San Sebastián 21 #1: Maixabel despliega las luces y las sombras de la vía Nanclares

Maixabel forma parte de la Sección Oficial del 69 Festival de San Sebastián.

Por Begoña Donat

Icíar Bollaín e Isa Campo recrean el encuentro entre la viuda de Juan María Jáuregui  y los hombres del comando de ETA que lo mataron. Maixabel competirá en la Sección Oficial del Festival de San Sebastán para después llegar a cartelera el 24 de septiembre.

Maixabel, la undécima película de Icíar Bollaín, opta a la Concha de Oro en San Sebastián con la recreación de las dificultades y la mitigación del dolor que supusieron los diálogos entre miembros de ETA que renegaron de la banda y sus víctimas. Blanca Portillo y Luis Tosar la escudan en el trance personal de Maixabel Lasa, firme defensora del diálogo a pesar del asesinato de su marido por parte de la organización terrorista.

Icíar Bollaín ancla sus recuerdos del día que el comando Buruntza mató con dos tiros en la nuca al ex gobernador civil de Guipúzcoa, Juan María Jáuregui, a una feliz espera. El 29 de julio de 2000, estaba embarazada de siete meses y medio de su primer hijo. Hoy día, su primogénito, de 21 años, ha barruntado el horror vivido durante décadas en nuestro país a través de la última película de su madre. Pero su acentuado desconocimiento alarma a la cineasta: «Es nuestra historia, tienen que conocerla para que no se repita jamás, para que la violencia nunca sea una tentación. Es un espanto y no genera nada más que dolor. Resulta devastadora para quien la ejerce, quien la recibe y la sociedad donde se da». La guionista Isa Campo, en cambio, enmarca el atentado en un continuo de horror. Aquel asesinato le resulta indistinguible entre la zozobra y el hartazgo con la que la banda terrorista colonizó la vida de los españoles: «Vivíamos con angustia, porque pasaban desgracias sin parar, pero con la distensión actual hemos olvidado la tensión de entonces». Sólo ese año, ETA acabó con vida de 23 personas, entre otras, las de Ernest Lluch, Fernando Buesa y José Luis López de Lacalle, dentro de su estrategia de “socialización del sufrimiento”, eufemismo que suponía el asesinato selectivo de empresarios, miembros de la judicatura, representantes sociales y adversarios políticos.

«Los interlocutores venían de extremos completamente opuestos: unos de cometer crímenes atroces y la otra, de sufrirlos, pero fueron capaces de escucharse. Si ellos fueron capaces de sentarse a hablar, todos somos capaces de comunicarnos», Icíar  Bollaín

Bollaín y Campo se han apeado de los tándems creativos que forman habitualmente con el guionista escocés Paul Laverty y el director gironés Iñaki Lacuesta, respectivamente, para unir sus talentos en un proyecto sensible que recapitula aquella tragedia concreta y culmina en la Vía Nanclares. Su película Maixabel, seleccionada a concurso en el Festival de San Sebastián, detalla los encuentros de la viuda del político vasco, Maixabel Lasa, con dos de los verdugos de su marido, Luis María Carrasco e Ibon Etxezarreta, alias Potxolo, en el marco de los encuentros restaurativos que tuvieron lugar en la cárcel de Nanclares de la Oca. Las entrevistas formaron parte de los quince vis a vis organizados entre etarras arrepentidos y familiares de sus víctimas en la prisión alavesa en mayo de 2011. No se aspiraba al perdón, no se justificaba la violencia. Ni siquiera es una iniciativa que resulte representativa, por el escaso número de experiencias, pero sí, en opinión de Bollaín, «inspiradora». Del más de ochocientos etarras desmarcados de la organización, tan solo veintidós se brindaron a ponerse en el lugar del otro. «Hubo controversia. Los que lo vivieron lo describen como liberador, pero una gran cantidad de personas, de manera comprensible, no lo comparten. En la película tampoco queremos decir si es mejor o peor. Es algo muy personal. Cada cual tiene su duelo y su proceso», razona la directora. 

La decisión de víctimas y victimarios fue desaprobada tanto por la banda y sus acólitos, que acusaban de traición a los retractados, como por los amigos y vecinos de Lasa y parte de la opinión pública, que rechazaban de plano ese medio de reinserción por inspirarles desconfianza y brindar a los agresores la posibilidad de redención. «Existe la idea preconcebida de que todo pasa porque la víctima acepte el perdón y descargar así de culpa al asesino. Maixabel no estaba ahí para disculpar a Carrasco y a Etxezarreta, sino para que la escucharan, para sentir que ahora les importaba lo que tenía que decir y para abrirse a ella. Por eso es sanador para las dos partes, porque el foco está en la víctima», detalla Campo.

La película coincide con una eclosión de productos audiovisuales dedicados a la historia de la organización armada en los dos últimos años, desde la adaptación del libro de Fernando Aramburu Patria, en emisión en HBO, y el documental episódico El desafío: ETA, producido por Amazon, a la serie La línea invisible y el documental ETA. El final del silencio, programadas en Movistar +. En este último, Jon Sistiaga y Alfonso Cortés-Cavanillas filman, precisamente, una comida entre Maixabel e Ibon donde repasan lo sucedido. «Ha pasado pasado el tiempo necesario para que aposentemos todo lo sucedido y lo traduzcamos. De ahí el escaso margen de diferencia en el que han coincidido estos proyectos, porque ya podemos depositar lo que nos ha pasado en un relato», opina la guionista. Maixabel, cuyo estreno está previsto en salas el 24 de septiembre, fue un encargo de los productores Koldo Zuazua (Kowalski Films) y Juan Moreno (Feelgood Media) a ambas creadoras. «Cuando me lo propusieron, no lo dudé. Había leído en su día las entrevistas de Mónica Ceberio en El País a las víctimas que se habían encontrado con miembros de la banda. Me impactaron mucho porque contenían lo peor y lo mejor del ser humano. Tocaba cosas muy hondas. Sabía que nos estábamos metiendo en un tema delicadísimo, porque levanta ampollas, las heridas y el dolor siguen ahí, pero valía la pena. Los interlocutores venían de extremos completamente opuestos: unos de cometer crímenes atroces y la otra, de sufrirlos, pero fueron capaces de escucharse. Si ellos fueron capaces de sentarse, todos somos capaces de comunicarnos», razona la realizadora, que además firma a medias del guión.

Bollaín y Campo no se conocían, así que primero se tantearon en busca de sintonía. Una vez comprobada la complicidad, iniciaron el proceso de documentación. Primero visitaron a Lasa en su pueblo, Legorreta. «Salimos removidas, porque Maixabel tiene una posición ética vital que la convierte en alguien muy sereno cuando hablas con ella», observa Isa de la que durante una década dirigió la Oficina de Atención a Víctimas del Terrorismo del Gobierno vasco. A su encuentro fueron con respeto, al de los convictos, con nerviosismo. «Maixabel insistía en que no eran los mismos que mataron a Juan Mari. Habían afrontado un camino muy difícil de autocrítica, de dejarse de justificaciones y enfrentarse a lo que habían hecho. Nos encontramos con personas que han hecho una introspección muy difícil, que muy pocos han realizado de una forma tan clara», explicita la directora madrileña. Campo la secunda: «Están totalmente arrepentidos de aquella etapa monstruosa y tienen a Maixabel como referencia moral indiscutible. Nos hemos reunido muchas veces y han abierto sus entrañas rememorando situaciones que les dolían. Su generosidad suma a favor de que la peli cale y se remuevan conciencias». La pareja no se paró ahí y entablaron charlas con otros agresores y sus damnificados. Fue un acceso a los abismos del ser humano que les sirvió para retratar el entorno y el crisol de sensibilidades al respecto. Bollaín reconoce que no puede imaginarse este proceso de documentación en caso de que la banda siguiera en activo. 

«Están totalmente arrepentidos de aquella etapa monstruosa y tienen a Maixabel como referencia moral indiscutible», Isa Campo

Sus películas han tenido habitualmente muy buena acogida en San Sebastián: Yuli (2018) le procuró el Premio del Jurado al Mejor Guion y los protagonistas de Te doy mis ojos (2003), Laia Marull y Luis Tosar, se alzaron con sendas Conchas de Plata. Con Tosar repite, precisamente, en esta, su undécima película. El actor encarna a Etxezarreta, quien suspendidos los cara a cara en la cárcel, acordó en un permiso una cita con Maixabel, interpretada por Blanca Portillo. En una de las escenas más estremecedoras de la película, su personaje visita al volante de su coche, el escenario de las tragedias mortales que protagonizó. «Lo teníamos en el guion de manera abstracta, pero un día, empecé a repasar las notas que había tomado dos años antes de rodar y reparé en un término con el que Ibón explicó cómo había transitado los sitios por donde había atentado, llamó a ese camino su geografía del dolor», comparte Bollaín, quien decidió mover su cámara por aquellos escenarios con cuidado de recrear las muertes, pero sin ser melodramática, valiéndose de la sugestión. Como a Aramburu cuando escribió Patria, le preocupaba ofender a las víctimas, así que preguntó a los familiares de los fallecidos el si y el cómo antes de incluir esta secuencia.«Lo último que quieres es que las personas que han sufrido se sientan peor. Una cosa es imaginar el daño y otra es verlo de cerca y sentirlo en esta película. Nos hemos acercado con mucho respeto a las víctimas al comunicar su aflicción».

«No elimina ni atenúa una pena, pero una reparación de cárcel no sana todo lo que necesita la víctima», Isa Campo

En los últimos años, una veintena de presos ha solicitado verse con los familiares y las personas a las que infligieron un daño irreparable. Entre ellos, recientemente, Patxi Makazaga, el autor material del asesinato de Jáuregui. Mediadores y técnicos de Instituciones Penitenciarias están estudiando las peticiones y se aspira a incorporarlas a los talleres de diálogos restaurativos en los que desde 2016 participa la población reclusa, abriéndose a delitos económicos, de violencia intrafamiliar, de conductas violentas y de odio. «Me parece muy positivo porque es reconfortante como complemento a la justicia. No elimina ni atenúa una pena, pero una reparación de cárcel no sana todo lo que necesita la víctima», opina Campo, que azarosamente, ultima en estos momentos una película con Iñaki Lacuesta sobre el ataque yihadista de 2015 en el que murieron 130 personas en la discoteca Bataclan, de París, Un año, una nocheEntiendo que haya víctimas que no quieran abrazar este proceso, es absolutamente respetable aquello que decidan que les resulte más sanador, pero en el caso de Maixabel fue reparador para todos»