La Verónica

  • Dirección: Leonardo Medel
  • Guion: Leonardo Medel
  • Intérpretes: Mariana Di Girolamo, Antonia Giesen, Ariel Mateluna, Josefina Montané
  • Género: Drama
  • País: Chile
  • 100 minutos
  • Disponible en Filmin

Mariana Di Girolamo, la abrasiva «Ema» de Pablo Larraín, es ahora «La Verónica», una influencer de Instagram, suerte de Victoria Beckham de nuestro tiempo, en esta película rodada únicamente a través de primeros planos que evocan a las interfaces digitales. Un salvaje juego de dobles realidades, falsedades y muchos puñales por la espalda que destapa la hipocresía de un mundo que vive de cara a una galería vacua y despiadada.

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

Resulta sorprendente que, tras su programación en la sección Horizontes Latinos de la LXVIII edición del Festival de San Sebastián, La Verónica haya tardado un año en estrenarse y pueda verse únicamente en plataformas digitales. Se trata de una de las películas más significativas a las que podrá asomarse esta temporada el espectador, si bien es cierto que su visionado desemboca en una profunda incomodidad, al no alentar juicios morales fáciles y distanciados sobre su monstruosa protagonista: Verónica, modelo casada con un futbolista de fama mundial y obsesionada con triunfar como influencer en redes sociales, objetivo al que sacrifica no solo la esfera de lo privado, también la red de afectos que habría de vincularla con su pareja, su madre y sus hijas. 

El realizador chileno Leonardo Medel, que ha experimentado en los últimos años con los formatos del corto, la realidad virtual y la ficción interactiva, tiende un cebo a nuestra mirada a partir de un recurso sencillo: el retrato de Verónica y de las intrigas y maquinaciones gracias a las cuales pretende alcanzar los dos millones de seguidores en Instagram y convertirse en el rostro nacional de una marca de maquillaje, se nos plantea a través de una serie de viñetas filmadas sin excepción en perspectiva frontal. En sintonía con su narcisismo y sus delirios de grandeza, Verónica ocupa siempre el centro de los planos medios en que la encuadra Medel; sus familiares y conocidos solo alcanzan a definirse en las imágenes en función de la manipulación a la que les somete Verónica para materializar sus propósitos.

«Una de las películas más significativas a las que podremos asomarnos esta temporada, si bien es cierto que su visionado desemboca en una profunda incomodidad al no alentar juicios morales fáciles y distanciados sobre su monstruosa protagonista. Lo que parecía un ejercicio cómodo de voyeurismo resulta ser un reflejo nada complaciente de nuestra naturaleza como usuarios peripatéticos de redes sociales»

En un primer momento, la perspectiva del público se corresponde con la de mirones que espiasen en su móvil o su tablet a Verónica mientras ella encarna con talante líquido en cada plano secuencia el personaje que le conviene ser frente a sus interlocutores, las cámaras, o las coyunturas cada vez más oscuras que atraviesa; en este sentido, la interpretación de Mariana Di Girolamo es espectacular, fundamental para el éxito de la película como crónica de un panorama psicológico y sociológico desolador: la egomanía digital de Verónica, su empeño mefistofélico por construir una imagen-relato en perpetua mutación de sentidos pero siempre a su servicio, no sería posible sin la complicidad de los Faustos que salen a su paso, sumisos al control absoluto que Verónica ejerce sobre ellos al ofrecerles lo que desean y hacerles sentir especiales. Aunque conocidos y seguidores de la influencer crean compartir su aura mediática, no pasan de ser títeres de una demiurga obsesionada con crear una estampa cuasidivina de sí misma.

Es aquí donde el hecho de contemplar a Verónica desde una perspectiva frontal se descubre una trampa, pues lo que pensábamos era un ejercicio cómodo de voyeurismo resulta ser un reflejo nada complaciente de nuestra naturaleza como usuarios peripatéticos de redes sociales: el framing perpetuo que habita Verónica, el circo de tres pistas en torno a su vida que dirige con mano maestra, está destinado en última instancia a esclavizar nuestra mirada. Pablo Larraín nos presentaba en Jackie (2016) a una Jacqueline Kennedy que gestionó con maestría el imaginario mediático del siglo XX y a sus consumidores. En La Verónica, Leonardo Medel invoca a una criatura capaz de crear la secuela más verosímil de aquella forma de estar en el mundo apelando a las herramientas tecnológicas del siglo XXI y la economía de nuestra atención.

  • Fotografía: Pedro García
  • Montaje: Daniel Ferreira