Los juegos del hambre: Balada de pájaros cantores y serpientes

  • Dirección: Francis Lawrence
  • Guion: Michael Arndt, Michael Lesslie (Libro: Suzanne Collins)
  • Intérpretes: Rachel Zegler, Tom Blyth, Hunter Schafer, Viola Davis, Peter Dinklage, Jason Schwartzman, Josh Andrés Rivera
  • País: EEUU
  • Género: Ciencia ficción
  • 157 minutos
  • Ya en cines

«Ambientada en un Panem postapocalíptico, nos hace retroceder varias décadas antes del comienzo de las aventuras de Katniss Everdeen. El joven Coriolanus Snow será el mentor de Lucy Gray Baird, la niña seleccionada como tributo del empobrecido Distrito 12. La joven sorprenderá a todos al cantar en la ceremonia de inauguración de los Décimos Juegos del Hambre en los que Snow intentará aprovecharse de su talento y encanto para sobrevivir..»

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

Esta precuela de la tetralogía Los Juegos del Hambre (2012-15), que aspira a ser el origen de una nueva saga cinematográfica inspirada en las novelas de Suzanne Collins, bien podría titularse La infancia de un líder, como el filme de 2015 que analizaba las circunstancias afectivas e intelectuales que forjaban durante su niñez el carácter de un futuro mandatario fascista.

Y es que Collins, y por tanto la adaptación cinematográfica de su última novela que ahora nos ocupa, ha decidido prorrogar en Los juegos del hambre: Balada de pájaros cantores y serpientes su ciclo distópico acerca de unos Estados Unidos postapocalípticos y sometidos a una dictadura que mantiene la paz al enfrentar anualmente en un espectáculo televisado a representantes de los doce distritos oprimidos por el régimen, fijando su atención en la juventud del tirano Coriolanus Snow.

Es una decisión creativa valiente, que incide en la complejidad política de las novelas de Collins y, hasta cierto punto, el género de la literatura distópica young adult, cuyas versiones fílmicas hicieron fortuna entre 2012 y 2018. Ya hemos comentado en otras ocasiones que la obra de Collins y sus adaptaciones a cargo de los realizadores Gary Ross y Francis Lawrence —alguna tan extraordinaria como Los juegos del hambre: Sinsajo – Parte I (2014)—, se cuentan entre las ficciones más lúcidas del siglo XXI, al proyectar las intrigas sociales y políticas de la antigua Roma en un futuro que ha funcionado como reflejo distorsionado del presente: desde los efectos en la Generación Z de la Gran Recesión iniciada en 2008, hasta el despertar del feminismo de cuarta ola y sus enfrentamientos con el posfeminismo.

Hablar ahora, en tiempos de crisis representativas y políticos populistas, de la forja de una determinada masculinidad a través de las relaciones peligrosas del joven Coriolanus Snow con la ética, la empatía, el amor y el poder, tiene también un mérito innegable. La sutil interpretación de Snow por parte del bisoño Tom Blyth —sobre quien pesaba además la carga de recoger el testigo de Donald Sutherland en los filmes previos— hace honor en pantalla a las ambiciones dramáticas y discursivas de Collins, y lo mismo cabe decir de las intrigas cortesanas en la capital de Panem y el rol que desempeñan en las mismas personajes como el decano Casca Highbottom (Peter Dinklage). Otros actores, como Jason Schwartzman y Viola Davis, caen sin embargo en un histrionismo grotesco que no se corresponde con el carácter sombrío que pretende invocar el grueso de la película. En cuanto a Rachel Zegler, fracasa por completo en sus esfuerzos por reeditar el carisma de Jennifer Lawrence y otorgar a su personaje el peso específico de la Katniss Everdeen encarnada por aquella en Los juegos del hambre anteriores.

La irregularidad en las interpretaciones deriva del intento de la película por amoldarse a lo reflejado en la novela sin tener claro qué es esencial y qué no narrativa y tonalmente. Estamos ante una producción aplicada pero demasiado pendiente de la mecánica reproductiva, hasta el punto de no atreverse a moverse en ninguna dirección sin respiración asistida. Sobran diálogos explicativos, situaciones irrelevantes, la importancia que se concede para legitimar la franquicia a los dichosos juegos del hambre —resueltos en ocasiones con efectos especiales discutibles—, y faltan organicidad y sentido del ritmo, un grave hándicap si tenemos en cuenta que el metraje alcanza las dos horas y media. El responsable de ello es en gran medida Francis Lawrence, un buen director que aquí se muestra agarrotado salvo por lo que toca a las panorámicas urbanas.

A pesar de estos inconvenientes, Los juegos del hambre: Balada de pájaros cantores y serpientes despierta el interés suficiente como para apostar por posibles continuaciones, a las que da alas un desenlace aún más ambiguo que el escrito por Suzanne Collins para su novela. El ascenso al poder y el descenso a los infiernos morales de Coriolanus Snow podrían dar lugar con suerte a una serie de precuelas tan estimulantes a niveles político y escenográfico como Animales fantásticos y dónde encontrarlos.

  • Montaje: Mark Yoshikawa
  • Fotografía: Jo Willems
  • Música: James Newton Howard
  • Distribuidora: Vértice360