todo ello no parece formar parte de una planificación o un método, sino que más bien son los trazos de un observador impenitente, un narrador con alma de poeta, con estilo, que se arroja al territorio de la alegoría la mayor de las veces con un tono no exento de chanza o de ironía. El autor de La mujer es el futuro del hombre (2004) y de Ahora sí, antes no (2015) —dos películas que, a su modo, destilan el carácter mutante, a partir de pequeñas variaciones y un giro radical, que ha desarrollado su prolífica filmografía— no es un arquitecto de enigmas, pero todo aquello que nos conmueve de sus filmes se negocia en los aledaños de la narración que pone en escena, es decir, en algún lugar muy al fondo o muy en la superficie del relato. 

Frente a su vigesimocuarto drama (el noveno en seis años), La mujer que escapó, podemos sentir la tentación de simplificar el plano de un gallinero con el que arranca la película —y donde, lo sabremos luego, el gallo ha desplumado la nuca de todas las gallinas a base de picotearlas sistemáticamente— como el núcleo metafórico de esta pieza (de cámara) sobre, efectivamente, mujeres que huyen, pues no es solo la protagonista quien lo hace (si es que de hecho lo hace, pues no lo sabremos nunca), sino en realidad todos los personajes femeninos que desfilan por la pantalla mientras los pocos hombres ignorados, literalmente, aparecen de espaldas y siempre en situaciones de debilidad frente a su(s) interlocutora(s). Sin duda, el cine y los intereses de Hong han dado un giro de 180 grados desde que conociera y trabajara con su musa y también compañera Kim Min-hee (en nueve películas ya, precisamente desde Ahora sí, antes no), de manera que el relato desde el punto de vista masculino con el que ha poblado su filmografía de ecos autobiográficos ha virado a un mayor interés por la noción femenina de la existencia, por su mirada, hasta ocupar en este film el centro de las turbulencias y melancolías que evocan sus imágenes.

La mujer que escapó, si es Gam-hee (Kim Min-hee), visita a tres amigas en las afueras de Seúl a lo largo de los primeros días en cinco años en los que se ha separado de su marido —«porque las personas enamoradas siempre deben estar juntas», dice ella citando a su pareja—, es también la mujer que espía. Lo hace escuchando a través de puertas, mirando por las cámaras de seguridad, como si sus “amigas” también, como ella, tuvieran que esconder secretos, revelarse en su plenitud lejos de ella. Esa es al menos la impresión que los detalles, los gestos y palabras de las actrices nos hacen suponer poco a poco: que todo es muy distinto detrás de la superficie, que igual debemos hurgar detrás de la hipocresía social, detrás de los cumplidos y las conversaciones aparentemente íntimas (pero muy morosas y cautas), para hacernos una idea del nivel de complicidad real entre ellas, de qué es lo que ocultan. El plano hurtado del mensaje en el móvil que lee Gam-hee cuando canta el gallo podría ser una respuesta que nunca tendremos. Aquello en verdad que nos mantiene expectantes, alertas, son estos signos de sororidad bajo sospecha, que en el contexto de unos decorados austeros, fotografiados con luz neutra, sin apenas intención emocional, recae especialmente en la labor de las intérpretes.

Ahora también

El cineasta coreano nos ha convencido película a película, con el tesón de un artesano, que la repetición puede eludir la redundancia y viceversa. Siempre y cuando caminen hacia el hallazgo de algo nuevo. La tercera de las amigas a las que visita Gam-hee en su escapada está casada con quien fuera su novio años atrás, y que ahora es un afamado artista: le veremos de escorzo o de espaldas, para comprobar que se trata de Kwon Hae-hyo, alter-ego de Hong en películas anteriores. Su mujer en la ficción dice de él que no puede ser sincero porque siempre dice lo mismo en público, el mismo discurso, las mismas cosas, y que «resulta insoportable». Es posible, por supuesto, que Hong sienta en este punto la necesidad de autoparodiarse, o más bien de parodiar al tipo de personaje que ha protagonizado sus películas hasta que entró en escena Min-hee. Sin duda, un director con su ritmo de creación (una o dos películas por año), no puede permanecer inmune a la tentación de repetirse. Es más, sospechamos que a la larga solo cabe disfrutar plenamente de su cine si en cada película encontramos huellas de sus trabajos previos, si, como decíamos, la redundancia de motivos y extravíos emocionales nos conducen a un nuevo lugar

El propio filme delata la preocupación de Hong a través de la duda que plantea Su-young (Son Seon-mi) acerca de su marido: «Es imposible que sea honesto». Sangsoo parece legitimarnos para cuestionar la honestidad de su cine en estos momentos. Nos preguntamos a qué responde el minimalismo de una puesta de escena que juega en contra de la estilización pero que aun así busca, incluso desesperadamente (el motivo de la mujer y la ventana, abriendo cada capítulo), expresar una atmósfera con lo mínimo posible. La sensación con la que nos embauca su última película —bueno, la más reciente que se estrena en salas; desde entonces ha hecho otras dos— está ligada a la soledad y la melancolía, pero desde el placer y la serenidad que reportan. Y resulta extraño sentir eso. Esa extrañeza es quizá a la que apela la música de piano melodramática, acaso más inquietante que emotiva, que cruje como dentro de una lata, reforzando el artificio como si fuera un código sonoro al que confiarnos.

Al final de su trayecto (o el principio de otro, el de su verdadera soledad), Gam-hee se sienta en una sala de cine prácticamente vacía mientras en la pantalla asistimos al oleaje del mar, incesante, balsámico, repetitivo. Sangsoo parece haber entregado su enorme talento como prosista del cine contemporáneo a explorar la redundancia de la existencia, si bien estas olas nos hablan asimismo de las corrientes sumergidas que fluyen casi de forma independiente por debajo o por encima de la trama. Es en ese oleaje donde siempre nos ha gustado dejarnos llevar por el cineasta coreano más importante, y desde luego no el más exitoso, de su generación. Ahora también.

  • Fotografía: Kim Sumin
  • Montaje: Hong Sang-soo
  • Música: Hong Sang-soo
  • Distribuidora: Capricci Films