Matrix Resurrections

(The Matrix Resurrections)

  • Dirección: Lana Wachowski
  • Guion: Aleksandar Hemon, David Mitchell, Lana Wachowski
  • Intérpretes: Keanu Reeves, Carrie-Anne Moss, Neil Patrick Harris, Yahya Abdul-Mateen II, Jada Pinkett Smith, Jessica Henwick, Priyanka Chopra, Jonathan Groff, Lambert Wilson
  • Género: Ciencia ficción
  • País: EEUU
  • 148 minutos
  • Ya en salas

Neo vive una vida normal y corriente en San Francisco mientras su terapeuta le prescribe pastillas azules. Hasta que Morfeo le ofrece la pastilla roja y vuelve a abrir su mente al mundo de Matrix.

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

En 2015, las hermanas Lana y Lilly Wachowski calificaban de «idea repelente» una posible prolongación de la trilogía Matrix (1999-2003), el universo de ficción quizá más fructífero a nivel argumental y más inspirado visualmente del siglo XXI. Tres años después, las Wachowski daban cerrojazo a sus oficinas de producción en Chicago ante la ausencia de proyectos en el horizonte. Speed Racer (2008), El atlas de las nubes (2012), El destino de Júpiter (2015) y la serie Sense8 (2015-18) habían sido fiascos y, como consecuencia, el crédito que Matrix, sus secuelas y sus derivados les habían procurado durante años se había agotado. Al menos en el seno de Warner, el estudio que ha dado cobijo hasta hoy a una filmografía que, guste o no, ha hecho gala de una osadía en los discursos y las formas poco habitual en el cine de alto presupuesto.

Ante la coyuntura descrita, las Wachowski tenían dos opciones: renunciar por mucho dinero a sus derechos sobre la marca Matrix para que otros pudiesen explotarla en todos los medios imaginables, o preservarlos y seguir al pie del cañón sin perder el alma en el proceso. La solución escogida ha sido intermedia. Cuando se anunció a finales de 2019 Matrix Resurrections, Lilly se hizo a un lado aduciendo que no tenía ningún interés por volver al pasado y que prefería evolucionar como creadora en nuevas direcciones. Lana aceptó en cambio el desafío de resucitar la franquicia, secundada por su pareja, Karin Winslow, y amigos y colaboradores de confianza como Tom Tykwer, David Mitchell, James McTeigue, y los actores Keanu Reeves y Carrie-Anne Moss.

Reeves y Moss recuperan en Matrix Resurrections los papeles de Thomas Neo Anderson y Trinity, embarcados otra vez en la odisea de escapar a la simulación orquestada por la inteligencia artificial Matrix para sojuzgar mentalmente a la especie humana y explotar mediante un ejército de máquinas la energía eléctrica que generan nuestros cuerpos. Tras lo sucedido en la trilogía previa, Matrix ha sofisticado sus estrategias de seducción de nuestras mentes hasta el punto de que quien fuese líder de la revolución contra la inteligencia artificial, Neo, ha sido condicionado para creer que lo vivido entonces fue fruto de su imaginación, que ha sublimado en un universo de videojuegos cuya nueva entrega se titula, precisamente, Matrix 4.

Es el primero de los muchos aspectos que hacen de Matrix Resurrections una de las metaficciones más interesantes planteadas en los últimos años a partir de los éxitos icónicos del cine popular producidos durante las décadas finales del siglo XX. Con honestidad o cinismo, lo que prefiera cada cual, Lana Wachowski subraya en todo momento que nos encontramos ante un exploitation film sujeto a los dictados del capitalismo de la diversidad, y que su posición como artista ante el encargo de secuela / remake / reboot que ha aceptado es delicada. La cosa no acaba aquí. Matrix Resurrections aprovecha su existencia para negar a Matrix y sus continuaciones el carácter catártico y emancipador que fans y ensayistas le han adjudicado durante dos décadas. Para Lana, la saga ha demostrado ser a la larga nuestra propia Matrix, uno de los ejemplos más evidentes de la alienación en que nos sume la cultura de masas. Una alienación que han exacerbado de un tiempo a esta parte las dinámicas supuestamente participativas de las redes sociales, que en la práctica han despojado de grandeza y sentido a la ficción a golpe de apropiación oportunista.

El diagnóstico sobre nuestros tiempos es pesimista. Matrix era una ficción posmoderna, por lo que su villano, El Arquitecto, simbolizaba el triunfo absoluto de la Razón tardocapitalista codificada en lenguaje binario. En Matrix Resurrections, la inteligencia sintética que esclaviza a la especie humana ha pasado a adoptar los rasgos virtuales de El Psicoanalista; una figura en la que se proyectan sin disimulo nuestra explotación y capitalización actual de las emociones, que nos han abocado a un estado colectivo paralizante, un panóptico regulado por la (auto)complacencia… y el miedo a disentir, a pensar el mundo en otros términos. La película es de lo más oportuna en tiempos de pandemia e histeria global.

Puede que Lana Wachowski trate de legitimar con todo ello sus propias concesiones al capitalismo cultural, pero, por otra parte, lo cierto es que Matrix Resurrections no hace otra cosa que incidir —como la práctica totalidad del cine de Lana y Lilly— en el eterno retorno de la vida y la ficción como circunstancia única para que los seres humanos tengamos oportunidades renovadas de dar lo mejor de nosotros mismos en base a la prueba y el error. El universo Matrix está obligado a ceñirse industrialmente al adagio de que todo cambie para que todo siga igual, a la repetición ad nauseam con variaciones insustanciales. Pero ese bucle infinito puede alterar su ADN si nuestras guías son, como en el caso de Neo y Trinity, el amor incondicional y una idea de destino manifiesto opuesta al libre albedrío bajo el signo del capital, el espejismo de poder elegir entre opciones intercambiables, entre dicotomías solo aparentes.

El juego de espejos que establece Lana Wachowski entre ficción, mercado y pensamiento sería más convincente si las calidades audiovisuales de Matrix Resurrections estuviesen más blindadas. Sabiendo que no tiene capacidad para innovar formalmente como lo hizo junto a su hermana en la trilogía previa, Lana renuncia al gran espectáculo y lo justifica a veces con brillantez, como en esa escena en el taller de reparaciones donde se debate el mítico efecto digital del tiempo bala. En otras ocasiones, Lana simplemente deja en evidencia que filma con menos talento y elegancia que cuando lo hacía con Lilly. Baste con prestar atención a ese clímax cuyas buenas intenciones a nivel escenográfico naufragan entre la oscuridad, una planificación alicorta y un montaje apresurado. Matrix Resurrections se asemeja a esas superproducciones embarulladas de los años noventa que jubiló precisamente el paradigma Matrix, y su metraje de dos horas y media da lugar a caídas de ritmo y momentos redundantes y sobreexplicativos. Una película, en cualquier caso, ingeniosa a la hora de reflexionar sobre el círculo vicioso, la sobredosis de signos y la irrelevancia de significados, en que se halla atrapada hoy por hoy la cultura popular.

  • Fotografía: John Toll, Daniele Massaccesi
  • Montaje: Joseph Jett Sally
  • Música: Johnny Klimek, Tom Tykwer
  • Distribuidora: Warner Bros