Lightyear

(Lightyear)

  • Dirección: Angus MacLane
  • Guion: Jason Headley, Angus MacLane, Matthew Aldrich.
  • Género: Ciencia ficción, aventuras
  • País: Estados Unidos
  • 100 minutos
  • Ya en salas

«La historia del origen de Buzz Lightyear, el héroe que inspiró el juguete, y que nos da a conocer al legendario Guardián Espacial que acabaría contando con generaciones de fans.»

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

La vigésimo sexta producción animada de Pixar revalida el adagio de que es muy difícil especular con nuestro pasado sin salir trasquilados de la experiencia.

De entrada, hay que reconocer al estudio cierto ingenio a la hora de exprimir y quizá reinventar con Lightyear su saga de más éxito. Toy Story (1995) y sus tres secuelas tenían entre sus juguetes protagonistas al astronauta Buzz Lightyear, fruto del merchandising de una supuesta película de ciencia ficción. Lightyear aspira a ser esa película, lo que deriva en juego metaficcional y metacorporativo con más de una lectura.

Como sucede con las series y películas en torno a Star Wars producidas por otra filial de Disney, Lucasfilm, los artífices de Lightyear han rastreado implacablemente entre los significantes audiovisuales de una de las ficciones más creativas de la Pixar de ayer para reciclarlos en pantalla, generar una respuesta pavloviana en el espectador, legitimar en definitiva la existencia de esta nueva película.

Ha primado ante todo el afán mercantilista pero, también, el horror a la imaginación y sus ambigüedades, las zonas oscuras de la ficción. El aparato ideológico-cultural de las grandes corporaciones del entretenimiento tiene serios problemas hoy por hoy para aceptar los rincones de sugerencia, misterio, elipsis, que generaban con espontaneidad las fantasías de hace unos años. Se tiende a invadir tales rincones, arrojar luz sobre ellos y corregirlos con mano férrea y un tanto hipócrita, teniendo en cuenta que la operación delata la incapacidad de alumbrar imaginarios inéditos con un aura equivalente.

Es el primer motivo por el que Lightyear, sobre el papel una aventura colorista y dinámica en torno a exploradores perdidos en planetas hostiles, misiones desesperadas de rescate y multiversos temporales —idónea para que los espectadores más jóvenes la recreen con los juguetes correspondientes— acaba por ser en la práctica tan enunciativa, tan carente de chispa. Cada línea de diálogo, cada ocurrencia de guión, cada nuevo personaje y cada vínculo sentimental que establece con los demás se rigen por un principio quirúrgico de funcionalidad y compostura digno de inteligencias artificiales.

La monotonía narrativa y discursiva resultante halla un eco formal inmediato en un metraje lastrado por excesivos giros argumentales, la expresividad bovina en los rostros de los personajes, las innumerables escenas de despegues y aterrizajes con insertos de pies y manos que aprietan controles, un tema musical de Michael Giacchino que agota sus potenciales en los primeros acordes, y la reiteración cada pocos minutos de chistes que no responden a la idiosincrasia de los protagonistas sino a la búsqueda irritante de un tono desenfadado similar al de las producciones de Marvel Studios.

Estos defectos no serían tan graves —han adquirido de hecho categoría de norma en las realizaciones Pixar de los últimos años— si no fuese porque, al tener Toy Story como referente, a Lightyear no le queda otra que apelar al espíritu transparente de las primeras películas de Pixar, tan sencillas en apariencia como subversivas en su reinterpretación de arquetipos de la animación y los géneros clásicos bajo el signo del transhumanismo digital. Sin ir más lejos, Buzz Lightyear era un personaje mucho más complejo hace treinta años como juguete que hoy como ser humano.

En este aspecto, el fracaso de Lightyear es considerable. La Pixar de hoy, asfixiada por la corrección y las pretensiones, abonada en títulos como Del revés (2015), Coco (2017) y Soul (2020) a la ficción ejemplarizante y de autoayuda, a un humanismo de temporada, ya no sabe ni puede invocar el sentido atemporal de la maravilla que hizo del estudio un actor cultural de primer orden en el panorama audiovisual de entresiglos.

Ello convierte Lightyear en una película anecdótica y algo tediosa, aunque nos venga de perlas para constatar, como apuntábamos al inicio, que, también en lo que respecta al cine, echar la mirada atrás con ánimo especulador y paternalista solo conduce a delatar nuestras insuficiencias actuales. Hubo un tiempo en el que Pixar voló hasta el infinito y más allá, pero se cortó las alas dentro y fuera de las ficciones sin que nadie le obligara. Lightyear es buena muestra de ello.

  • Fotografía: Jeremy Lasky, Ian Megibben
  • Montaje: Anthony Greenberg
  • Música: Michael Giacchino
  • Distribuidora: Disney