La trama fenicia
- V.O. : The Phoenician Scheme
- Dirección: Wes Anderson
- Guion: Wes Anderson (Historia: Wes Anderson, Roman Coppola)
- Intérpretes: Benicio del Toro, Mia Threapleton, Michael Cera, Tom Hanks, Scarlett Johansson, Benedict Cumberbatch, Riz Ahmed…
- País: EEUU
- Género: Comedia, espionaje
- 101 minutos
- El viernes 30 en cines
- «El magnate Zsa-zsa Korda es un rico empresario europeo que se ve envuelto en una trama de espionaje junto a su hija Liesl, una monja con la que mantiene una relación difícil y a la quiere dejar el negocio familiar.»
Por Elisa McCausland y Diego Salgado
La última palabra pronunciada en el duodécimo largometraje de Wes Anderson es «corazones». La escuchamos en el marco de una partida de cartas, caracterizada como todas por la intervención decisiva del azar, y le sigue un raudo y preciso travelling lateral hacia la izquierda —tan propio del director estadounidense— que nos descubre en el encuadre final un cubo donde cae el agua de una gotera. Queda así realzada la idea que preside La trama fenicia y, por extensión, el cine de Anderson: el rumbo de nuestras existencias se cifra para él en un equilibrio tan inestable como precioso entre la atención meticulosa, egocéntrica, que consagramos a la creación de nuestras personas, y los sentimientos capaces de revelar el (des)orden secreto en lo que han terminado por ser personajes; los sentimientos capaces, en definitiva, de redimirnos ante los demás y ante nosotros mismos.
La línea clara de Anderson, su fijación con la bidimensionalidad, alberga por tanto espirales, volutas, hipérbolas y múltiples capas de lecturas escenográficas. La tensión insoportable entre uno y otro aspecto, entre el racionalismo forzado de sus encuadres —ejercicios de arquitectura e interiorismo vintage— y el sofisticado diseño de sus criaturas de ficción, y las corrientes ocultas que atraviesan los planos y a los personajes, resulta en que sus películas enfadan a menudo y hasta aburren por su carácter de artefactos ingeniosos en el peor de los sentidos, expresiones de una neurosis propia de artista del primer mundo, impotente para expresarse si no es merced a un esteticismo trazado con tiralíneas y un aluvión de referencias culturales. Y, al mismo tiempo, siempre nos parece que los filmes de Anderson concluyen con cierta brusquedad, demasiado pronto, sumiéndonos en el desamparo; como si nosotros también nos estuviésemos zafando trabajosamente a través de sus relatos de nuestras inhibiciones, y Anderson nos dejase a la intemperie, librados a nuestra propia responsabilidad, colgados de indicios tenues en las imágenes: suspiros, impresiones, corazonadas, el fluir inesperado de emociones con el potencial de cambiarlo todo.



Como ha explicado el propio Anderson, «parto de unas cajas de zapatos, cuyos contenidos disparan en los años cincuenta las peripecias del millonario Zsa-zsa Korda (Benicio Del Toro) en pos de una ambiciosa misión empresarial, y por eso La trama fenicia es todavía más rígida, más cuadrada de lo que en mí es habitual (…) pero pretendo que la película acabe por asemejarse a una figura dinámica y colectiva, una gran escultura en movimiento que crece y desarrolla su propia historia, su propia vida». El planteamiento descrito por el realizador, basado en hechos reales acaecidos a su pareja, Juman Malouf, vuelve a propiciar una aventura de hálito similar al de una novela ora folletinesca, ora existencialista, en la que no pueden faltar ni los lances rocambolescos, ni el humor lacónico, ni un reparto plagado de sospechosos habituales.
El tono, las estructuras y las tipologías humanas son equiparables a las presentes en una bande dessinée, y sirven en última instancia al propósito de que Anderson reitere sus inquietudes en torno a las familias disfuncionales, los padres irresponsables, los hijos e hijas en exceso responsables, las viejas y las nuevas masculinidades, y formas más sabias y valientes de relacionarnos con el otro y cuanto nos rodea. En este aspecto, compartimos la afirmación de nuestro jefe, Alberto Lechuga, con motivo de la proyección de La trama fenicia en el Festival de Cannes: negarle a Anderson una mirada política es un error.



En primer lugar porque, si bien su cine hace del mundo un cuarto de juegos y un gabinete de curiosidades, un refugio de niño grande y melancólico frente a las inclemencias del exterior, establece una y otra vez —como ya hemos señalado— una dialéctica entre el control de las formas y la fiebre de los argumentos más tortuosa de lo que podría pensarse. Pero es que Anderson ha planteado además en casi todas sus películas un revisionismo crítico del ser norteamericano basado en la riqueza material, el progreso tecnológico, los intereses espurios y la aproximación supremacista a otras culturas que vuelve a hacer acto de presencia en su última propuesta: posiblemente La trama fenicia sea la deconstrucción genérica acerca de los conflictos en Oriente Medio a partir de la Segunda Guerra Mundial y el intervencionismo occidental en otras latitudes más aguda desde Tintín en el país del oro negro (1950), de Hergé. Por todo ello, pese a que algunos han concluido que La trama fenicia está lejos de ser la película más inspirada de Anderson por confundir en muchos momentos la estilización extrema propia de la madurez creadora con el manierismo aburguesado, no anda la cartelera como para menospreciarla.


- Montaje: Barney Pilling
- Fotografía: Bruno Delbonnel
- Música: Alexandre Desplat
- Distribuidora: Universal Pictures