Los que se quedan

  • V. O.: The Holdovers
  • Dirección: Alexander Payne
  • Guion: David Hemingson
  • Intérpretes: Paul Giamatti, Dominic Sessa, Da’Vine Joy Randolph, Carrie Preston…
  • País: EEUU
  • Género: Drama
  • 133 minutos
  • Ya en cines

«Paul Hunham, un profesor cascarrabias de un prestigioso colegio americano, se ve obligado a permanecer en el campus durante las vacaciones de Navidad para velar por un puñado de estudiantes que no tienen a dónde ir. Contra todo pronóstico, la convivencia le llevará a forjar un insólito vínculo con uno de ellos, un inteligente y problemático muchacho con sus propios traumas, y con la jefa de cocina de la escuela, que acaba de perder un hijo en Vietnam.»

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

“No hay nada nuevo en la experiencia humana. Cada generación cree que inventa el libertinaje, el sufrimiento o la rebelión (…) Si uno quiere entenderse en el presente, debe empezar por el pasado”. Esta reflexión del profesor Paul Hunham (Paul Giamatti), incluida en el viaje iniciático que emprende durante las navidades de 1970 junto a Angus Tully (Dominic Sessa), uno de los alumnos del internado de Nueva Inglaterra donde imparte clases de literatura clásica, podría aplicarse perfectamente al octavo largometraje de Alexander Payne, firmante entre otras de A propósito de Schmidt (2002), Entre copas (2004) y Los descendientes (2011).

Seis años después de la minusvalorada fábula Una vida a lo grande (2017), Payne vuelve con una película que supone un acto de resistencia. Surgido como cineasta en aquel cine independiente de los noventa que trató de actualizar los postulados irreverentes del Nuevo Hollywood setentero a la aldea weird y global que se abocaba al nuevo milenio, Payne ha sobrevivido tanto a la absorción del indie por los grandes estudios como a las relaciones peligrosas de estos con el audiovisual de plataformas. El precio de no renunciar a sus argumentos creativos —los anhelos y miserias del común de los mortales, la (im)posibilidad de conectar con el otro, la condición humana en tiempos de turbocapitalismo— ha sido el de un espaciamiento considerable entre cada una de sus propuestas.

Los que se quedan comparte de hecho con otra de sus últimas realizaciones, Nebraska (2013), el no estar escrita por él, aunque Payne haya hecho suyo el libreto del productor y guionista televisivo David Hemingson; un privilegio de la madurez creativa —véase también el caso esta misma temporada de un compañero de generación, Todd Haynes, y su excelente Secretos de un escándalo (2023)— que desemboca en una de sus películas más inspiradas. Las experiencias de Paul, Angus y la cocinera afroamericana Mary Lamb (Da’Vine Joy Randolph) en el internado donde han de permanecer por razones diversas durante las fiestas de Adviento, y la escapada de los tres a Boston durante la segunda mitad de metraje —que pierde algo de fuelle—, están teñidas de una melancolía y una verdad en la descripción de las insuficiencias y frustraciones de los individuos y la búsqueda de un alivio a las mismas a través de los vínculos significativos con los demás que dejan en pañales al noventa por ciento de las películas de la temporada y garantizan al filme un culto futuro como clásico navideño heterodoxo.

Podría deducirse de todo esto que Los que se quedan es una película “de guion”. Eso supondría no haber reparado en la puesta en escena transparente, es decir, muy compleja, de Payne. La elección de cada plano, la disposición de los actores en los espacios, los efectos de montaje, están al servicio, no de lo que hacen o dicen los personajes, sino de lo que ansían expresar y no pueden, condicionados como están por su raza y clase, los tópicos asociados a su edad, sus prejuicios. Para comprender la inteligencia y la delicadeza que presiden la mirada de Payne basta con atender a la presentación apenas iniciada la película de los aposentos de Hunham a través de los ojos de Danny (Naheem Garcia), conserje del internado, que trabaja en el exterior retirando nieve con una pala; y el salto inmediato a un interior definido por crema contra las hemorroides en un lavabo desaseado, novelas baratas a medio leer en todas las estancias, y un adagio de Beethoven que puntúa encadenados sucesivos de aproximación hacia Hunham, abstraído en la corrección sarcástica de exámenes.

En este aspecto, se ha insistido hasta la saciedad en el simulacro estético y estilístico de las películas estadounidenses de los años setenta que plantea Los que se quedan, algo evidente desde sus títulos de crédito. Pero a veces nos olvidamos del paralelismo espiritual de aquel cine con las muchas y magníficas novelas estadounidenses coetáneas. No en balde, la educación universitaria del Payne culminó con la especialización en historia y literatura. Con esta película, el director explora las raíces de su sentido artístico y su sensibilidad existencial, y los nombres de Bob Rafelson o Hal Ashby son de obligada referencia; pero también el de John Updike y otros cronistas de envidiable lucidez literaria a la hora de pensar el desencanto humanista de los individuos y las sociedades.

En cualquier caso, el hechizo de Los que se quedan no se agota en su filiación con los setenta. Si hemos iniciado esta crítica con la cita del profesor Hunham en torno a la importancia del pasado para entender y trascender el presente es porque la película hace gala de una universalidad e intemporalidad fílmicas que permiten hermanarla, como ha hecho el propio Payne, con obras producidas por el literato y cineasta Marcel Pagnol en los años treinta del siglo pasado, y, podríamos añadir nosotros, el cine previo a la modernidad de Leo McCarey o Preston Sturges.

El clasicismo sin fecha de caducidad de Los que se quedan tiene mucho que ver, por supuesto, con la trabajada naturalidad de sus intérpretes. Dominic Sessa y Da’Vine Joy Randolph son grandes descubrimientos, y Paul Giamatti renueva nuestra admiración por él con una composición de su personaje asombrosa, desde la gestualidad a la fisonomía pasando por el vestuario. Los que se quedan podrá gustar más o menos, Giamatti ganará más o menos premios estos días, pero lo que resulta indudable es que su profesor Hunham es desde ya mismo un clásico, es decir, un inmortal.

  • Montaje: Kevin Tent
  • Fotografía: Eigil Bryld
  • Música: Mark Orton
  • Distribuidora: Universal Pictures