Por Roberto Morato

Cuando hace ocho años el realizador y guionista James De Monaco creó La Purga: La noche de las bestias, poco podía imaginar que iba a convertirse en una de las radiografías más preclaras de los Estados Unidos en uno de los períodos más convulsos de las últimas décadas. Lo que en principio comenzó como una inocente reimaginación de las invasiones domésticas bajo el alumbrado de una propuesta fantástica —una noche al año para dar rienda a los más bajos instintos del ser humano— ha dejado a paso a un riquísimo universo propio, donde a cada entrega se va explorando nuevos requiebros de la propuesta original y trazando nuevas cartografías del contexto socioeconómico de los Estados Unidos.

La Purga: Infinita parte de un lugar interesante con respecto a sus predecesoras, la constatación de que no hay distopía posible que pueda superar a algunas de las imágenes que se vienen sucediendo en los Estados Unidos durante los últimos cinco años. El cineasta Everardo Gout, de nacionalidad mexicana, parece ser consciente de ello y cambia radicalmente el enfoque visual del que hacía la gala hasta esta película. Adiós a las imágenes evocadoras y fantasiosas de los anteriores episodios, se acabó el surrealismo casi onírico de la fantasía más violenta para dejar paso a la realidad más cruda en forma de estilo cuasi documental con la presencia constante de planos POV y uso de GoPro para retratar la violencia. No hay fantasía cinematográfica que pueda aterrar cuando la realidad más brutal está a las puertas de tu casa. Por primera vez desde la el comienzo de la saga, la franquicia vuelve a entregarse al terror. Por más que su metraje esté repleto de escenas de acción, es la aproximación a las mismas, seca, cortante y brutal, la que crea la diferencia con respecto a anteriores capítulos. De hecho, el primitivismo con el que Gout rueda las escenas del enfrentamiento final recuerda en cierta manera a los westerns, lo cual supone una nada casual ironía teniendo en cuenta cuál es el género cinematográfico norteamericano por excelencia.

Una de las señas identificativas de la serie siempre ha sido la reimaginación de la iconografía de los Estados Unidos. Desde la primera película con la figura omnisciente de los Nuevos Padres Fundadores, pasando por las máscaras de los purgadores con todo tipo de efigies del Tío Sam o Estatuas de la Libertad, incluso en la divertidísima Election: La noche de las bestias se atrevían a convertir al Party in the USA de Miley Cyrus en himno de caos irredento y brutal, en esta ocasión la inmigración y los símbolos texanos son los principales elementos a subvertir, los dreamers pasan a convertirse irónicamente en aquellos norteamericanos que huyen a México en busca de la ansiada paz social, los símbolos cowboys revierten en instrumentos de violencia ya sea iconográfica o atávica y Texas tiene su particular reconfiguración de La batalla de El Alamo donde Estados Unidos pierde su independencia en manos de los Nuevos Purgadores. Como sus anteriores entregas, La Purga: Infinita no es una película sutil, es una explotación bárbara y brutal que resuena en tiempos parejos. Con el paso de los años, se escribirán estudios sobre cómo una saga de terror destinada a aterrorizar al público más casual y acomodado acabó abrazándose con la realidad para configurar el monstruo alocado y salvaje de nuestro presente.

• Fotografía: Luis David Sansans
• Montaje: Tim Alverson, Todd E. Miller, Vincent Tabaillon
• Música: The Newton Brothers
• Distribuidora: Universal